Resulta necesario advertir que no toda producción con nuevos atuendos formales explora al máximo las posibilidades estéticas y expresivas del uso de la tecnología actual, por lo que hablaremos de casos ejemplares que potencian los dispositivos tecnológicos y discursivos, para lograr arte con medios.

Abordaremos algunas obras de Rafael Lozano-Hemmer, Ariel Guzik y Gilberto Esparza, quienes son artistas mexicanos destacados por sus apuestas y hallazgos en el arte medial.

Es necesario comentar que el arte medial en nuestro país está creciendo y, sobre todo, genera una noción en torno al fenómeno del arte contemporáneo –ya que actualmente no existen modalidades o formas artísticas fijas–. Se entenderá como creación de arte con medios, a esas obras que conjugan la mediación con máquinas y tecnología de forma experimental: al emplear, desde soportes analógicos y digitales, como la electrónica, mecánica y programación por computadora, hasta soporte híbridos con naturaleza viva (cachalotes, seres humanos, cactáceas) y elementos naturales (minerales como el cuarzo, el agua, entre otros).

En primer lugar,

//es admirable la convergencia entre el arte y la ciencia que estos artistas mexicanos han desarrollado, por lo que son un híbrido de investigadores, científicos y creadores.

Estos artistas han abarcado procesos complejos: desde diversas técnicas, métodos científicos y fenómenos estético-expresivos. En el caso de Guzik, Esparza y Lozano-Hemmer, laboran con un equipo de realizadores, investigadores, científicos, desarrolladores y muchas máquinas, pero, también, con seres vivos y materiales de la naturaleza.

Gilberto Esparza, por ejemplo, artista aguascalentense de nacimiento, ha generado obras con desechos tecnológicos, como lo fueron sus Parásitos Urbanos (2009), Maraña (2010) y Diablito (2011). Asimiló lo que se conoce como el lowtech, para crear máquinas que generan una reflexión paradójica, porque sus bichos se aprovechan de materiales y energía derrochada en la ciudad y en las calles.

Sería hasta con su obra titulada Plantas Nómadas (2013), que llamaría la atención a nivel nacional e internacional. Este trabajo trata sobre un robot que se apropia de la energía solar para funcionar electromecánicamente y absorber aguas altamente contaminadas, como las del Río Lerma, en Salamanca, Guanajuato y el Río Santiago en El Salto, Jalisco, para convertirlas en energía y limpiarlas en pequeñas muestras, con el objetivo de alimentar a las plantas autóctonas que habitan sobre el mismo autómata.

Derivado de su investigación con las aguas contaminadas, actualmente ha creado un instrumento llamado Biosonot (2018), que transduce su energía bacteriana en vibraciones sonoras, gracias a los niveles de contaminación de distintos ríos de México y de varios países del mundo.

Este proceso de transducción se logra por módulos de celdas de combustible microbianas que generan energía a partir del metabolismo de microorganismos presentes en dichas aguas descompuestas. Estas celdas funcionan como biosensores que miden la actividad bioeléctrica de las bacterias y, simultáneamente, con otros tipos de sensores se obtiene información del PH (acidez), oxígeno disuelto, conductividad, ORP (oxidación) y temperatura del agua. Todos estos datos se convierten en señales análogas que son interpretadas por un sintetizador que convierte estos valores a un sonido electrónico.

Ariel Guzik –mexicano que domina el campo de la música, la investigación, iridología, herbolaria y además es inventor– tiene por tema central la comunicación entre seres de distinta composición y ambientes.

Una de las obras que impresionó al mundo del arte fue Nereida (2007). Se trata de una cápsula acuática que buscaba una comunicación vibratoria de los cetáceos, en específico de la ballena gris y el cachalote de Baja California, en el proceso de recepción de vibraciones acústicas y eléctricas del cuarzo, por medio de oscilaciones mecánicas de las tensas cuerdas de acero del interior de ella.

Esto le permitió generar diversas expediciones para iniciar un catálogo de ideogramas de los sonidos que produjeron estos seres acuáticos, gracias a las vibraciones de las cuerdas, siendo que resonaban por el estímulo propio de la comunicación que manifiestan entre sí las ballenas.

Su sed de lograr más transducciones se saciaría gracias a otro instrumento llamado Laud Plasmaht (2011), y que como su título expresa, se trata del laúd que es interpretado por cactáceas por medio de un transductor electrónico hacia un aparato mecánico que punza sus cuerdas. Lo anterior debido a la ayuda de unos cables eléctricos con terminales de bronce que se incrustan en nopales, magueyes o cactus, de donde se aprovecha la energía considerada como pulsos eléctricos, los que se convierten en movimientos mecánicos que pulzarán al dichoso laúd en medio del desierto potosino. ¡Vaya escenario mágico musical!

