Hombre inquieto y sonriente, docto en el ejercicio de la palabra y proclive a la discusión fue Eduardo de la Cerda González, mejor conocido como “Lalo”. Nacido en 1949 en el seno de una familia dedicada al comercio, Lalo vivió su infancia y juventud en la colonia Gremial, un barrio de ferrocarrileros de la ciudad de Aguascalientes. Era la época de oro de los talleres de reparación de locomotoras de vapor de los Ferrocarriles Nacionales de México (FNM). La economía de este estado dependía en gran medida de la derrama económica que quincenalmente hacían los FNM con el pago de las quincenas a sus trabajadores, la raya, en el lenguaje rielero. En la calle Francisco Villa, esquina con Pino Suarez, don Domingo de la Cerda Velázquez, padre de Lalo, tuvo un expendio de vinos y licores que hacía competencia a varias de las cantinas del barrio antes citado: “Aquí Me Quedo”, “Aguantas la Otra” y “El Centauro”.

Eduardo de la Cerda realizó sus estudios de secundaria en la escuela cedida por los FNM al Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnología (IACT), precursor de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA), ubicada en el bello Jardín de la Estación, a un costado de lo que fuera la lonchería “La Chatita”. Una lonchería de gratos recuerdos por sus ricos cocteles de camarones, tortas calientes bien preparadas y aguas frescas servidas en copas grandes. Cuando estudiaba la secundaria, Lalo practicó el pesado deporte de la “Halterofilia” o levantamiento de pesas, en las instalaciones del entonces llamado Instituto Nacional de la Juventud (INJUVE), en el oriente de la ciudad. Alumno distinguido del INJUVE, Eduardo representó al estado de Aguascalientes en competencias regionales y nacionales de levantamiento de pesas, obteniendo generalmente buenos resultados.

Al concluir la secundaria, Lalo abandonó su terruño y emigró a la ciudad de México para cursar la Preparatoria en una escuela militarizada. Posteriormente, se trasladó a la ciudad de Guadalajara, la Perla de Occidente, para realizar sus estudios de Licenciatura en la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) (1969-1973), en donde obtuvo el título de Médico Cirujano. Conviene señalar que Eduardo de la Cerda terminó su carrera con muy buenas calificaciones, motivo por el cual obtuvo el premio A.H. Robins y fue galardonado como estudiante distinguido a nivel nacional por el entonces presidente de México, Lic. Luis Echeverría Álvarez, en la residencia de Los Pinos.

Interesado en realizar estudios de posgrado, Lalo regresó a la ciudad de México para ingresar al Centro de Investigación y Estudios Avanzados del IPN (CINVESTAV-IPN), en donde cursó la Maestría en Fisiología (1973-1976). Durante su estancia en el CINVESTAV, Eduardo trabajó en el laboratorio de uno de los pioneros de la electrofisiología en México, el Dr. Juan García Ramos (médico militar), con quien estableció una relación de amistad estrecha. Al terminar su maestría, Lalo retornó a la ciudad de Guadalajara y se incorporó como profesor e investigador en el Instituto de Ciencias Biológicas de la UAG, en donde realizó una corta estancia.

En 1978 Eduardo regresó a su tierra natal contratado por el Centro Básico (actualmente Centro de Ciencias Básicas) de la UAA, para que se incorporara como Profesor-Investigador en el Departamento de Fisiología y Farmacología. En esa época, la UAA tenía pocos años de vida, su interés primordial era desarrollar carreras de licenciatura y no había laboratorios que permitieran realizar trabajos de investigación científica. Ante este panorama, Eduardo de la Cerda y Juan José Martínez Guerra (Decano del Centro Básico) encabezaron actividades importantes en la gestión de recursos económicos para establecer la infraestructura de investigación del Centro Básico (adquisición de equipo, material y reactivos químicos).

En las actividades docentes, Lalo fue profesor de fisiología en las carreras de Medicina, Biología y Psicología; además, impartió el curso de Toxicología del Sistema Nervioso a los estudiantes de la Maestría en Toxicología de esta Institución. En la investigación científica, abordó líneas de trabajo relacionadas con la neurofisiología (efectos corticales de la estimulación eléctrica sobre el Locus coeruleus) y la toxicología (fibrilación ventricular en la intoxicación aguda por plaguicidas piretroides). Publicó varios artículos en revistas indexadas, entre ellas, Archives of Medical Research y Acta Physiologica Latino Americana. Asimismo, presentó un buen número de ponencias en Congresos Nacionales e Internacionales de Fisiología y de Toxicología. En la asesoría de tesis, Lalo fue tutor de cuatro trabajos de licenciatura y seis de maestría. Es pertinente señalar que Eduardo de la Cerda obtuvo el grado de Doctor en Ciencias Fisiológicas en el CUIB-Universidad de Colima bajo la tutoría del Dr. Antonio Sánchez Chapula, brillante investigador mexicano sobre las propiedades eléctricas del músculo cardiaco. Su trabajo de tesis doctoral se titula “Efectos de los piretroides sobre las corrientes iónicas de miocitos cardiacos aislados de mamíferos” (1997).

Lalo de la Cerda, hombre polifacético, participó también con mucho entusiasmo en la vida sindical. Ocupó la Presidencia de la Asociación de Catedráticos e Investigadores de la UAA (ACIUAA) durante los años 2000-2003 y 2003-2006. Además, participó en las actividades de la Confederación Nacional de Trabajadores Universitarios (CONTU). Uno de los proyectos importantes impulsado por Eduardo de la Cerda se relaciona con el establecimiento del “Fondo de Pensiones y Jubilaciones del Personal Académico de la UAA”, durante el segundo periodo rectoral del doctor Antonio Ávila Storer (2002-2004).

Finalmente, su vida académica terminó en el 2013, año en que Lalo se jubiló, y su vida biológica en el 2020. Se fue un hombre inteligente y amante de la dialéctica (RIP).