Dirigida por Denis Villeneuve (“Sicario”) y escrita por Eric Heisserer (basada en la historia “Story of your Life” de Ted Chiang), Arrival es una película de drama, misterio y ciencia ficción estrenada a finales del año pasado y nominada a mejor película en los Óscares 2017. Lo anterior es señalado en primer lugar puesto que gran parte del mérito de esta película recae en la brillantez de su guión y la inteligencia de su director.

Distintas partes de la película me llevaron a recordar la primera vez que vi Inception y lo impresionada que quedé con un guión no lineal que retó mi capacidad de ligar hechos y tratar de comprender la mente de un director tan obsesivo como Nolan. Arrival, desde luego, cuenta con estos elementos, además de un mérito visual digno de mencionar.

Villenueve es inteligente, ágil, y tuvo la buena fortuna de encontrar un espacio en la agitada agenda de una de mis actrices favoritas, Amy Adams (quien interpreta al personaje principal) y notoriamente tuvo un lazo no sólo emocional sino intelectual con el libreto que le fue entregado. Por su parte, el guión encontró una perfecta mezcla entre tres géneros que no combinan de la mejor manera en muchas ocasiones, y creó una obra coherente que para fines prácticos de esta reseña sólo tiene un inconveniente: hace casi imposible reseñar sin dar información de más que arruine tan delicado y disfrutable laberinto.

Así bien, será difícil pasar de la primera media hora de la película, cuando se intente decir algo de la trama; Louise, el personaje de Amy Adams, es una lingüista experta y profesora en Berkeley que es reclutada por el gobierno estadounidense para una de las tareas más importantes en la historia de la humanidad: tratar de comunicarse con una raza extraterrestre.

Dos días antes de ser contactada por el ejército, doce naves en forma de huevo se ubicaron en distintos puntos estratégicos a lo largo del planeta: Estados Unidos, Venezuela, China, Australia e Inglaterra, entre otros, y, a pesar de que evidentemente los visitantes contaban con una tecnología mucho más avanzada que la humana, no sólo no conocían nuestro idioma, sino que las diferencias raciales eran tan marcadas, que había sido imposible comunicarse siquiera al nivel más básico.

Así pues, Louise es reclutada y en dicho proceso de reclutamiento podemos encontrar claras muestras de que esta académica, a pesar de haber colaborado previamente con el ejército estadounidense, es una pacifista en espíritu. El punto clave para que finalmente se le encomiende la tarea es que el otro académico competente que el ejército tenía en mente, traduce la palabra “guerra” en sánscrito como una discusión, mientras que Louise da una definición mucho menos enfocada en el conflicto. Tal parece que en esta obra ficticia que lamentablemente poco tiene que ver con las ideas actuales del gobierno estadounidense, no hay idea inicial de tener un acercamiento bélico con los foráneos. Sin embargo, me es indispensable comentar que en algún punto de la película, este instinto humano de acudir al conflicto con base en el miedo, es revelado y no reducido sólo a los países que generalmente Hollywood gusta por retratar como totalmente bélicos (mientras ellos poseen con derechos reservados la justicia y libertad), lo que es altamente agradecido.

En la tarea de establecer contacto, Louise es acompañada por Ian, un físico teórico interpretado por Jeremy Renner (Avengers), hombre de ciencia que comprende, al igual que Louise, la magnitud de la encomienda que cargan sobre los hombros. Juntos, abordan la nave alienígena, donde inmediatamente notan que todo lo que conocen puede ser puesto a prueba. En inicio, en la nave las reglas físicas son distintas a un nivel difícil de explicar, por lo que me alegra que el hecho de hacerlo podría bien arruinar un buen momento de la película, y por ende, no he de hacerlo.

El físico y la lingüista son acompañados por dos o tres soldados más, encomendados a grabar las sesiones y buscar que todo se lleve a cabo con seguridad, y ahí dentro, en una especie de acuario, es que Louise e Ian tienen su primer contacto con los alienígenas y descubren pronto que por las características del lenguaje (no es lineal, y no guarda relación con los sonidos hechos), será más conveniente comunicarse con lenguaje visual.

Hasta ahí lo correspondiente a la historia. Lo que pasa después, de inicio a fin, es no sólo sorprendente sino lleno de un espíritu pocas veces visto en la ciencia ficción de la pantalla grande. Haciendo un recuento, creo que este espíritu lo había visto sólo en los trabajos de Mike Cahil (Another Earth) y probablemente en el ya mencionado Nolan, pero

//estoy segura de que hay más directores que se están inclinando a historias cargadas de alto contenido emocional, sin que deje de ser una película de ciencia ficción con toda la premisa recayendo en el elemento de ficción.

En el caso de Arrival, creo que hay una estafa maravillosa al anterior respecto, pues a pesar de que la premisa parece sugerir los puntos importantes, finalmente la conclusión se enfoca a algo mucho mayor y a la vez encaminado al personaje principal. Sin que sea dicho abiertamente, la película comulga con la idea de que el universo, en su complejidad e inmensidad, es comparable a la existencia humana, o bien, a una vida.

Esa profundidad, tan emblemática y poética, habría sido imposible de lograr sin la presencia de Amy Adams. Me fue muy difícil encontrar un problema en su actuación a lo largo de la película, y sé que gracias a ella el vínculo emocional que tuve (llanto contenido en varias escenas) habría sido imposible. Vulnerable como sólo ella puede serlo, sin perder su fortaleza y su inteligencia, Amy encarna lo que es capaz de lograr la gente sencilla cuando se tiene valor. Si tuviera la osadía de seguir confiando en los premios de la Academia, diría que no entiendo en lo absoluto el hecho de que no haya sido nominada este año para los premios, pero en una visión más realista, no es la primera ni la última vez que una buena actuación será pasada de largo por la Academia.

Finalmente, diré que se agradece siempre ver a un director entregado a su trabajo, casi rozando en la locura. Villeneuve y su guionista lograron crear un lenguaje visual alienígena por completo funcional, y desde luego utilizado en la película. Especialmente para los lingüistas, ésta es una película que se disfruta en los detalles. Yo, aún sin serlo, quedé sorprendida por la cantidad de información dada, la cual fue respaldada por expertos, y me recordó a otro documental inmenso sobre Chomsky en el que premisas similares al respecto del lenguaje son explicadas a nada menos que otro amante de las historias no lineales, Michel Gondry (Is the Man who is Tall Happy?).

La idea de que dentro de lo simple cabe algo magnánimo siempre me ha parecido bella cuando es expresada en la pantalla; ese conjunto de contradicciones que, parafraseando al ya arruinado Allen, sólo pueden ser explicadas por un poeta; un cúmulo de elementos que se encuentran en constante expansión, iniciado por una explosión inexplicable, cuyas respuestas tienen a la vez millones de fuentes; esa magnitud, esa enormidad, la capacidad de ver la unidad en las partes de nuestras vidas. Eso que puede ser una vida humana, es la esencia de Arrival: inmenso, interminable y complejo. Hay otro nombre para ello.

Notas