No se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo.
Proverbio inglés

José, “Pepe”, Guízar Morfín, compositor tapatío, fue conocido como “el pintor musical de México” por la belleza de las canciones que compuso a diferentes lugares de su patria, entre ellas, Chapala, Guadalajara, China Poblana y Sarape de Saltillo. Un verso de la canción Chapala dice lo siguiente: “Noches, noches de luna en Chapala, canción de pescadores, flor de las olas que vienen y van”. Al margen de la nostalgia que esta canción genera por la pasada riqueza pesquera de esa laguna (llena de charales) y las aguas limpias que tuvo muchos años atrás, está la triste realidad no sólo de México sino del mundo entero: el agua se contamina y se agota. Si esto sucede, hasta los refranes pueden morir: "agua que no has de beber, déjala correr"; "cuando el río suena, agua lleva"; "al borracho fino no le basta el agua ni el vino"; "agua estancada, agua envenenada", etc.

En efecto, el agua es la fuente de la vida en nuestro planeta. La Organización de las Naciones Unidas señala que el agua está en el centro del desarrollo sostenible y es fundamental para el desarrollo socioeconómico, la energía, la producción de alimentos, los ecosistemas saludables y para la supervivencia misma de los seres vivos, incluyendo a los humanos. Sin embargo, su distribución es muy variable: en algunas regiones abunda, mientras que en otras escasea. Por ello, la historia reseña que los primeros grupos humanos que abandonaron la vida nómada se establecieron en las márgenes de ríos o lagos, con el fin de garantizar su abasto de agua. Así surgieron las grandes civilizaciones de la antigüedad: los egipcios en el río Nilo; los persas en los ríos Tigris y Éufrates de la Mesopotamia; mientras que la antigua cultura China se desarrolló en torno al río Yangtsé. De esta manera, se afirma que, en gran medida, el advenimiento de la civilización es el resultado del uso consciente y racional del agua, ya que la invención y perfeccionamiento de la agricultura de riego fue el sustento material que permitió el nacimiento de grandes ciudades, la construcción de poderosos estados y marcó el inicio de una nueva ruta para el desarrollo de la humanidad.

Ahora bien, el agua existe en forma sólida (hielo), líquida y gaseosa (vapor de agua), que podemos observar en los océanos, ríos, lagos, nubes y lluvia. Asimismo, el agua superficial se evapora, el agua de las nubes precipita, la lluvia se infiltra en el suelo hacia los mantos subterráneos o corre en los ríos hacia el mar. Al conjunto de procesos involucrados en la circulación y conservación del agua en el planeta se le llama “ciclo hidrológico”.

Conviene señalar que 97.5% del agua es salada y se encuentra en los océanos y mares, mientras que el 2.5% restante es agua dulce; de ésta, 69% se ubica en los polos y en las cumbres de las montañas más altas, en forma de hielo (aunque el calentamiento global está disminuyendo estas reservas), y 30% se localiza en los acuíferos subterráneos. Solamente una pequeña porción de agua dulce (aproximadamente 1%) está técnicamente disponible para consumo y uso de los humanos, y se encuentra en lagos, ríos y depósitos subterráneos, cuya renovación es producto de la infiltración. No obstante, mucha de esta agua teóricamente utilizable se encuentra lejos de las zonas pobladas, lo cual dificulta su aprovechamiento. A pesar de ello, se piensa que tenemos abundancia de agua a nuestra disposición inmediata, aunque la realidad sea diferente.

En este contexto, cabe hacer la siguiente pregunta: ¿por qué es importante cuidar el agua?

//La respuesta es sencilla: porque el agua dulce constituye un recurso vital, escaso, amenazado y en peligro. Al respecto, estudios hechos por especialistas en problemas del agua sugieren que para el 2025 gran parte de los seres humanos sufrirá algún estrés por la falta de este líquido.

Un ejemplo tangible es el siguiente: en el 2011, la Dra. Úrsula Oswald, investigadora de la UNAM, coordinó la publicación del libro Retos de la investigación del agua en México, en el cual el Dr. Felipe Arreguín y colaboradores describieron lo siguiente: “Con relación a la disponibilidad de agua, en 1950 a cada mexicano correspondía la cantidad de 17,742 m³ (metros cúbicos) por año, cifra que en 2009 se redujo a 4,261 m³ anuales; y en el 2030, de acuerdo con las proyecciones de crecimiento de la población sería de 3,783 m³ por habitante y por año”. 

Por ello –y para finalizar–: ¿Se me ensuciaron las manos?, abro la llave del agua. ¿Debo lavar el auto?, abro la llave del agua. ¿Debo regar el jardín?, abro la llave del agua. ¿Es hora de bañarse?, abro la llave del agua. Así de simple es obtener el agua cuando la necesitamos, pero podría no ser siempre de la misma manera. El agua es un recurso natural que puede agotarse. ¡¡Cuidemos el agua!!