Cuando uno escucha teatro, lo primero que se le viene a la cabeza son vestuarios coloridos y personas/personajes diciendo bellos textos de un maravilloso dramaturgo que un director decidió ponerlo en escena y, a su vez, piensa en hechos ficticios que son alejados de la realidad o de nuestra realidad.

Empecemos por definir qué es ficción. Según la RAE (Real Academia Española), es la acción o efecto de fingir. A partir de la definición anterior me nacen dos preguntas: ¿la vida no está llena de acciones?, ¿qué acaso no estamos todo el tiempo en acción? Como, por ejemplo, yo en este momento estoy ejecutando tres acciones: escribir, pensar e intentar abrir el diálogo con el lector de estas líneas.

Estas acciones son meramente verídicas y reales. Muestra de ello es la huella que deja este breve texto. El otro cuestionamiento es: ¿en el teatro se finge, o es real lo que sucede en escena? En este punto es preciso pensar en que el actor, cuando se sube al escenario, sigue siendo por un lado humano y, por otro, una entidad activa (como presencia) que ejecuta acciones. Entonces, la ficción puede que no haya existido, o tal vez existió.

Quiero creer que en aquellos tiempos en donde se sentaban alrededor de una fogata podría existir el hecho de ficción, porque la ficción no existe en la acción. Esta última es un hecho que sólo está en la imaginación y, por lo tanto, es un hecho meramente metafísico, ambiguo y susceptible a interpretación. Mencionado lo anterior, entonces el hecho teatral no es tan ficticio como creíamos.

Desde la Antigua Grecia, el teatro era un agente de cambio, un reflejo de la sociedad, pues representaba los errores, mentiras y vicios del pueblo. De allí que sería oportuno apostar a un teatro que represente en nuestra actualidad una sociedad tan llena de agentes como los anteriores. No sería oportuno comenzar a dejar de lado a los clásicos y a pensar en acción éticamente,² y hacer el reflejo del entorno. Pensemos en el trabajo del actor como actividad/activismo social para transgredir y abonar a un cambio, ya no digamos social. Meditemos sobre un cambio de conciencia que abra un diálogo estrecho y oportuno con el espectador que lo transforme.

En este preciso momento, en la cabeza del lector existirá una pregunta: ¿cómo? La respuesta tal vez no la tenga yo con certeza, pero a lo que sí le puedo dar luz es que

//se puede dialogar con el entorno y el espectador.

Lo anterior elaborando canales de comunicación performativos que transgredan la conciencia y brinden una salida (porque no sólo es transgredir por mera ocurrencia), que dé una luz o una posible solución a la dinámica planteada extraída del entorno, porque la materia prima del teatro es el entorno.

Siguiendo con el viaje en el pasado, nos encontramos con la danza Butoh, que provenía de uno de los hechos más violentos y devastadores que ha vivido la existencia humana, y aquí dejo una pregunta para su reflexión: ¿acaso se usan palabras, o se usan historias en ella? Nadie que haya presenciado un evento de esta naturaleza puede negar su potencia. Ésta no existe en el discurso sino en la metafísica de la acción, del canal de diálogo que se pueda desatar con el espectador. A partir de lo anterior mencionado, ¿no son acaso los sucesos de nuestra actualidad un hecho catastrófico?, por lo que sería importante plantear un diálogo diferente con el espectador que abra ese canal de comunicación tan sincero y puro que sólo la acción y la representación del entorno puede desatar.

//Si en la actualidad seguimos pensando en el teatro como un hecho mercadológico, esto sólo nos quiere decir que está perdiendo su capacidad articuladora como arte, así como su posibilidad de potencia transformadora.

Hay teatro para todo y todos. El problema existe cuando se disminuyen las propuestas que tiendan al encuentro con lo humano y que planteen soluciones, y otra vez más, acciones lo más alejado a lo mainstream.

Puede ser que lo que propongo aquí sea una mera ocurrencia, pero es también importante pensar en las posibilidades que nos lleven a encontrar una mejor forma de comunicación como seres humanos.