DOSSIER

¿Puede haber extrema derecha en México?

Enrique Halder Castillo1

Hay países que son imaginados como termómetros. La medición de algunos de los eventos más significativos que durante siglos han sucedido viene precisamente de lo que pasa en estos países. En Europa, durante algunas décadas del siglo pasado, fue España; en Asia, Japón; en América ha variado con el tiempo, pero si hablamos de la América hispanohablante, México es un buen ejemplo.

España vivió durante el inicio de la segunda década del siglo XX lo que después se convertiría en la lucha ideológica más fuerte de las últimas décadas. La segunda República Española y el golpe de Estado que sufriría desencadenando una guerra civil, fue el termómetro de lo que sucedería en Europa en los años siguientes. La aparición de movimientos fascistas a la par de Italia y el nazismo alemán fueron y han sido ejemplos para definir el siglo XX, al menos la primera mitad. Estudiados desde muchos puntos de vista, estos totalitarismos son los creadores de las definiciones políticas democráticas de las últimas décadas.

En Asia lo mismo sucedió con Japón, que durante inicios del siglo XX se vio fortalecido como un país con un gran potencial económico e industrial resultado de su fuerte y creciente economía. De esta manera, son estos algunos ejemplos sobre su cualidad como termómetros de los sucesos en determinadas regiones del mundo.

En América, un continente con una gran diversidad, no hay excepciones. Desde la creciente campaña de influencia de los EE. UU., hasta el papel discreto pero importante de países como Brasil, Argentina, Colombia, y en definitiva, México, son y han sido los termómetros continentales en distintas épocas. ¿Qué relación hay entre lo que sucede en Europa y lo que puede acontecer en América? ¿En Asia?, o en ¿África? Incluso en la lejana Oceanía.

Es conocido que durante las últimas dos décadas ha crecido en Europa el desencanto con la Unión Europea, ha aparecido un buen número de representantes de la clase obrera, con el distintivo de ser partidos de ultraderecha, conservadores, euroescépticos, eurofóbicos e incluso, xenófobos.

Ejemplos hay muchos, en Alemania, Francia, Italia, Suecia, Finlandia, España, Holanda, Suiza, etcétera. Los partidos registrados en los últimos 10 años han sido en su mayoría partidos que van desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, siendo estos últimos los menos, así lo reconoce el European Council on Foreign Relations (ECFR).2 Tomando esto en cuenta, junto con los últimos acontecimientos y posicionamientos en el poder de partidos de extrema derecha que poco a poco han ido ganando en la clase obrera a los adeptos olvidados por la izquierda, cabe preguntarse: siendo estos países los termómetros históricos de algunas partes del mundo, ¿influirán fuera de sus fronteras? De ser así, ¿de qué forma?

Apenas el año pasado en Brasil, uno de los países que durante años fue considerado como un faro para los partidos de izquierda a nivel mundial, fue electo Jair Messias Bolsonaro, miembro del Partido Progresista brasileño.3 El otrora presidente de la cámara de diputados irrumpió en la presidencia brasileña, ganando las elecciones del país sudamericano de mayor densidad poblacional en el continente. El ahora presidente brasileño cuenta con un sinfín de polémicas en su trayectoria política, desde declaraciones homofóbicas hasta prometer autorizar el uso de la fuerza letal en contra de delincuentes. Su pasado militar es parte de esta línea discursiva que expresa y justifica el uso de la fuerza para controlar a un país que “necesita una lucha moral entre el bien y el mal”.4

En Latinoamérica, los gobiernos militares no son cosa nueva. Desde hace décadas se ha visto un desfile de personal castrense posicionarse como los máximos dirigentes de los países en el continente, teniendo en algunos casos, resultados catastróficos. Dicho esto, ahora el cuestionamiento principal es,

//¿esta nueva ola de gobiernos de extrema derecha seguirá creciendo?

