ANFORITA

Esbozo de epistemología moderna: Descartes y Newton sobre las relaciones ónticas y epistémicas entre el hombre y el mundo

Fernando Salcedo García1

Introducción

El hecho de que nos encontremos en constante relación con nuestro medio natural es una cuestión que comprende a un problema genuino que exige ser resuelto de la mejor manera posible: la pregunta por el conocimiento del mundo o, más específicamente, la pregunta de cómo es que el hombre concibe al mundo y cómo es que, de igual manera, concibe la posibilidad de acceder a éste. Llámese a esta cuestión “el problema del conocimiento”. Formulada así, esta cuestión implica tanto una ontología como una epistemología; se necesita saber qué es lo que se puede conocer para saber cómo es que se le puede conocer. De lo anterior se desprende que lo que debemos esperar (al menos en principio) de una buena respuesta al problema del conocimiento, es que pueda dar cuenta de qué son los objetos del mundo y cómo es que podemos tener acceso a ellos.

Dicho lo anterior, el presente texto expone un esbozo del intento que llevaron a cabo Descartes y Newton por dar respuesta a este problema del conocimiento.2 Es importante señalar que ambas cuestiones dieron origen a una imagende la naturaleza que se fijó y aceptó en determinado periodo histórico. Su gran importancia radica en que, como afirma Burtt, “es la imagen última que una era se forma respecto a la naturaleza de su mundo que es su posesión más fundamental. Es el factor último que controla cualquier pensamiento”3 (Burtt, 2003: 17).

Las cualidades propias de los objetos

Al fijar nuestra atención en un objeto, en nuestra mente surgen ideas que representan ciertas cualidades que encontramos en el mismo. Hablando con propiedad, estas ideas son producto de nuestras sensaciones. Así, podemos generar juicios que describan las ideas que concebimos respecto al objeto, por ejemplo, que cierto cubo que percibimos es de color rojo, o la idea de que su superficie no presenta asperezas, etc. Si bien intuitivamente creemos estar justificados al afirmar que estas cualidades son propias del cubo, Descartes afirmará lo contrario; para él, tales ideas son confusas y no hacen referencia a las cualidades reales que existen en los objetos. Es decir, tales ideas son solamente un producto de las sensaciones. Así, en sus Principles of Philosophy, Descartes mantiene que: “[L]as percepciones de los sentidos no nos enseñan qué es lo que hay realmente en las cosas” (Descartes, 2003: 33). Estas cualidades se conciben, pues, como atributos que no son capaces de mostrar qué son realmente las cosas, pues únicamente pueden ser adjudicadas a las sensaciones. Es en este sentido que se afirman como “cualidades secundarias” de los objetos; si éstas existen, también deben hacerlo, entonces, las “cualidades primarias”.

Las cualidades primarias las podemos concebir gracias a los estímulos que nuestros órganos sensoriales reciben por parte de los objetos y que se manifiestan en nosotros bajo la forma de ideas, como las de tamaño, forma, posición y movimiento. Siguiendo el ejemplo del cubo, podemos afirmar que tiene una magnitud específica, que presenta cierta forma y que podemos ubicarlo en el espacio siguiendo determinadas coordenadas. La idea general es que cada una de estas características es predicable de cualquier objeto existente en el mundo físico. Ahora, estas cualidades primarias pueden considerarse como universales, pues todos los objetos las presentan, mientras que las secundarias son meros atributos que pertenecen exclusivamente al objeto percibido y no pueden ser abstraídas de la misma manera. En términos generales, la aprehensión parcial de las cualidades primarias comprende únicamente la dimensión empírica de nuestro conocimiento de los objetos. No obstante, su aprehensión intelectual exige algo más que su mera percepción sensible; sin esta dimensión intelectual, paulatinamente se difuminaría la división que Descartes plantea entre cualidades primarias y cualidades secundarias.

Respecto a la correcta fijación de las ideas acerca de las cualidades primarias en la mente, Descartes afirma que deben poder concebirse de manera “clara y distinta”. A este respecto, de acuerdo con Dauler (1999), el entendimiento de estas propiedades implica dos cosas: a) la aprehensión de las cualidades primarias lleva a considerarlas como ideas generales o abstractas, no como siendo específicas de cuerpos particulares, y b) esta aprehensión no puede ocurrir únicamente por medio de los sentidos (a ello se debe el considerar la dimensión intelectual del conocimiento de las cualidades primarias).

