Se trata de la adaptación cinematográfica del libro homónimo de Timur Vermes, la cual se estrenó en salas en 2015. La premisa es simple, una pregunta que no pocas personas nos hemos hecho en torno a algún personaje histórico: ¿y qué pasaría si viviera los tiempos actuales? En este caso el personaje es Adolf Hitler. El género lo hemos visto ya en otras producciones como Borat y Brüno, una mezcla de comedia con falso documental, donde no todos los participantes son conscientes de su participación en el largometraje. El director en este caso es David Wnendt.

A los pocos minutos transcurridos, estaba plenamente convencido de que había elegido una buena opción para pasar la tarde. A manera de ironía se comienzan a plantear algunos temas actuales, sobre todo de política que, si bien fueron relevantes hace tres años, hoy en día no han dejado de estar sobre la mesa.

Pues resulta que en pleno año 2014 y sin que exista alguna explicación, el Fhürer, interpretado por Oliver Masucci, despierta retornado de su muerte en pleno Berlín, buscando, al igual que nosotros, quién le explique semejante fenómeno. Desde el principio, el personaje nos conquistará con sus elucubraciones que intentan explicar la loca realidad a la que se enfrenta, y conforme se va dando cuenta de lo que sucede, sus interpretaciones de la situación actual nos divertirán aún más.

Poco a poco somos testigos de cómo, a su manera, se adapta a una nueva realidad mientras que trata de comprenderla y, desde luego, al ser quien es, de dominarla. De gran ayuda le resulta ser la última oportunidad de Fabian Sawatzki, fracasado reportero de un canal televisivo para recuperar su empleo y evitar que –su ya de por sí triste vida económica y social– no colapse.

Gracias a las luchas de poder en la organización del canal, el particular par consigue uno: salvar patéticamente su carrera y el otro: darse a escuchar, ser una voz pública que tras la comedia profiere fervientemente sus ideas sobre la modernidad mezcladas con sus bien conocidas intenciones para la Alemania actual.

//Todos le escuchan y ríen, y quizá tras la carcajada, le creen y le apoyan.

Es en este proceso donde consigue fiel respaldo de Katjia Belini, con quien desarrolla una curiosa relación de beneficio mutuo. No tan beneficiado resulta Fabián, aunque al menos consigue el romance de la linda señorita Krömeier, de quien se encontraba platónicamente enamorado. La abuela de Krömeier es un personaje de aquellos que podrían parecer mero contexto, pero no hay que perderla de vista, pues poseen sus palabras el mensaje principal.

Resulta particularmente atinado el guiño a las películas biográficas que se han hecho en los últimos años, y que la mayoría de nosotros estamos familiarizados con el tema gracias a los memes y los videos “virales”, aspecto que este film sabe tratar muy bien. Finalmente, surgen los contratiempos, sin embargo, Katya y Adolf salen muy bien librados del asunto.

En todo momento se va en camino de una hilarante línea cómica, aunque no deja de mostrarse la gran virtud de este tipo de largometrajes: manifestar tal cual la opinión pública acerca de un tema. La exageración de un tema tabú, en este caso el nazismo, por una parte lo ridiculiza, lo aligera y esto hace que existan películas como ésta, que finalmente nos muestran que los alemanes se encuentran listos para hablar de un tema tan delicado para ellos. Pero, por otro lado, aunque no por sí misma, lo normaliza, y hace que ante esta normalización del fascismo surjan muchas actitudes que van desde la incredulidad o la risa, a las que emanan de los verdaderos sentimientos y actitudes negativas de quien se lo toma en serio, y eso es lo más valioso que ofrece esta película.

Es en las escenas improvisadas, las entrevistas e interacciones que el dictador tiene con la gente, donde se dejan ver muchos comentarios reales de racismo, xenofobia, conservadurismo radical, ignorancia. Todos los antiguos recelos que en 1933 le dieron poder al movimiento nacional socialista nos demuestran que siguen allí, que nunca han dejado de estar presentes y más ahora, en plena crisis de refugiados, han salido a la palestra.

Con esto nos plantea lo realmente fácil que lo tiene el dictador, en este caso ficticio, para tomar el poder político. Nos explica muy bien el ascenso de las ideologías de extrema derecha a nivel mundial, lo vemos ante nuestros ojos entre risas e incredulidad.

La escena final dice mucho, a mi parecer es el broche de oro que cierra esta obra, pues nos muestra con reacciones reales cómo

//el mundo camina sobre el borde de una situación tan tensa que cada vez es más proclive a la catástrofe, si no es que ya la vivimos. Y ante esto, el Fhürer, bien podría pasear impune, con todo a su favor.