EVENTOS

“Pertenecer a sí mismo” Entrevista con José Luis Cuevas en la UAA

Salvador Camacho y Arnoldo Morales1

En 1982, siendo estudiante de la Licenciatura en Educación en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, varios compañeros y yo publicamos una revista de la Federación de Estudiantes. Tenía un título nada original: Foro Universitario, donde expresamos nuestras ideas y nuestras críticas a la sociedad y a las autoridades de la institución. Tan atrevido fue el cuestionamiento de algunos compañeros que estuvieron a punto de ser expulsados injustificadamente de la universidad. En ese entonces, Arnoldo Morales y yo aprovechamos la visita de José Luis Cuevas –el “pintor de la ruptura”– a la Universidad Autónoma de Aguascalientes para hacerle una entrevista. Aceptó, no obstante que algunas autoridades universitarias y representantes del gobierno del estado que allí se encontraban no lo querían. José Luis Cuevas fue amable y atendió nuestra inesperada y repentina invitación.

Se había llevado a cabo la inauguración de los cursos de Extensión Universitaria organizados por la UAA y FONAPAS, y el rector había invitado al destacado pintor y polémico intelectual para que estuviera presente. En su discurso, el rector dijo que una de las funciones principales de la Universidad era ofrecer a la población del país las diversas manifestaciones de la cultura, así como atender el derecho que dicha población tenía de recibirlas para poder, de esta manera, apartarnos del “patrón elitista actual, que forma inevitablemente una casta no siempre con una clara conciencia social”. Seguramente, frente a José Luis Cuevas, quien asumía posturas liberales y de izquierda, el rector quiso mostrar un pensamiento que en realidad no tenía.

Por la relevancia que hoy tiene recordar a un hombre clave en la cultura de la segunda mitad del siglo XX mexicano que participó en política y que falleció el pasado 3 de julio de 2017, es que se publica esta entrevista realizada hace 35 años.

Salvador Camacho Sandoval



Ciudad Universitaria, UAA, Aguascalientes, México, 1982

Concluyó la participación amena y eufórica del pintor mexicano José Luis Cuevas y, alejado por un momento del grupo de autoridades y demás invitados, ahora se encuentra frente a nosotros, con su peculiar individualismo exacerbado. Está sentado, en un apartado salón, junto a compañeros interesados en escuchar su dramatismo y su aguda ironía. De ojos verdes, chamarra negra y pedazos de cuero en las canillas, espera a que comencemos con las preguntas.

  • Antes que otra cosa, ¿quién es José Luis Cuevas?
  • [Risas]
  • Esto se ha preguntado mucho, pero a través del tiempo José Luis Cuevas no es el mismo.
  • ¡Ah! Claro. Mira, desde hace tiempo he venido escribiendo una autobiografía. La primera parte se publicó cuando yo todavía no cumplía treinta años y es tan sólo una serie de referencias a mis recuerdos de infancia. En ella traté de demostrar que en realidad el hombre es el hijo del mundo, sobre todo tratándose de los pintores y escritores […] de los artistas en general. Esto quiere decir que las primeras impresiones, las cosas que primero ves, las primeras vivencias, serán definitivamente muy importantes para tu desarrollo, para lo que harás después. De manera que esto, que en inglés se llamó “Recuerdos de infancia”, era más que nada para dar una especie de orientación sobre de dónde surgían mis temas o mi forma de ver la vida, y de reflejarla a través de mis cuadros.
  • Tú me preguntas, ¿quién es José Luis Cuevas?, y entonces yo reflexiono. Estas preguntas se las hace uno prácticamente desde que se es muy pequeño. La primera vez que me pregunté quién soy fue precisamente en la sala de la casa donde yo nací, en “El Callejón del Triunfo”. Me veía frente a ese espejo y surgía esa pregunta que en realidad se hacen todos los niños, en especial aquellos que tienen una especie de sensibilidad artística. Y la respuesta la están dando a través de su obra, sea ésta pintura o poesía, ¿no? Yo creo que ésta es la mejor forma que podríamos nosotros definir el arte en su múltiples manifestaciones.
  • Si tú pertenecieras a algo o a alguien, ¿a quién o a qué sería?
  • Bueno, definitivamente nunca me ha ocurrido pertenecer a algo o a alguien o ser regido por alguien […]. Creo que ésta debe ser voluntad de cualquier gente que realmente busque o luche por la libertad, ¿no? No hay que dejarse regir de ninguna manera ni pertenecer a alguien. Uno debe pertenecer a sí mismo y de alguna forma ejercer influencia en la sociedad a la que uno pertenece. Creo yo que si pensamos en la idea de ser recogidos por alguien, entonces estamos pensando, más que nada, en una dictadura […], en un mundo fascista.
  • Si tú crees en Dios, entonces ¿cuál crees que es la función que te asignó?
  • Bueno… mmm… la pregunta no te la puedo contestar porque soy definitivamente ateo… Tú sabes, ¿no? De manera que esa idea angustiosa que pueda yo tener por la muerte se deba también al hecho de pensar en la idea de la nada, cosa verdaderamente terrorífica. El saber que uno existe únicamente durante un lapso de tiempo y después no vuelve uno a nacer, no vuelve a vivir, el no enfrentarse precisamente a Dios sino a la nada, es angustioso. Está más bonito pensar en un infierno. [ríe]
  • Se puede decir que José Luis Cuevas para realizar o para pintar, habita en un lugar especial.
  • No, en realidad yo habito en diferentes lugares. Tengo lugares de trabajo en Nueva York, en París en la Ciudad de México.
  • Digamos, en un estado mental…
  • Si hablas ya de un estado mental, mi país está siempre dentro de mí. México, de alguna forma, sigue ejerciendo una poderosísima influencia. Estar yo en París no significa que voy hacer un arte a la manera de los franceses, ni al estar en Nueva York me voy a dejar llevar por las modas impuestas en ese lugar. Lo importante también en esto, cuando se viaja, cuando se vive en diferentes países, es permanecer de alguna forma intacto en sus origines, en sus tradiciones. Mis influencias más poderosas continúan siendo las del arte precolombino mexicano.
  • //Esto no quiere decir que un artista, a pesar de tener unas raíces nacionales tan profundas, no vea lo que es el mundo, no acepte de alguna forma las enseñanzas que el arte de otros países pueda ofrecerle; de lo contrario, sería un artista de puertas cerradas.

