Este ensayo surge como antesala de lo que sería mi protocolo de tesis en el posgrado en Geografía Ambiental. Mi tutora en su momento procuró que tuviera certeza de en qué me estaba metiendo (al parecer no lo logró con mucho éxito), ya que ambos –con formación en Biología– estábamos navegando en un centro de investigación en Geografía. Y, si bien los ecólogos, como parte de los estudiosos de la Biología, continuamente usamos conceptos geográficos, rara vez tenemos consciencia de indagar sus orígenes epistemológicos y el correcto uso de estas herramientas forjadas en las distintas escuelas del pensamiento geográfico.
Mi interés siempre ha sido el manejo de los recursos naturales, pero considerando la parte antrópica como parte de los mismos. El resultado de una serie de ensayos me llevó a tener un documento lo suficientemente sólido como para no acabar en el bote de basura de mi comité tutorial. Aquí, con gusto, les comparto uno de ellos.
Partiendo de la línea base de que actualmente nos hemos visto rebasados en la aplicación de soluciones a los problemas ambientales globales que nos aquejan, y dentro del actual contexto de crisis de pérdida de biodiversidad, cambio climático global, contaminación y agotamiento de la disponibilidad de recursos, es tan pertinente como lo fue para Gallopín (2001), hacernos estas preguntas:
El concepto de sustentabilidad es complejo de entrada. En la actualidad, lo encontramos en el discurso político cotidiano donde los distintos actores (académicos, administradores, humanistas, etc.) le dan una connotación diferente. Podemos entender como sustentable al proceso por el cual se procura mantener un sistema para producir un producto o servicio, al mismo tiempo que se procura en la medida de lo posible continuar con el estado inicial del sistema en cuestión. Para este ensayo entenderemos como sistema al conjunto de interacciones entre los componentes del mismo. Por interacciones comprendemos la estructura, la organización y las interconexiones de sus elementos.
En ciertas ocasiones, la sustentabilidad se presenta como una medida del estado en que se encuentra un sistema en un momento determinado. Sin embargo, lo que es claro de la sustentabilidad es que no se trata de algo estático, por lo que nunca debe tomársele como una cualidad constante. Hay diversos ejemplos de ecosistemas o recursos naturales que han sido manejados bajo la idea de congelar o mantener fijos los estados de ciertas variables con la intención de obtener un rendimiento óptimo del sistema, lo que, en su mayoría, ha contribuido a la disminución de la resiliencia del sistema y, en ciertos casos, al colapso de los mismos.
Dichos casos han sido, en gran medida, ocasionados por la forma tradicional o clásica en que nos basamos para hacer ciencia, lo cual no es malo ni erróneo, simplemente que los problemas ambiéntales actuales no tienen precedentes. La magnitud y velocidad de los cambios globales han incrementado las conexiones de los sistemas naturales y sociales, y la creciente complejidad de la sociedad y su impacto sobre la biosfera han resultado en un mayor nivel de incertidumbre y de impredictibilidad sobre lo que nos espera.
//Nuestra ciencia tradicional analítica, mecanicista, reduccionista, que muchas veces trabaja de forma lineal, aislada del contexto social basada en la multidisciplina de sus especialistas, no está siendo capaz de trabajar en las respuestas con la misma velocidad en que los problemas ambiéntales se agravan.
De hecho, lo más preocupante es que esto se da a un nivel local, ya ni siquiera hablar de lo regional o lo global.
Es por esta razón que en este momento sustentabilidad tiene una connotación socio-ambiental. Vamos a entenderla como el proceso de mejorar las condiciones humanas, un proceso que no necesariamente requiere un crecimiento indefinido en el consumo de energía y recursos, como se concebía hace algunas décadas por la economía ortodoxa. De hecho, para asegurarse que este proceso repercuta en cambios para bien de la humanidad, la comunidad mundial está redefiniendo lo que llamamos progreso, y a esta redefinición de lo que hoy debe ser el progreso se le ha llamado desarrollo sustentable. Ahora más que nunca, el desarrollo sustentable se centra en la habilidad de las sociedades de resistir y recobrarse de disturbios, más allá de la capacidad de incrementar bienes.
