El Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018,¹ documento encargado de guiar las acciones de gobierno durante el presente sexenio, establece las Metas Nacionales que deben dar rumbo al país así como los objetivos, estrategias y líneas de acción para avanzar hacia un “México Próspero”. El Plan Nacional de Desarrollo establece cinco Metas Nacionales que son el marco para elaborar los Programas de Gobierno. La Meta III es lograr un México con Educación de Calidad y el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación 2014-2018 (PECiTI)² se desprende del Objetivo 3.5 de dicha meta. Éste a la letra dice: “Hacer del desarrollo científico, tecnológico y la innovación pilares para el progreso económico y social sostenible.” Los objetivos, estrategias y líneas de acción del PECiTI atienden a la evidencia empírica que demuestra que las sociedades que ponen al conocimiento en la base de su transformación y desarrollo acceden a mejores niveles de bienestar. Para conseguir el objetivo mencionado se siguen cinco estrategias:

• Estrategia 3.5.1. Contribuir a que la inversión nacional en investigación científica y desarrollo tecnológico crezca anualmente y alcance un nivel de 1% del PIB.
• Estrategia 3.5.2. Contribuir a la formación y fortalecimiento del capital humano de alto nivel.
• Estrategia 3.5.3. Impulsar el desarrollo de las vocaciones y capacidades científicas, tecnológicas y de innovación locales, para fortalecer el desarrollo regional sustentable e incluyente.
• Estrategia 3.5.4. Contribuir a la transferencia y aprovechamiento del conocimiento, vinculando a las instituciones de educación superior y los centros de investigación con los sectores público, social y privado.
• Estrategia 3.5.5. Contribuir al fortalecimiento de la infraestructura científica y tecnológica del país.

Según datos del Banco Mundial, como se observa en la siguiente tabla, aun cuando se han hecho esfuerzos por avanzar en ciencia, tecnología e innovación (CTI), México sigue siendo uno de los países con menores recursos invertidos en el sector y con menor cantidad de investigadores en relación con el número de habitantes. De la tabla se desprende que los países miembros de la OCDE (de la que México forma parte), el histórico de inversión en CyT es de 2.4%; países como Alemania, Dinamarca, Finlandia, Israel, Corea, Suecia, Estados Unidos y China son quienes más recursos invierten por arriba del 2.7% de su PIB; otros países como Turquía, España, Rumania y Bulgaria aportan más del 1%. Y, finalmente, naciones como Argentina, Chile, Cuba, Egipto, Letonia y México, dedican menos del 0.6% de su PIB al desarrollo e innovación científica y tecnológica de sus países.

Por otra parte, el Informe de la Unesco sobre Ciencia hacia 2030, en su sexta edición presentado en febrero de 2016 en la sede del Conacyt,³ da una visión de este sector en 108 países en el periodo 2009-2014. El reporte señala que si bien la inversión gubernamental en México aumentó en porcentaje del PIB, la participación de la iniciativa privada cayó en el mismo periodo, la cual debe incrementarse. Autoridades del Foro mencionaron que para que México compita a escala global, la inversión del gobierno tendría que multiplicarse en los próximos años por un factor de dos, y la privada de 10 a 15 veces más.⁴ En el caso de los académicos, en el mundo hay un equivalente a un investigador por cada mil habitantes, cuando en México hay poco más de 23 mil investigadores⁵ por los más de 130 millones de personas. Esto eso, deberían haber al menos 130 mil científicos para estar en proporción con las escalas internacionales.

Enrique Cabrero, director general del Conacyt, manifestó que México debe dejar de ser una nación productora de manufactura para convertirse en una generadora de economía del conocimiento. Cabrero informó  que “la inversión en ciencia y tecnología que ha hecho la actual administración, no tiene precedentes en el país y ha pasado del 0.43 por ciento del Producto Interno Bruto en 2012, al 0.57 en el último año”, aseguró.⁶   El titular del Conacyt informó que la inversión del Gobierno Federal para 2016 al sector de CTI sería de 91 mil 650 millones de pesos, lo cual representa un aumento de 4 mil 251 millones de pesos respecto al año pasado. Por otro lado, en materia de formación de capital humano, informó que el sistema Nacional de Investigadores (SNI) ya cuenta con 23 mil 203 miembros y se espera que al término de 2016 la cifra aumente a 25 mil 072 integrantes. Del mismo modo, el número de becarios en 2015 fue de 61 mil 296 y en 2016 se estimaba apoyar a 58 mil 290.⁷

Sin embargo, a estas alturas de 2017 se observa que lejos de lograrse la meta de alcanzar una inversión nacional en investigación científica y desarrollo tecnológico de 1% del PIB, se ha mantenido un 0.57% que incluso ha sufrido recortes que han afectado directamente el presupuesto en este rubro. Ello ha incidido gravemente en programas y fondos que resentirán la disminución de los recursos. Esto significa que habrá dinero para pagar a investigadores y estudiantes, pero no para financiar sus proyectos de trabajo, lo que reducirá significativamente su margen de acción. Otro aspecto negativo será el hecho de que se dejarán de crear plazas de profesores e investigadores, en un país con una matrícula creciente de estudiantes de nivel medio superior y superior que requiere recursos humanos para su formación.⁸

Además, si comparamos tan sólo los 35 mil millones de pesos “desviados” por el exgobernador Duarte del presupuesto de Veracruz, frente a los 91 mil millones asignados para Ciencia y Tecnología para todo el país, observaremos que más de la tercera parte de dicho recurso público se pierde por corrupción. Es insoslayable aceptar que la corrupción es el problema más grave que enfrenta nuestro país.

//Es urgente, entonces, tomar conciencia de la necesidad de priorizar en la agenda pública la inversión en investigación en CyT y generar una mayor asignación del gasto público y una efectiva fiscalización y rendición de cuentas.

Pues, si bien la ciencia y la tecnología nunca han sido pilares del desarrollo histórico nacional, actualmente los esfuerzos serios de académicos, científicos e instituciones públicas y privadas dedicadas a la investigación en CyT precisan de un apoyo sustancial e incondicional para explotar el enorme potencial con que se cuenta. Estos esfuerzos genuinos por el desarrollo de la ciencia en beneficio de la población no pueden verse minados u obstaculizados por intereses mezquinos o particulares que nos empobrecen en todos los sentidos.

En opinión de Omar Suárez, doctorante en el Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (Unidad Oaxaca) del Instituto Politécnico Nacional, “actualmente la ciencia mexicana vive su mejor momento, y la disyuntiva es desarrollarla cabalmente o condenarla al atraso y a la pérdida de una oportunidad única mediante una mayor reducción de dinero para este sector. La sociedad debe asumir un papel preponderante exigiendo la mejor distribución de los recursos recaudados para el beneficio de las mayorías”.⁹