El arribo de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos de América se ha caracterizado por su estridencia y por su ruptura con el discurso político neoliberal imperante en el mundo desde la caída del muro de Berlín así como por instalar en el debate público su propuesta política resumida en el populismo nacionalista y en la frase “America first”.

Sin embargo, es importante señalar que el ascenso de Trump al poder no fue aquilatado seriamente por las elites intelectuales y políticas estadounidenses, que vieron su candidatura con desdén además de no valorar el cansancio de los sectores populares ante los graves efectos que tuvo la globalización neoliberal en sus vidas cotidianas que se tradujo esencialmente en dos factores: 1) la destrucción de sus empleos como consecuencia de la deslocalización de las industrias y; 2) el masivo ingreso de migrantes internacionales (provenientes en su mayoría de México y Centroamérica) que aceptaron trabajar en condiciones de informalidad y desciudadanización que abarataron los salarios en los sectores de servicios y agro-industriales en el país del norte. Estos dos factores incidieron a su vez en un tercero: el surgimiento de un discurso nacionalista entre los sectores excluidos por la globalización neoliberal. Sectores que tuvieron correspondencia con una parte del empresariado y los intelectuales encabezados por Samuel Huntington después de los atentados del 11 de septiembre del 2000, quien describe este proceso en su texto “¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense”, que salió a la luz en su versión en inglés y español en el año 2004, generando una gran polémica entre los intelectuales mexicanos. Al respecto, en noviembre de ese mismo año sale publicado el artículo: “La amenaza mexicana” en la Revista de Libros, bajo la autoría de Jesús Silva-Herzog Márquez, quien señala, respecto al politólogo estadounidense lo siguiente:

Ahora Huntington dispara un nuevo pronóstico: la guerra de las culturas se librará también dentro de Estados Unidos. No será el choque de la sociedad norteamericana contra algún grupo fundamentalista que adora a Alá, sino contra un grupo de emigrantes que come tacos. Los mexicano-americanos son el peligro. El idioma español, el arma destructiva. Después de haber derrotado a los talibanes en Afganistán, teniendo el control de Bagdad, Huntington pide a los norteamericanos que vuelvan su mirada a Los Ángeles, la capital de esa amenaza que pone en riesgo la supervivencia de Estados Unidos (Silva-Herzog, 2004).

Trece años después, las predicciones de Huntington se hacen carne con Donald Trump y su equipo político instalado en la Casa Blanca, prueba de ello son sus dos órdenes ejecutivas prohibiendo el ingreso de extranjeros de determinados países islámicos en los Estados Unidos, su afán por lanzar la construcción de un gigantesco muro en la frontera sur con México y el uso de su investidura presidencial para impedir las políticas de deslocalización del trabajo emprendidas por las grandes empresas transnacionales y presionarlas para que regresen al país (Amon, 2017).

Otro de los frentes que abrió Trump fue el Tratado de Libre Comercio firmado por los Estados Unidos, Canadá y México durante el sexenio del polémico expresidente mexicano Carlos Salinas de Gortari (1988-2004).  Trump calificó el acuerdo comercial como injusto para los Estados Unidos y estableció como una de las metas de su gobierno renegociarlo en otras condiciones y, si fuera necesario, acabarlo. Para abundar más en este sentido, acabó con las negociaciones para articular la Alianza Transpacífico, la cual ofrecía la apertura de las fronteras con países asiáticos y latinoamericanos y armaba en mercado internacional de contención al avance de China a nivel global.

//Tanto a nivel empírico como ideológico, Trump está rechazando a la idea y la institucionalización de la globalización defendida por Reagan, Bush, Blair, Clinton, Obama, Salinas de Gortari, Fujimori, Menem y otros tantos arquitectos políticos del neoliberalismo en las tres últimas décadas.

Por primera vez tenemos a la vista una globalización neoliberal políticamente decapitada, y por decapitada me refiero a que sus cuadros ya no controlan el gobierno del principal país del mundo: los Estados Unidos. Está realidad política tendrá serias implicancias en el orden global previo a Trump e importantes consecuencias para las elites aliadas de los países vecinos y, en especial, en México debido al íntimo entrelazamiento de las reformas estructurales impulsadas por el presidente Enrique Peña Nieto con los intereses económicos y políticos de las elites desplazadas por Trump en los Estados Unidos. Por primera vez en muchas décadas hay un desajuste de intereses entre los neoliberales mexicanos y quienes detentan el control político en la Casa Blanca, lo que probablemente terminará por favorecer al candidato presidencial del Movimiento de Renovación Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador. Éste político ha sido capaz de capitalizar el descontento de los ciudadanos mexicanos frente al conjunto de reformas estructurales promovidas por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN) a través de sus últimos 5 gobiernos (Salinas de Gortari, Cedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto). Éstas se tradujeron en la mercantilización los derechos sociales, permitieron a su vez el descobijamiento estatal de los derechos civiles y la clientelización de los derechos político-electorales. Estos argumentos tienen su respaldo empírico en el crecimiento exponencial de Morena, en las preferencias de la ciudadanía rumbo a las elecciones presidenciales del 2018 y en la alarmante baja de la popularidad del presidente Enrique Peña Nieto (Moreno, 2017).

El caso mexicano es un excelente ejemplo para defender y comprender el fenómeno de la globalización decapitada. Sus elites deambulan cual jinetes sin cabeza por los caminos abiertos de las decadentes instituciones económicas mundiales generadas por el Consenso de Washington a fines de la década de los setenta del siglo pasado. ¿Podrán soportar las elites neoliberales de los países periféricos esta difícil coyuntura? ¿Será capaz de adaptarse al signo de los tiempos? ¿Tendrá Donald Trump la capacidad de impulsar los cambios estructurales que su propuesta demanda?

Notas

Referencias