El desarrollo sustentable requiere de la forzosa integración de los factores económicos, sociales, culturales, políticos y ecológicos, así como la consideración de cómo estos factores interactúan desde una dimensión local hasta una global.
Por todo lo anterior, sería imposible trabajar desde una perspectiva analítica o reduccionista. Esta vez, la suma de las partes no nos da el total, ya que estaríamos perdiendo de vista una gran cantidad de información que, con herramientas mecanicistas, nos sería imposible de trabajar a la vez.
Sólo bajo una aproximación sistémica se puede entender la conectividad de diversos componentes de un sistema, además de relacionarlos en un contexto en tiempo y espacio a distintas escalas.
En síntesis, se trata de una visión contextual, holística, lo que es opuesto a la forma analítica que es, por lo general, como hacemos ciencia en este país.
No es fácil acotar la manera de abordar una investigación desde una perspectiva sistémica, principalmente por la dificultad de establecer con claridad los límites del objeto de estudio.
En un sistema, lo más importante a la hora de estudiarlo es identificar y entender los componentes del mismo, así como sus interconexiones, ya que diversos factores pueden alterar a los distintos componentes y, con esto, modificar otras partes del sistema. Cabe señalar que es importante diferenciar los distintos tipos de conexiones:
Un segundo punto en el estudio de los sistemas, además de sus componentes y la manera en que se relacionan entre ellos, sería entender la dinámica del sistema, es decir, el análisis de las fuerzas que generan las conductas del mismo. Muchas de estas fuerzas no son lineales, por lo que se vuelve fundamental investigar cómo diferentes componentes y procesos interactúan para generar respuestas en éste, cómo responde y cuáles son sus propiedades emergentes; es decir, cómo el sistema se adapta y se transforma.
Para el caso de los estudios ambientales, cualesquiera que sean, se trata de definir una unidad de trabajo que sería el sistema socio-ecológico que, de entrada, se trata de un sistema complejo donde no es fácil definir un límite. Éste sería arbitrario, de modo que nos sea útil y nos facilite el trabajo. Lo haríamos a tres niveles: el local, el regional y el global (entendiendo que del regional podemos hablar a nivel municipal y del global de una ecorregión que no necesariamente se limite por aspectos políticos).
Al hablar de sistemas complejos tenemos que emplear herramientas interdisciplinarias, por lo cual se hace más complicado cualquier estudio ambiental. Cada vez más, la presencia de especialista de distintas disciplinas se hace impostergable a fin de comprender qué y cómo ocurre lo que estamos tratando de analizar.
El abordar un proyecto que tenga impacto real sobre el uso sostenible de cualquier recurso natural debe centrarse en un aspecto sobre la dinámica de la toma de decisiones de dichos recursos naturales, y buscar aquellos componentes críticos sobre los que diversas fuerzas, tanto internas como externas, inciden en el sistema, repercutiendo de manera negativa sobre el estado de los recursos.
A modo de conclusión, la reflexión aquí desarrollada no implica que cada investigación sobre temas ambientales debe adoptar un enfoque sistémico. Pero lo que la investigación sí debe considerar son los impactos potenciales de cualquier acción que se haga para usar o conservar un recurso natural. La propiedad de interconexión que presenta cualquier flujo de energía en un sistema nos debe de llevar a analizar las cosas de una forma holística. Este último argumento se sustenta en fundamentos científicos, no en valores sociales o preferencias individuales.
Gallopín, G. C. (2001). Science and Technology, Sustainability and Sustainable Development, Economic Commission for Latin America and the Caribbean. 30 pp
Bocco, G. y P. Urquijo. (2008). “La Geografía Ambiental como ciencia social. Los Giros de la Geografía Humana”, en Desafíos y Horizontes, pp. 313-327.
Bocco, G. (2010). “Geografía y ciencias ambientales: ¿Campos disciplinarios conexos o redundancia epistémica?” en Investigación Ambiental Ciencia y Política Pública, 2(2).
1 Especialista en recursos hídricos, pasante de doctor en Geografía en el Centro de Investigación en Geografía Ambiental (CIGA), UNAM. Correo: oscar.salvatore@me.com.
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