Los dos puntos anteriores hacen referencia directa a la manera en que se deben conceptualizar las cualidades primarias, manera que claramente difiere del cómo concebimos las cualidades secundarias; éstas, al contrario, se nos presentan como “ideas confusas” o “poco claras”. Así, lo que realmente sucede es que aprehendemos a las cualidades primarias como existentes en los objetos del mundo, bajo la afirmación de que entendemos de manera clara lo que tales cualidades son, es decir, que “nuestro espíritu” logra aprehender correcta y totalmente tales ideas, lo que implica entender que son cualidades que todos los cuerpos realmente presentan. Esto quiere decir que para que puedan conceptualizarse como atributos reales y propios de los objetos, estas cualidades han de concebirse como ideas claras y distintas, lo cual supone el rechazo de cualquier cualidad que se presente de manera confusa en la mente, haciendo referencia, evidentemente, a las propiedades secundarias de los objetos.

Concretamente, lo que debe rescatarse de lo anterior son dos cosas: 1) la división que lleva a cabo Descartes entre los dos tipos de ideas que generamos a partir de nuestras experiencias del mundo, y 2) cómo es que podemos tener conocimiento de las cualidades primarias, las cuales son los atributos propios y reales de los objetos del mundo físico.

El acceso a las cualidades propias de los objetos

Al igual que en Descartes, la división entre cualidades primarias y secundarias de los objetos está presente en el pensamiento de Newton. Los objetos físicos están compuestos de partículas minúsculas e indestructibles que poseen características universales que son propias y verdaderas de todos los objetos de la experiencia. En sus Principia, Newton las caracteriza afirmando que son “[l]as cualidades de los cuerpos, las cuales no admiten ni intensión ni remisión de grados, y de las cuales se encuentra que pertenecen a todos los cuerpos dentro del alcance de nuestras experiencias, [y] deben ser estimadas como las cualidades universales de todos los cuerpos, cualesquiera que éstos sean”9 (Newton, 1846: 384).

Ahora, la manera en que se conciben estas cualidades primarias como ideas inherentes a todo objeto es diferente en cada uno de ambos pensadores.10 Newton únicamente menciona a la dimensión empírica de su conocimiento, y hace referencia directa a dos de los referidos atributos primarios, la extensión y la dureza. Afirma que:

[n]o hay otra forma de conocer la extensión de los cuerpos que por medio de nuestros sentidos, ni tampoco éstos llegan a todos los cuerpos; ya que percibimos extensión en todo lo que es sensible, entonces la atribuimos universalmente a todo lo demás. Que la plenitud de los cuerpos son duros es algo que aprendemos mediante la experiencia; y debido a que la dureza del todo surge de la dureza de las partes, nosotros, por lo tanto, inferimos justificadamente la dureza de las partículas individuales no sólo de los cuerpos que sentimos, sino de todos los demás cuerpos11 (Ibíd: 384).

A diferencia de Descartes, Newton parece otorgarle un papel fundamental a la experiencia sensible. Tampoco hace mención de las ideas generales como poseedoras de cualidades como la claridad y la distinción; es por medio de un razonamiento inductivo que la experiencia puede generalizarse de tal forma que atribuyamos una misma cualidad a la totalidad de los objetos del mundo. La cuestión en Newton es, por lo tanto, la del papel que juega la experiencia para poder afirmar la existencia de cualidades reales y propias de los objetos. En la medida en que “inferimos justificadamente” la posesión de estas cualidades, deben considerarse como universales e inherentes a los cuerpos mismos, lo cual vuelve inadecuada la tarea de abstraerlas de éstos.

Entonces, de acuerdo con Newton, ¿cuáles de estas características podemos identificar? Trayendo a colación al referido cubo color rojo, podemos percibir que es un objeto con extensión, es decir, que ocupa cierta cantidad de espacio. También percibimos que es un cuerpo duro e impenetrable. Finalmente, podemos afirmar que es un cubo capaz de moverse, ya sea por sí mismo o por la acción de otro cuerpo y que, además, posee una cualidad que Newton llama vis inertiae que permite que el cuerpo pueda permanecer en estado de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme, mientras no se le aplique una fuerza externa que pueda alterar su estado.12

De acuerdo a lo anterior y, considerando que, al parecer de Newton, todos los objetos están compuestos de partículas o átomos, el que posean las cualidades primarias descritas es gracias a que sus elementos constituyentes igualmente las poseen:

La extensión, dureza, impenetrabilidad, movilidad y vis inertiae del todo, es resultado de la extensión, dureza, impenetrabilidad, movilidad y vis inertiae de las partes; y, por lo tanto, concluimos que las partículas menores de todos los cuerpos también son extensas, y duras, e impenetrables, y movibles, y dotadas con su propia vires inertia13 (Ibíd: 385).

