//El teatro es la herramienta para recordarnos que estamos vivos.
Luis de Tavira

Desde sus inicios, antes de llamarse teatro, se le conocía a éste como ritual que se realizaba en eventos alrededor de una fogata donde todos danzaban, cantaban, actuaban, hacían un rito para un cierto dios pidiendo algo para la tribu o entorno; todos como comunidad y como uno solo, pidiendo algo, compartiendo una misma energía.

Después, aparecieron los griegos quienes entregaban su vida, si era necesario, para que la obra de teatro tuviera el efecto deseado, siempre y cuando la obra así lo requiriera. Eran demasiado supersticiosos, por lo cual no se permitía que las mujeres actuaran en las representaciones, pues decían que era de mala suerte (aclarando que también eran algo machistas).

Así, en el transcurso del tiempo y en la historia del teatro se ha dado a notar el ritual. En la actualidad se ha ido perdiendo la ceremonia, la ritualidad, la comunión en el espacio escénico. Los escenarios se han llenado de egos innecesarios y los montajes actualmente carecen de esa energía que nos hace estar al pendiente de la escena al borde de nuestras butacas, estremecernos y sentirnos identificados con lo que les pasa a los personajes. Tal vez en este punto se podría contestar a la pregunta: ¿y porque ya no hay público? Aquí también se tendría que hacer la pregunta: ¿qué tanto estamos dejando energéticamente los actores de nosotros mismos y en comunión no sólo a los participantes de la escena sino también al público? Cada día hay más artistas escénicos, pero también cada vez están más llenos de vicios que no funcionan para este arte, pues no los dejan estar en sincronía con el otro ser que los acompaña en escena. Para hacer teatro se tiene que trabajar para el otro y ser generoso. El simple acto de pararse en un escenario es un acto de generosidad y comunión. Pero al parecer, el actor en estos tiempos está tan preocupado por darle gusto al público de artistas que lo observa desde su butaca que se le olvida que está dentro de un rito que es parte de este gran ritual llamado teatro.

En las iglesias –por lo menos en las católicas– se congregan multitudes de personas que tienen fe y una creencia en común. Mientras están dentro del recinto religioso tienen fe en que alguien más allá está escuchando sus ruegos, y que el que está al lado es su igual, pues comete errores y tiene pecados, igual que él. Ésta puede ser una razón para que las religiones tengan tanto éxito, pues se profesa con la generosidad.

// El teatro tendría que ser la religión del histrión, y el edificio, su iglesia. Los artistas deberían tener respeto por el acto de estar presentes en un espacio y tiempo con un equipo de trabajo unido para el mismo fin que sería hacer un rito que lograra conmover y comunicar hacia el público una idea clara.

En Aguascalientes, una docena de veces se ha intentado crear una comunidad teatral, pero los egos, los malos entendidos, los gustos diferentes, los estilos, los conocimientos o miles de cosas, no dejan que eso funcione. Siempre hay alguien que intenta comandar estos intentos de hacer equipo que resultan en lo mismo, una desunión del gremio teatral, y en los que no se concreta un verdadero grupo de gente unida para el mismo fin.

En el momento en que se trabaja con diferentes actores, con uno solo de ellos que sienta que tiene las tablas infinitas y la verdad absoluta, se puede venir abajo el trabajo de todo un elenco, pues no se logran unificar las energías puesto que el actor en cuestión rehúsa comunicarse energéticamente con sus compañeros. En las carreras de teatro se enseña que el ser humano es energía y el actor es este atleta de la energía en el espacio de la escena. De no ser así, en el mejor de los casos el montaje termina teniendo un resultado catastrófico y, en otros, se termina abandonando el trabajo. Todo por falta de fe. Y es que el teatro tampoco permite dudar, ¿o acaso la religión lo permite?

También es claro que para hacer un trabajo de interpretación, los histriones deben estar bien física, mental y emocionalmente, y los egos sólo impiden que el trabajo de los artistas generosos se desarrolle correctamente. Si no están conectados en su plenitud con el otro, el acto del rito no es posible ya que no se persigue el mismo fin.

Antes de terminar quiero aclarar que no todos los montajes están llenos de desigualdad. Si usted se sienta en una butaca y percibe esta falta de comunión, lo exhorto a continuar consumiendo teatro hasta encontrar esta comunión necesaria que nos hace estremecer y nos invita a volver a pagar un boleto y tomar lugar para observar lo que en el rito sucede.

Me gustaría terminar invitando a todos los lectores a asistir a este templo llamado teatro para que con su presencia pueda lograrse el ritual, porque sin público sólo existe el rito o, como se dice coloquialmente, sin público no hay teatro.

Notas