A falta de un análisis más profundo, las primeras señales indican que el descuido y la imposibilidad que han tenido algunos gobiernos y sistemas económicos de proveer una calidad de vida aceptable han orillado a las clases populares a votar por estos gobiernos que, como generalmente lo hacen los gobiernos totalitarios, utilizan el miedo como factor de influencia.  Ello principalmente en temas de seguridad, empleo, salud, el impulso por la protección de un mercado interno5 y, por último, religión, que está ahora involucrada con un discurso xenófobo importante.

En Finlandia, por decir un caso, el “Partido de los Auténticos Finlandeses” ha mostrado su apoyo a “bandas de jóvenes que, vestidos de negro y aspecto paramilitar, patrullan calles y suburbios bajo el nombre de ‘Soldados de Odín’”.6 Este incremento de partidos de extrema derecha ha optado por un discurso que décadas atrás pertenecía a los partidos de izquierda, denominados como progresistas o populares, conceptos que ahora han sido adoptados y apropiados por estos grupos.

En México cada vez es más frecuente observar que debido al incremento de la inseguridad de las últimas décadas, han aparecido organizaciones vecinales que amenazan hasta de muerte a los delincuentes que se atrevan a cometer algún delito en la zona. Tan así que se ha vuelto común que en la Ciudad de México, capital del país, regularmente aparezcan “vengadores” que matan a los asaltantes al intentar cometer sus atracos. Esto es bien percibido por la sociedad que ha desheredado de confianza a las autoridades gubernamentales encargadas de velar por su seguridad.

México ha contado históricamente, por lo menos desde la segunda mitad del siglo XX, con partidos políticos importantes. El Partido Revolucionario Institucional, que es el hijo pródigo de la Revolución Mexicana, ha gobernado durante la mayor parte del siglo XX. Ha sido considerado como el partido con mayor influencia en la clase política mexicana, por lo menos hasta hace algunos meses. Envuelto en algunos de los escándalos de corrupción y represión más desagradables en la historia del país, el PRI es aun así parte fundamental de la historia política de México. Del otro lado tenemos al Partido Acción Nacional (PAN), que fundado en 1939, es el partido de derecha más grande del país. De entre sus fundadores, son Manuel Gómez Morín y Efraín González Morfin quienes recogen las tradiciones católicas más conservadoras de México.7

A ellos se suman el Partido de la Revolución Democrática, fundado en 1989 por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador; dos de ellos pilares hoy en día del nuevo gobierno. Pero bueno, el intento aquí no es enumerar a los partidos políticos.

Las preguntas centrales con todo lo anteriormente mencionado son: ¿Existe en México un partido de extrema derecha?, de ser así, ¿es peligroso? De no ser así, ¿podría aparecer uno en un tiempo no muy lejano? Hay que empezar por decir que México, desde hace mucho tiempo, cuenta con partidos de extrema derecha que, aunque no se han definido como tal, sí rescatan principios y características de estas organizaciones.

El termómetro de la extrema derecha se ha extendido desde Europa hasta América, siendo lo más preocupante su actual posicionamiento ya en puestos de posiciones de poder, el caso de Brasil es el más reciente. En México, las continuas posturas de partidos católicos conservadores son representadas en la figura que más capital político tiene que es el PAN. Estos son el indicio más cercano que tenemos, con temas como el aborto, matrimonios igualitarios, seguridad social, salud, empleo y, desde hace unos meses, la postura con tintes xenofóbicos en relación a la caravana migrante proveniente de Centroamérica.

Siguiendo con la segunda cuestión, la peligrosidad de estas organizaciones y partidos políticos depende de su habilidad de entablar un diálogo cercano y contundente con sus electores, es decir que si no existe tal habilidad política, su influencia es muy poca o inexistente. El Partido Acción Nacional, que hoy en día se encuentra viviendo una crisis interna de grandes dimensiones, está menos preocupado en ello que en la repartición de sus dividendos internos. Dicha lucha tiene su causa en la impresionante ola de tecnócratas que llenaron las filas del partido y que carecen de total impacto político y habilidades tales.