Por lo tanto, toda forma material, ya sea particular o compuesta, posee ciertas cualidades universales que podemos confirmar recurriendo a las experiencias sobre la materia.

Las cualidades primarias, para ambos autores, entonces, deben de poseer claridad y distinción. En el caso de Newton, la claridad y la distinción radican en que tales atributos puedan ser matematizables.14 Esto representa una manera a partir de la cual puede llegarse a una unificación epistémica sobre el mundo natural,15 pues una vez expresadas en términos formales, las ideas que representan a los atributos primarios adquieren un carácter distinto y, digamos, inconfundible, respecto a cualquier idea que represente cualidades poco claras de los objetos (en el sentido en que anteriormente Descartes lo afirmaba).

Siguiendo a Newton, pues, lo cognoscible de la naturaleza son los objetos físicos que ahí se encuentran, y que presentan tanto cualidades primarias como secundarias, siendo las primeras de éstas el principal objeto de estudio de la ciencia física y representantes de los atributos universales, verdaderos y propios de la materia. Es conveniente, ahora, hacer revisión de cómo es que Newton mantiene que nos relacionamos con tales objetos y de cómo es que concibe a las ya mencionadas cualidades secundarias.

Cualidades secundarias y el conocimiento mediado del mundo

Recordemos que en sus Principia, Newton declara que mantenemos experiencias directas con los objetos y, por lo tanto, tenemos acceso inmediato al conocimiento de las cualidades que éstos poseen. Sin embargo, en su Opticks expone esta relación entre hombre y mundo en un tono un tanto distinto. Sobre esto, Burtt advierte que:

[e]n el pasaje de los Principia […] y en donde sea que su empirismo no sea olvidado, Newton habla del hombre estando en contacto perceptual y conocimiento inmediato con los objetos físicos mismos –éstos son aquellos que vemos, escuchamos, olemos, y tocamos–, […] cuando, sin embargo, especialmente en su Opticks, trata más directamente de la relación del hombre con la naturaleza, es que descubrimos nuestro error16 (Burtt, 2003: 233).

Al igual que Descartes, Newton acepta que es el “espíritu” o “alma” (la mente) quien realmente tiene acceso a las cualidades de los objetos. No obstante, el alma no está en contacto directo o inmediato con sus objetos de conocimiento, pues está encerrada dentro del cuerpo en un área particular del cerebro, el cual se llama sensorio, cuyos movimientos o alteraciones son fomentados por los objetos externos, a partir de la excitación de los nervios propios de cada órgano sensorial (por ejemplo, los ojos en el caso de la vista). Como puede apreciarse, Newton concibe al conocimiento de los objetos como un entendimiento mediado, lo cual implica que el contacto entre los atributos de los objetos y la mente no se presenta inmediatamente, tal y como en un principio pudo entenderse. En estricto sentido, lo que realmente conocemos no son a los objetos mismos, sino únicamente las percepciones o imágenes que mentalmente concebimos de éstos, las cuales son transportadas hacia el sensorio por medio de nuestros órganos sensoriales.17

Podemos, entonces, concebir a la relación epistémica que guardamos con el mundo de la siguiente manera: los atributos de los objetos propagan ciertas vibraciones a través de un medio (por ejemplo, el éter o el aire), las cuales son recibidas por nuestros órganos sensoriales, cada uno de los cuales tiene cierta “preferencia por” o “tiende hacia” cierto tipo de vibraciones que presenta tal medio. Teniendo esto lugar, los nervios propios de cada órgano se encargan de transportar esa información al sensorio, en donde se concibe la idea de la cualidad que, finalmente, ha sido percibida. Es en este sentido, precisamente, que Newton habla de percepción de un objeto. Recurriendo a esta idea del conocimiento mediado, entonces, no tenemos conocimiento inmediato de los objetos físicos, tal y como afirma el empirismo que Newton presenta en su Principia.

La cuestión anterior permite, así, entender la concepción que Newton tenía acerca de las cualidades secundarias. Para esto, podríamos comenzar preguntándonos si es que debemos considerar a los colores (más propiamente, la coloración) como atributos propios de los objetos. La respuesta corta a esta consideración es “no”, y es que, de manera distinta a lo que intuitivamente podríamos pensar, los colores no son propios de los objetos, sino de la luz. Más específicamente, los colores son producto de distintos modos de acción de la luz sobre nuestros ojos. No obstante, no hay que concluir que los rayos de luz poseen ellos mismos una coloración, sino que lo que realmente sucede es que tienen cierto “poder” o “disposición” para excitar en nosotros la sensación de colores particulares que atribuimos a los objetos. Ahora, la disposición que se menciona, que es propia de los rayos de luz, permite propagar sus vibraciones a través del éter, de tal forma que los ojos generan una imagen del color en cuestión y la transportan, por medio de sus nervios, al sensorio.18

El punto que debemos enfatizar es el hecho de que

//las cualidades que atribuimos a los objetos, como los colores o los sonidos, existen únicamente en la medida en que nuestra mente puede recibir la información proporcionada por nuestros órganos sensoriales.