La cereza del pastel, a nivel mediático, es Cordiox (2013), pieza de cuatro metros de altura que representó al Pabellón de México en la 55 Bienal de Venecia. Es un instrumento de cuerdas cuyo núcleo es un cilindro de cuarzo fundido de grandes dimensiones que hizo una descripción melódica de la Iglesia de San Lorenzo y que ofreció a los espectadores un recorrido sensorial por un espacio arquitectónico que remite al pasado, estableciendo un diálogo con dicha iglesia desde lo sonoro.²

Cordiox captura todo tipo de estática y sutilezas del entorno y las traduce en sonoridades cristalinas por medio de las vibraciones de las enormes cuerdas de piano que son pulsadas por la energía del cuarzo. Todos sus componentes funcionales (sotfware) y operacionales (hardware) presentan una estética de una máquina antigua de un mundo futurista.

Finalmente, les contaré de Rafael Lozano-Hemmer, un fenómeno del arte medial que por la nacionalidad de su madre ha residido en Canadá, pero es más mexicano que el mole.

Lozano-Hemmer es un autor que ha aprovechado la tecnología de punta –de la que se ha apropiado y la ha reconfigurado–, gracias a las ideas mcluhanas y flusserianas que le han permitido cuestionar cómo el hombre actual es cada vez más tecnocentrista y cómo los aparatos –por medio de la codificación– producen imágenes técnicas con acentuadas conceptualizaciones determinadas para la representación del mundo actual.

Curiosamente, sin caer en el atavío del régimen escópico, él prefiere concebir su obra desde lo escénico para que el espectador tenga una presencia directa (viva) de la obra y pueda generar una relación activa (por no decir interactiva). Actualmente, cuenta con casi un centenar de piezas, la mayoría monumentales o modulares, pero no se asusten, les hablaré únicamente de tres obras que realmente impresionan a todo el mundo.

La primera es Almacén de Corazonadas (2006), que representó también a México en la 52 Bienal de Venecia. Se trata de una instalación interactiva de más de 300 focos incandescentes distribuidos en un sala o bodega y que, al recibir al primer visitante que coloca sus manos, por medio de una interfase, detecta su pulso cardiaco convirtiéndolo en un titilar de un foco que está justo en frente. Una vez registrado el primero, pasa el siguiente hasta sumar los tres centenares, lo que convierte al lugar en un paisaje de destellos y latidos. Esto como una forma de apropiarse de la vida de un colectivo, al registrar cada sesión y su acumulación, lo cual exterioriza un espectáculo visual extraído desde de sus corazones.

La segunda se llama Respiración Circular Viciosa (2015), que se trata de un aparato en una sala hermética de vidrio que se apropia del aliento y la respiración de los usuarios/espectadores, para canalizarla por medio de grandes fuelles y tubos a unas bolsas de papel, las cuales se comportarán como pulmones suspendidos al final de la máquina.

En la pieza, la respiración de los visitantes circula y se hace tangible al inflar y desinflar –automáticamente– las bolsas de papel unas diez mil veces al día, (frecuencia respiratoria normal para un adulto en reposo). Hay 61 bolsas porque eso constituye cinco octavas, que es una gama típica de órganos musicales que inspiran el diseño. Alegóricamente, la pieza incluye advertencias para la asfixia, el contagio y el pánico, y produce un débil sonido mecánico, un zumbido silencioso del flujo de aire y un crujido más fuerte de las bolsas arrugadas. Así, los usuarios, una vez que entran en la cámara principal, se sientan y respiran el aire reciclado.

La tercera pieza de Lozano-Hemmer se titula Nivel de Confianza (2015), que es un proyecto audiovisual interactivo en homenaje a los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Consiste en el reconocimiento facial para buscar las caras de los estudiantes desaparecidos, por medio de una cámara que detecta los rasgos del rostro de cada visitante y que, a través de un sistema de algoritmos, encuentra qué rasgos faciales del estudiante se asemejan y le da un "nivel de confianza" (y de reconocimiento), sobre el nivel de precisión de la coincidencia.

Esta alegoría visual está basada en los algoritmos de vigilancia biométrica que suelen ser utilizados por las fuerzas militares y policiales para buscar individuos sospechosos, mientras que aquí se emplean para buscar víctimas. En esta obra lo digital determina cambios significativos en el terreno de la materialidad (con los diferentes soportes) y del lenguaje (por medio de algoritmos), lo que propicia una revisión de base a la disolución física y a la inaguración de sistemas codificados que no permiten su visibilidad concreta por la ausencia del referente original.

Estos tres autores con inquietantes invenciones tecnológicas y admirables discursos, aprovechan las posibilidades del arte medial, donde está en juego una plataforma epistemológica de todas las técnicas, aparatos y medios que se han empleado en la ciencia y en el arte para configurar máquinas de la memoria, de la conciencia social y de la intercomunicación con otras especies. ¡Viva México!