En México, como en muchas otras latitudes, es muy importante reflexionar sobre los desafíos que presenta la pandemia derivada del COVID-19, sobre todo porque en este contexto de crisis y cambios abruptos existen sectores sociales que, debido a su vulnerabilidad, tienen menor oportunidad de salir bien librados de la pandemia.
La población penitenciaria es un sector estigmatizado que vive en condiciones indignas, debido al olvido de los gobiernos estatales y federal durante varios sexenios. Por ello, no extraña que ante la indiferencia de las autoridades, los penales padezcan problemas de sobrepoblación y hacinamiento, deterioro de los servicios, ingobernabilidad, así como vulnerabilidad de los derechos humanos (Documenta, 2016). Tomando en cuenta lo anterior, el panorama de la población carcelaria se complica aún más con la pandemia derivada del COVID-19, debido a los problemas en la infraestructura y la violación a los derechos humanos de los reos.
En el debate académico es posible identificar investigaciones que analizan el papel de las redes sociales (específicamente Twitter y Facebook), así como las dinámicas, virtuosas positivas o corrosivas, que tienen lugar en tales espacios, dando evidencia de las concepciones, valores y expectativas de lo que los individuos participantes consideran debe ser la vida en sociedad (Rightler-McDaniels y Hendrickson, 2014; Trejo, 2009). En ese sentido, las redes sociales son un espacio público pertinente para capturar las diversas posturas en torno a coyunturas críticas como la actual pandemia derivada del COVID-19, incluidos los discursos no democráticos como la basurización simbólica que se expresa en torno a los reos.
En primera instancia, la población penitenciaria es un sector usualmente estigmatizado, lo cual se ha incrementado en la actual contingencia. Dicho estigma, en buena medida, procede del proceso de basurización simbólica de otro de los medios de comunicación y su presión en el uso de la prisión preventiva, así como de la propensión de los gobiernos por políticas de mano dura (Kostewin, 2015).
//Dicho proceso permea evidentemente en los discursos de sectores sociales –las redes sociales incluidas–, generando una mirada despreciativa hacia ciertos sectores sociales, como la población carcelaria, aunque igual hacia población en condición de pobreza, migrantes o mujeres (Silva, 2008).
Este proceso no hace otra cosa que desprender al otro de sus derechos humanos básicos, al tiempo que los responsabiliza de su condición desventajosa y los vuelve un objeto de desecho. Por consiguiente, estamos frente a un caso extremo de discurso no democrático que resulta peligroso para una sociedad que se precie de ser democrática.3
El riesgo de contagio derivado de no seguir los protocolos básicos en las visitas a las personas privadas de su libertad y/o el mal manejo de los servicios en los penales se ha registrado en varias latitudes latinoamericanas. Además de la implementación del Protocolo de Actuación para la Atención de COVID-19 al Interior de los CEFERESOS a mediados de marzo, se planteó que la implementación de la Ley de Amnistía podría abonar a la generación de justicia, así como a reducir el riesgo sanitario.4 Pese a que lo anterior pudiera ser un aliciente para mejorar la atención sanitaria de los reos, llaman la atención algunas reacciones emitidas en redes sociales que no hacen sino reproducir las desigualdades existentes y estigmatizar a los ex reos liberados (y a quienes puedan ser beneficiados de tales instrumentos).
Tomando en cuenta los cincuenta comentarios “más relevantes” en la cuenta de Facebook de un periódico de circulación nacional que informaba sobre la aprobación legislativa de la Ley de Amnistía, se visualizaron comentarios como los siguientes:
“Y al fin, México tendrá una ley que pueda liberar a los delincuentes más peligrosos, escudándose, en que cometieron delitos no graves […]”.
“Ya sé que mi comentario es políticamente incorrecto pero ahora sin dinero, sin trabajo, en contingencia y ahora con 5000 criminales por las calles. De terror […]”.
“#RESPONZABILIZOAAMLO por su negligencia e ineptitud de proponer e incitar a ideas peligrosas que en nada benefician a nuestro país […]”.
“Quédate en casa ahora también para que cuides tu casa de los delincuentes y no vayas a sufrir un asalto, entiende Quédate en casa. Gracias kks y su 4ta […]”.
“Indignante!!! Ahora además de estar en confinamiento hay que cuidarse de los delincuentes que andarán de nuevo en las calles!!!” (El Universal Online, 2020a, s/p).
Es evidente que este tipo de discursos no apela a una sociedad igualitaria, más bien fomenta el odio (“delincuentes más peligrosos”), al tiempo que ignora los beneficios de la Ley de Amnistía (“ideas peligrosas que en nada benefician al país”). En adición, responsabiliza a posibles beneficiarios de actos ilícitos no consumados (“no vayas a sufrir un asalto […] andarán de nuevo en las calles”).
Adicionalmente, entre los cincuenta comentarios “más relevantes”, en una nota donde se informó sobre la pre-liberación de reos en la Ciudad de México, se observó lo siguiente:
“Ellos no se merecen ser libres, así como robaron, mataron y se sienten en peligro eso sentimos cuando quieren robar nuestras cosas, deberían estar haciendo cubrebocas, gel, algo productivo y no dejarlos salir nunca […]”.
“Deberían dejarlos adentro, el covid es la vacuna contra esa gente. Afuera de nada sirven, pinche gobierno!!!” (El Universal Online, 2020b, s/p).
Este tipo de discurso no contempla a los posibles beneficiarios de las pre-liberaciones como sujetos de derecho, más bien los consideran objetos desechables (“el covid es la vacuna contra esa gente”) y/o seres instrumentalizables (“deberían estar haciendo cubrebocas […]”).
Por consiguiente, estos discursos estigmatizan a los posibles beneficiarios de la Ley de Amnistía y las pre-liberaciones, generando una barrera moral mediante la cual no son acreedores a derecho alguno, sin tomar en cuenta las deficientes condiciones de infraestructura carcelaria y la sistemática violación a los derechos humanos en su interior, así como el acceso desigual a la justicia que prevalecen en México. Es lamentable que existan sectores en la sociedad que lejos de abonar a la discusión y/o resolución de problemas, enarbolen discursos que oscurecen problemas estructurales y estigmaticen al otro desfavorecido.