Entonces, estas cualidades, al igual que en Descartes, deben considerarse como secundarias, pues no son capaces de existir fuera de la mente en los objetos mismos, es decir, no forman parte de las cualidades reales y propias de los objetos físicos.

No debe olvidarse que para Newton podemos tener acceso a las propiedades primarias y secundarias a través de la experiencia de los objetos que las poseen. Sin embargo, la diferencia entre ambos tipos de cualidades radica en un grupo de consideraciones: 1) las cualidades primarias son las únicas que pueden ser expresadas en un lenguaje matemático que permite asumirlas como una forma de conocimiento expresable de manera intersubjetiva; 2) las cualidades primarias, por medio de razonamientos inductivos, pueden predicarse de todos los objetos del mundo físico; 3) las cualidades secundarias no son propias de los objetos, pues son producto de ciertas disposiciones de éstos para excitar nuestros órganos sensoriales, pudiendo, así, concebirse como percepciones en la mente; 4) las ideas secundarias, en tanto que dependen de nuestras capacidades sensoriales para experimentar a los objetos, pueden presentarse a nosotros como “ideas confusas”, es decir, sin claridad ni distinción.

Conclusión

La epistemología desarrollada por Newton, bajo su modalidad empirista, nos ofrece una respuesta que logró fijarse de manera profunda en la cultura y mente modernas, al proponer una teoría atractiva que explica cómo es que tenemos acceso a la naturaleza y, de manera no menos valiosa, a partir de qué elementos está constituida. Reafirmando las concepciones cartesianas que le antecedieron y caminando de manera (en su mayoría) paralela a ellas, Newton sitúa al ser humano como un espectador del mundo, como un ser capaz de ser (literalmente) impresionado por los fenómenos que tienen lugar dentro de su medio natural y a partir de los cuales puede concebir ideas respecto a su funcionamiento mecánico.

Sin negar injustamente la importancia histórica y filosófica que los esquemas expuestos anteriormente tienen, uno podría poner en duda si Descartes y Newton lograron verlo todo. Me refiero, propiamente, a la situación y al papel del sujeto en el proceso del conocimiento: ¿Su labor radica única y verdaderamente en ser un espectador inactivo, a la espera de los actos del mundo para poder describirlos, haciendo uso de las herramientas metodológicas que estén a su alcance, de maneras que encuentre satisfactorias, de acuerdo a ciertos estándares epistémicos, ontológicos y lingüísticos? Bajo una lente filosófica tradicional, las afirmaciones de estos autores forman parte de la idea aceptada respecto al rol del sujeto cognoscente. No obstante, ¿qué opinión ofrecería una filosofía de corte distinto, por ejemplo, una filosofía pragmática?

Referencias

Burtt, E. A. (2003). The Metaphysical Foundations of Modern Science (Dover ed.) Mineola, New York: Dover Publications.

Dauler, M. W. (1999). “Descartes on the Perception of Primary Qualities” en Ideas and Mechanism: Essays on Early Modern Philosophy. Princeton, New Jersey: Princeton University Press (pp: 26-40).

Descartes, R. (2011). “Meditaciones metafísicas” en Descartes II (trad. Jorge Aurelio Díaz) Madrid, España: Editorial Gredos (pp: 1-261).

Descartes, R. (2003). The Principles of Philosophy (10th ed.): Project Gutenberg.

Newton, I. (1846). The Metaphysical Principles of Natural Philosophy (1st american ed., trans. Andrew Motte) New York: published by Daniel Adee.

Newton, I. (1721). Opticks: Or, a Treatise of the Reflections, Refractions, Inflections and Colours of Light (3rd ed.) London.

Notas

1 Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Aguascalientes y maestrante de la Maestría en Humanidades (bajo la línea de Filosofía de las Ciencias y del Lenguaje), por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana. Correo: salcedogarcia91@gmail.com.

2 Siguiendo esta aclaración, en el presente escrito se consideran solamente los rasgos primarios y generales del pensamiento de Descartes y de Newton en torno al problema del conocimiento, por lo cual se deja fuera un análisis detallado de sus aportaciones.

