Con tal sólo 1.95 gramos de hueso se obtuvo el ADN del homínido más antiguo que se conoce. Después de más de dos décadas de excavaciones y recolecciones, el equipo español de paleontólogos dirigido por Juan-Luis Arsuaga del yacimiento de Atapuerca ha producido el mayor ensamble de fósiles homínidos del Pleistoceno Medio consistente en al menos 28 esqueletos. Hasta ahora no había sido posible estudiar el ADN de estos únicos homínidos. Sin embargo, utilizando técnicas de punta en la extracción y estudio del ADN, investigadores del Instituto Max Planck para la Antropología Evolutiva de Alemania lograron obtener la secuencia de ADN más antigua que se haya obtenido nunca de un homínido. Los restos fueron localizados en la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca, en Burgos, España, que se encuentra en un pozo vertical de 13 metros de profundidad, situada 30 metros bajo la superficie terrestre y a más de 500 metros de la entrada más cercana de la cueva kárstica –caliza– en la que se encuentra.

Una de las conclusiones –o hipótesis– principales del estudio es acerca del origen del homínido de la Sima de los Huesos, que aún no ha podido ser clasificado dentro de ninguna de las especies de homínidos conocidas hasta la fecha. Sin embargo, el análisis comparativo sitúa al ADN mitocondrial encontrado más cerca de los denisovanos² –un grupo de humanos descubierto apenas en el 2010 a partir de restos recuperados de una cueva en Siberia– que de los neandertales.

Siendo que, como menciona Ignacio Martínez, coautor de la investigación, los restos homínidos encontrados en la Sima de los Huesos –clasificado como Homo heidelbergensis– poseen características neandertales, se esperaba que su ADN estuviera relacionado con éstos; sin embargo,

//el análisis de los restos más antiguos hallados en el lugar apunta a un parentesco definitivo con los denisovanos.

Los científicos han propuesto cuatro posibles explicaciones a esta cuestión. La primera explicación sería que los humanos que vivieron en Atapuerca hace 400,000 años tenían un antepasado en común con los denisovanos el cual no sería un antepasado de los neandertales, lo cual implicaría que durante el pleistoceno medio los denisovanos se encontrasen abarcando una extensión territorial enorme, desde Siberia hasta España.

Existe también la posibilidad de que los humanos de la Sima de los Huesos hayan estado emparentados con algún antecesor tanto de los denisovanos como de los neandertales, pensando que el ADN neandertal también se encontraría, pero en clanes de otras cuevas o incluso en otros individuos del mismo yacimiento, lo cual se sabrá en un futuro.

José María Bermúdez de Castro, otro coautor de la investigación, propone una tercera explicación, basada en el descubrimiento del Homo antecesor, otra especie de homínido de 900,000 años de antigüedad hallada a un kilómetro de la Sima de los Huesos, el cual, sostiene, pudo haber dado su ADN a los denisovanos, en una cadena donde se desconoce hasta el momento el lugar del neandertal.

Es importante mencionar que el ADN analizado es del tipo mitocondrial, esto es, el que aporta la madre, por lo que hasta el momento hacen falta algunas piezas de este rompecabezas. El equipo del Centro de Investigación sobre la Evolución y Comportamiento Humanos de Madrid ya se encuentra colaborando con el Instituto Max Planck para recuperar al menos una porción del ADN nuclear, el cual contiene la mayor parte de la información genética del individuo.

La cuarta posibilidad sería que tanto los neandertales como los denisovanos sean un mismo grupo humano con un antepasado común y los Homo heidelbergensis de la Sima de los Huesos otro grupo diferente, lo cual es poco probable pues implicaría que los rasgos neandertales surgieron en ambos grupos independientemente.

“Necesitaríamos secuenciar al menos una parte del material genético nuclear para determinar con rigor su posición en el árbol evolutivo humano. El genoma completo puede albergar muchas de las respuestas más importantes, aunque eso está fuera de nuestro alcance ahora. Pero estamos al principio de un gran proyecto científico [...]. Es un momento excitante y todos estamos dedicados en cuerpo y alma, así que quién sabe lo que el futuro nos puede deparar...”, concluye Matthias Meyer, investigador del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y primer firmante de la investigación.

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