    Cuando hice una exposición, la última que hice en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, eran obras que habían sido traídas de México en diferentes momentos, y todas estas obras habían sido realizadas en Europa. Se habían hecho en Alemania, Madrid, París y Barcelona, y viendo ya en conjunto la exposición, veía y sentía la influencia siempre persistente del arte mexicano. Sin embargo, también la obra realizada en Alemania tenía un extraño sello alemán que yo mismo advertí en el momento en que las había hecho. Y esto sucede por el sólo hecho de desplazarse, de estar en otra ciudad, de ver otra gente, de estar expuesto a otro tipo de artes. Lo mismo sucedía con las obras realizadas en Madrid o en Barcelona. Así pues, de alguna forma se dejaba sentir el medio en el que las pinturas habían sido realizadas, pero lo interesante es que siempre conservan su raíz nacional.

  • ¿Cuál crees que es el siglo que se le negó a Cuevas? Con esto queremos decir, ¿en qué tiempo, en qué año de nuestra era crees que debió nacer José Luis Cuevas para tener un encuentro mayor con el arte?
  • Definitivamente me considero privilegiado de haber nacido en el siglo XX. Este siglo ha sido verdaderamente extraordinario en lo que se refiere a grandes cambios en el mundo del arte, también en el mundo social. Yo no cambio mi siglo XX por otro siglo. Además, ubicado yo dentro de este siglo tengo la influencia de otros siglos que fueron importantes; por ejemplo, el Renacimiento o el Pre-renacimiento han influido poderosamente en alguna etapa de mi formación, pero la visión que yo pueda dar de las obras de los artistas de otras épocas, pues será siempre la visión de un hombre del siglo XX, ¿no? Picasso es otra persona a quien miramos con sus constantes viajes al pasado a través de su obra, siendo un producto típico del siglo XX. A veces, Picasso amanece un poco con el espíritu de Eugène Delacroix y hace una serie de cuadros en homenaje a Delacroix, o amanece con el espíritu un poco de Velázquez y entonces hace toda la serie de versiones sobre las Meninas de Velázquez.
  • ¿Tú te identificas con esto, con ese sentimiento?
  • Sí, claro. El hecho de ser producto del siglo XX te hace ser al mismo tiempo poseedor de muchos otros momentos del arte.
  • Cambiando un poco de tónica, ¿para ti la función del trabajo del artista se explica y se justifica como actividad social?
  • Antes que nada, la actividad artística es una actividad privada, definitivamente. Es privada, pero al mismo tiempo, podríamos decir, contaminada. Privada en el sentido de soledad, de aislamiento en la que se está expresando una serie de cosas de tipo privado. Pero la privación está a su vez contaminada del mundo exterior, de las cosas que has ido viviendo, de las cosas que te han ido afectando. Lo que yo creo es que no puede haber una actitud a priori, es decir, creer que nosotros vamos a hacer un arte social, por ejemplo, al tratar de expresar en un momento determinado los sentimientos que en mí han producido… digamos los acontecimientos de Tlatelolco, el asesinato masivo del 68. Si es así, más que nada, estoy cayendo en una actitud de tipo periodístico al tratar de reflejar en esta forma algo muy importante. Eso no quiere decir de ningún modo que los acontecimientos no te afecten, pero no te puedes imponer eso como una especie de disciplina. Yo creo que a veces los artistas trabajamos sobre el pasado más que sobre el presente.
  • ¿Al trabajar en soledad te expones mucho a que tus crisis influyan en tu obra? Porque no me imagino yo que no tengas crisis.