3 “It is the ultimate picture which an age forms of the nature of its world that is its most fundamental posession. It is the final controlling factor in all thinking whatever”.

4 “[t]he perceptions of the senses do not teach us what is in reality in things”.

5 Como cualidad primaria, el tamaño debe entenderse como la condición de que todo objeto físico presenta un volumen específico. En este sentido, la idea de tamaño no debe entenderse en términos de “mayor o menor que” el volumen de otros objetos físicos, pues esto ya lo supondría como una cualidad secundaria.

6 En realidad, siguiendo los planteamientos de Descartes, no pueden ser abstraídas de ninguna manera pues, al ser estas cualidades “ideas confusas”, no pueden ser conceptualizadas.

7 De manera sucinta, una idea clara es aquella que inmediatamente se reconoce, lo cual supone que no puede ser confundida con otras ideas; una idea distinta es aquella que no contiene ningún concepto que no sea claro, bajo el sentido anterior.

8 Consideremos como ejemplo el siguiente fragmento de la “Segunda meditación” de las Meditaciones metafísicas de Descartes: “Tomemos, por ejemplo, este pedazo de cera […]: aún no ha perdido la dulzura de la miel que contenía, mantiene todavía algo del perfume de las flores de donde fue recogido; su color, su figura, su tamaño son visibles; es duro, frío, se toca y, si lo golpeas, dará algún sonido. […] ¿Qué es entonces lo que se conoce en este pedazo de cera con tanta distinción? No puede ser ciertamente nada de aquello que he notado en él por medio de mis sentidos, puesto que todas las cosas que caían bajo el gusto, o el olfato, o la vista, o el tacto, o el oído, han cambiado, y sin embargo permanece la misma cera. […] Considerémoslo con atención y, apartando todas las cosas que no pertenecen a la cera, veamos lo que queda. Ciertamente no queda sino algo extenso, flexible y mudable” (Descartes, 2011: 22-23).

9 “[t]he qualities of bodies, which admit neither intension nor remission of degrees, and which are found to belong to all bodies within the reach of our experiments, [and] are to be esteemed the universal qualities of all bodies whatsoever”.

10 Recordemos que, para Descartes, la posibilidad de conceptualización de las cualidades primarias tiene dos dimensiones: una empírica y otra intelectual. La primera de éstas consiste en la experiencia sensible que tenemos de los objetos; y la segunda, en la aprehensión clara y distinta de las tales cualidades generales en la mente.

11 “[w]e no other way know the extension of bodies than by our senses, nor do these reach it in all bodies; but because we perceive extension in all that are sensible, therefore we ascribe it universally to all others also. That abundance of bodies are hard, we learn by experience; and because the hardness of the whole arises from the hardness of the parts, we therefore justly infer the hardness of the individual particles not only of the bodies we feel but of all others”.

12 Entonces, las cualidades primarias de todos los objetos son la extensión, la dureza, la impenetrabilidad, la movilidad y la vis inertiae, y son aprehensibles por medio de la experiencia que tenemos de los cuerpos que las poseen.

13 “The extension, hardness, impenetrability, mobility and vis inertiae of the whole, result from the extension, hardness, impenetrability, mobility and vis inertiae of the parts; and thence we conclude the least particles of all bodies to be also extended, and hard, and impenetrable, and moveable, and endowed with their proper vires inertia”.

14 Es decir, expresados en el lenguaje de las matemáticas.

15 Es decir, objetividad del conocimiento acerca del mundo.

16 “[i]n the passage from the Principia […] and elsewhere when his empiricism is not forgotten, Newton speaks of man as being in immediate perceptual and knowing contact with physical things themselves – it is they that we see, hear, smell, and touch. […] When, however, especially in the Opticks, he treats more directly of man’s relation to nature, we discover our mistake”.

17 Para tener una mejor comprensión del anterior proceso, tomemos como ejemplo un fragmento de la Interrogante 23 (Qu. 23), del Opticks: “Is no vision permorm’d chiefly by the Vibrations of this Medium [aether], excited in the bottom of the Eye by the Rays of Light, and propagated through the [s]olid, pellucid and uniform Capillamenta of the optick Nerves into the place of Sen[s]ation?” (Newton, 1721: 328).

18 Fenómenos similares ocurren con otras formas de sensaciones que se presentan en nuestra mente: “For as Sound in a Bell or mu[s]ical String or other [s]ounding body, is nothing but a trembling Motion, and in the Air nothing but that Motion propagated form the Object, and in the Sensorium ‘tis a Sense of that Motion under the form of Sound” (Newton, 1721: 109).

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