La industria del mueble se ha venido trasformando desde hace quince años. En un sentido estricto, muchos de los muebles que actualmente se venden como de madera no lo son. En la fabricación se han suplantado los escoples, espigas y ensambles por pijas y herrajes y, para el armado, es suficiente con tener un buen taladro y una llave de impacto de baterías.
Como en cualquier industria, esto es evolución. Mejores herramientas y mejores materiales. Las herramientas ofrecen cada vez más potencia o velocidad o comodidad o precisión, u ofrecen estar libres de cables y los materiales presentan cada vez más resistencia a polilla o incendios, un sinfín de apariencias y, sí, precios más accesibles.
Todo esto ha ayudado a aumentar la producción de muebles y, por consiguiente, la demanda, pues, hay que decirlo, la vida promedio del mueble actual es muy cercana a los diez años.
Esta evolución ha reducido la cantidad de polvo y solventes a los que habitualmente estaban expuestos cualquier carpintero o ebanista, además de disminuir los riesgos por el uso de múltiples herramientas eléctricas con motores de 2 a 5 hp de potencia, pues es muy común que ahora sean una o dos personas quienes se dedican a cortar los páneles y piezas de un futuro mueble y otro grupo de personas se ocupen del armado.
Hasta aquí, pues, todo bien. La idea romántica de los muebles para toda la vida y con ello la tradición de los muebles generacionales que incluso formaban parte del testamento de los integrantes más longevos de una familia ha sido fracturada y, nos guste o no, así es y ni está bien ni está mal, simplemente hay que adaptarse o resistir la tendencia.
Detengámonos un poco para hablar de otro tipo de muebles que también ha crecido en producción y demanda: los muebles de pallets o huacales. Su demanda ha sido tal que marcas como Ikea o Alameda han incluido muebles de diseño tipo pallet en sus catálogos.
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Mejoras en la forma y velocidad de la producción, minimización de riesgos, automatización del armado y ensamblado, menor cantidad de herramientas (inversión) para emprender un negocio propio, menor nivel de expertiz para desempeñarse como fabricante de muebles y materiales más económicos, pues todo bien con la evolución. ¿Qué podría ir mal?
Lo cierto es que los materiales para fabricar toda esta nueva línea de muebles son “reciclados” (prometo aclarar más tarde las comillas, pero avancemos y regreso a eso). Se usan todo tipo de desperdicios de madera para fabricar enormes placas de pedacería o polvo comprimidos. En ambos casos (pedacería y polvo), el procedimiento ayuda a que no se formen microorganismos y a reducir la inflamabilidad de las piezas. Entonces, resulta muy conveniente que todo lo que no se use de la madera o que cualquier mueble en desuso, en lugar de basura, se convierta en una hermosa pieza para fabricar algo nuevo y útil.
Antes que nada, hay que decir que la madera que más comúnmente termina como pedacería es la de pino; y segundo, que el pallet normalmente es madera de pino. En resumen, mucha de la madera de pino (además de que se sigue usando para fabricar muebles de manera tradicional, sobre todo, puertas y closets) forma o formará parte, de manera directa o indirecta, de los materiales con los cuales se construyen los nuevos muebles y eso se explica, principalmente, porque es una de las maderas más baratas. Entonces, ¿toda la madera de pino que ya no tiene uso termina o bien como pallet o como pedacería para fabricar las placas con las cuales se fabricarán muebles nuevos? Sí, además de un montón de madera nueva.
En un inicio (o sea, hace más o menos quince años) la demanda de los muebles fabricados con placas de pedacería o polvo compromidos era baja porque su calidad y durabilidad son distintas a las del mueble tradicional. Por entonces, la madera que se utilizaba para estos procesos, en efecto, era madera reciclada. Los muebles de pallet o huacales eran eso: muebles fabricados con madera vieja que había sido utilizada para transportar maquinaria o productos pesados y que encontraban un nuevo uso en los hogares. La demanda creció y con ello la producción no sólo de los muebles, sino de las materias primas. La práctica del reúso o reciclado ha dejado de ser común. En su lugar (me refiero a la práctica de usar maderas viejas o reciclar pedacería) se usa madera nueva como en las imágenes de los productos de Ikea y Alameda. Es decir, las empresas que se dedicaban a fabricar tarimas han aumentado su producción considerablemente, pues ya no sólo venden las tarimas a grandes empresas que desean transportar y estibar sus productos con mayor facilidad utilizando estas tarimas; ahora también es una práctica muy común que pequeños talleres de carpintería compren estas piezas para fabricar muebles con apariencia de reciclados antes de ser usadas para su función original, es decir, han dejado de ser recicladas. Por otro lado, la producción y consumo excesivo de muebles fabricados con placas de pedacería o polvo de madera ha acarreado consigo el mismo problema: la madera que terminaba en desperdicio ya no sólo es madera avejentada o proveniente de muebles averiados o desechados, sino también de madera nueva. Sirva decir que incluso las tarimas de madera vieja servían para ser procesadas tanto como muebles como pedacería.
No sé qué ocurra en otros países con esta evolución, pero en nuestro país lejos de que hablemos de una evolución sustentable en la industria del mueble ocurre, actualmente, lo contrario.
// La demanda, sobre todo de madera de pino, ha derivado en un aumento considerable en el número de aserraderos ilegales en la sierra de Chihuahua,
principalmente, donde ya se han presentado, además, conflictos armados por esta misma razón; es decir, se prevé como un nuevo modelo de negocio del crimen organizado.
El aumento de aserraderos ilegales trae como resultado la deforestación desmedida, la erosión del suelo y subsuelo y el daño de los ecosistemas. Disminuye considerablemente la posibilidad de reforestar y resulta prácticamente imposible tener un control sobre el consumo real de la madera, además de que disminuye el tiempo de vida de flora y fauna locales.
Los filtros de control de la venta de madera de pino son inexistentes. La caoba, el nogal y el cedro, por ejemplo, provenientes de aserraderos regulados, cuentan con una especie de matrícula que ayuda al control y a identificar la madera proveniente de la tala clandestina. Las tablas de pino no cuentan con ninguna matrícula o folio que permita identificar si provienen de aserraderos legales o ilegales. Si bien las madererías cuentan con los permisos y tramitan las licencias necesarias para la venta de la madera, para el caso de la madera de pino es casi imposible determinar si la madera exhibida proviene o no de un aserradero en regla.
El problema es un poco más extenso que el ecológico, económico y delincuencial. Esta sobreexplotación de la madera de pino (principal materia prima de negocios de carpintería) ha redundado en la disminución de la calidad de los trabajos de micro, pequeños y medianos fabricantes, ya que para lograr un acabado fino en muebles hechos con madera de pino se requiere que las tablas hayan sido estufadas y contengan entre 6 y 8% de humedad. Dada la demanda de madera de pino, las madererías han optado por vender tablas verdes (con mucha humedad) lo cual aumenta la probabilidad de que un mueble terminado se tuerza o desgaje, disminuyendo así la calidad del trabajo de un negocio pequeño, la posibilidad de mantener o encontrar nuevos clientes e incrementando los costos de garantía por reparaciones futuras.
1 Maestro en Salud Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Correo: tzinacatl@hotmail.com.
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