Sus principios, más allá de ser políticos, han pasado a ser dominados por los conocimientos técnicos de la administración, que es la carta fuerte de sus miembros tecnócratas. Los perfiles políticos de sus últimos dirigentes son generalmente orientados a la economía, derecho administrativo, administración pública y salud. Dicho esto, pierden la característica primordial para formar un discurso de fuerte impacto político, de ahí su fracaso en las últimas elecciones, en las cuales ganó el mejor discurso político.

Ya lo dice Bartra: “Si aquellos que se erigen representantes del solidarismo cristiano bendicen el proyecto político de la nueva derecha, es posible que el PAN se constituya en un poderoso partido y deje de ser el triste changarrito de Dios sobre la tierra mexicana”. 8 Al último, no fue ni uno ni otro.

No se puede dejar de lado su discurso conservador amparado en sus principios del cristianismo social, el apoyo constante a organizaciones como el Frente Nacional por la Familia, pues son rasgos que no hay que menospreciar al igual que su constante rechazo a una agenda incluyente.

Es así que, como respuesta a la tercera pregunta planteada, podríamos ver que la ventaja que México tiene con respecto a la formación de partidos de extrema derecha, es la inhabilidad política de los que hoy en día son oposición.

//La preeminencia de sus conocimientos teóricos y la falta de los políticos son obstáculos que tiene la extrema derecha en México, la cual ha formado su gran capital político internacionalmente apelando a la moral, la cultura y la historia de sus entornos.

El misterio viene cuando algunas de estas características las hemos visto dispersas históricamente en los gobiernos mexicanos durante décadas o incluso hoy en día. El complejo estudio aparece en este momento, probablemente en México las características de la extrema derecha o extrema izquierda no son las tradicionales y son, por otro lado, algunas formas evolucionadas de lo que conocemos como tal y, por ende, más peligroso.  

México está viviendo un parteaguas político muy necesitado de análisis, y que, lejos de ser sencillo, resulta extremadamente complejo debido a los elementos que incluye. Ha llegado al poder un partido apenas creado en 2010 por el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, el movimiento (definido así por este mismo) se titula “Movimiento Regeneración Nacional”.9 Esto ha traído la discusión política más importante de las últimas décadas en la vida pública de México.

Partiendo de este punto, me parece importante darle lugar a ello. En apenas unos meses se ha hablado, debatido y discutido de política como no se hacía en años. Esto ha reavivado algunos movimientos políticos y ha agitado la política rancia de algunos sectores del país. De ahí que surge la pregunta: ¿cuál será el resultado político de lo hasta ahora visto?

Algunos miembros de la política mexicana, como el expresidente Felipe Calderón Hinojosa, han planteado la regeneración política con la fundación de nuevos partidos políticos integrados en su mayoría por la misma clase política, pero necesarios en el nada alentador futuro de los partidos actuales. De la misma forma, distintas organizaciones en los últimos meses han tenido las mismas intenciones.

Hablamos de una revolución institucional en la estructura de los partidos políticos en México que vendrá acompañada de un lavado de cara político. ¿Será suficiente? El éxito de estas empresas radica en lo que anteriormente mencioné como la indispensable capacidad política de sus miembros y el esencial cúmulo de principios de política que existan al interior. Sin este conocimiento, la renovación será en vano.

Junto con ello, la muy necesaria renovación de la clase política en México debe ser pilar para esta regeneración que el país demanda. ¿Aparecerá en esta renovación una extrema derecha sólida? Los elementos existen; mientras tanto, exijamos más políticos, menos tecnócratas.

Notas

1 Maestro Enrique Halder Castillo Sosa, historiador y profesor de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Correo electrónico:haldercast@gmail.com.

2 Apud. Martínez de Murguía, B., La quiebra de Europa, una crisis cultural, Editorial Cal y Arena, México, 2017, p.71

5 Op Cit. Martínez de Murguía, B., p.71

6 Ibíd. p.73

7 Batra, Roger, La democracia ausente,Editorial de Bolsillo, México, 2017, p.58

8 Ibíd. p.59

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