  • Sí, por supuesto. Yo pienso que absolutamente todas las crisis influyen. Mira, en los artistas como que no hay desperdicio, todo lo vivido es una cosa que de alguna forma queda reflejada. Nuestra misma visibilidad, por ejemplo, de algún modo está siendo reflejada en el trabajo diario, nuestras inseguridades frente al medio en que vivimos también queda reflejado en las obras, incluso la frivolidad se refleja, y eso lo demostró Picasso en la época más frívola de su existencia, que fue cuando estuvo casado con la bailarina rusa Olga. Picasso empezó a asistir a grandes fiestas y a disfrutar del éxito. Hay fotos de él en donde aparece de smoking y su esposa elegantísima, formando parte del Jet Set europeo de esa época. Entonces es un momento... digamos peligroso para Picasso, porque se entrega demasiado a este tipo de vida, pero extrañamente esa frivolidad la refleja en sus cuadros. Son los retratos de Olga que está sentada, y aparentemente estos cuadros frívolos se conciben como superficiales, pero en realidad están reflejando un momento de trivialidad por el que Picasso está pasando y por el que nunca había vivido. Así, Picasso vive la frivolidad y pinta la frivolidad, pero la pinta como un gran artista que es, como la pudo haber reflejado en la literatura Marcel Proust.
  • Podrías hablarnos un poco sobre la pintura de José Luis Cuevas para el pueblo y no para los banqueros
  • Queda eliminada la idea de que es para los banqueros, ahora exbanqueros, por aquello de la expropiación, y esto es absolutamente comprobable, pues nunca han comprado obra mía, les molesta. En marzo, cuando se llevaron a cabo las exposiciones en varios puntos de la Ciudad de México, insistí mucho en que se incluyeran ciertos barrios populares, barrios muy próximos al barrio donde nací; por ejemplo, el barrio de Peralvillo, en donde hay una galería. Se trataba de abarcar los cuatro puntos cardinales del D.F., y les puedo decir que donde encontré una mayor identificación del público fue precisamente en estas galerías populares: se tuvo una gran asistencia y había una mayor comunicación con las personas. En cambio, en las galerías de la Zona Rosa, por ejemplo, asistían señoras muy elegantes, con abrigos de pieles y todo eso, y la única comunicación era la de: “¿Cuánto vale esto? ¡Oh no, está muy caro!”... en fin, preguntaban pero no compraban.

 

  • Para terminar ¿alguna pregunta que quieran hacer los compañeros que aquí nos acompañan?
  • Yo nada más comento aquello que decía Raquel Tibol: ¿Por qué en un país de colores tú pintaste en blanco y negro?
  • Bueno, yo lo diría al revés: ¿Por qué en un país de blanco y negro muchos pintan colores? México es un país en blanco y negro, definitivamente… ¡Qué colores ni qu
  • é nada! Eso es tomar el aspecto superficial. A mí se me hace completamente lógico trabajar con el blanco y el negro y, por el contrario, me parece mentiroso tener que usar colores.
  • El día que vi la exposición como que de repente me dio la impresión de que muchas de las caras que pintas y dibujas tienen formas o quieren similar animales.
  • Están metamorfoseados en muchas cosas las caras que viste ahí de los autorretratos. De repente son corazones llenos de arterias, y todo eso suena lógico porque en ese momento mi preocupación era mi problema cardiaco… Dicen que cuando uno se va a morir hay recuerdos de todo lo que se ha visto.

 

  • ¿Hay algo más?, un mensaje antes de que te retires, para los universitarios, si es que lo tienes.
  • Bueno, mira, mandar mensajes es algo definitivamente muy pedante. Mensajes no, saludos y actos solidarios, sí.
  • Bien ¿qué iría tras ese saludo?
  • Ése es un saludo lleno de afecto y de solidaridad.
Notas

1 Morales Arnoldo y Salvador Camacho, “Con José Luis Cuevas. Entrevista”, Foro Universitario. Órgano de Difusión de la Federación de Estudiantes de la UAA, N° 4, Aguascalientes, México, 1982, pp. 22-25.

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