Desde el siglo pasado y hasta nuestros días la corrupción en nuestra sociedad se ha constituido como el más grande de los males que nos aquejan. Solemos determinar cómo es que la corrupción generó este o aquel problema, y si bien estas aseveraciones no son erróneas, hay que pensar qué tipo de Estado está promoviendo las condiciones para que ello suceda.

Joel Migdal² piensa que la visión liberal del siglo pasado observaba que el gran problema del Estado no era su poca solidez o su poca eficiencia, sino un exceso del Estado mismo, por lo que se buscó reducirlo y liberalizarlo (o al menos a su economía). Como resultado: para inicios de este siglo –en Latinoamérica– ya hablábamos de un Estado fallido; erróneo, equivocado, con sus políticas públicas ineficientes, sin crecimiento económico, desarrollo ni garantías de seguridad. A todo esto le asociábamos un responsable: la corrupción, y el generador del contexto de la corrupción era el Estado.

Parafraseando a Migdal, lo podemos culpar sólo si suponemos una constante búsqueda de fortalecer las pocas instituciones estatales y su margen de maniobra. Un segundo punto, poco más alejado, es que

//hemos estigmatizado a la corrupción como un mal que debe desaparecer por completo, sin dejar rastro.
Y no recordamos que surge desde los tiempos más remotos,

quizás desde el comienzo de la vida gregaria. Fue el mismo Julio César³ quien pensaba en la máxima: Nam si violandum est jus, regnandi gratia. Violandum est: aliis rebus pietatem colas (“Si hay que violar el derecho, violadlo todo por reinar: pero en los otros casos, respetad la justicia”).⁴

Pensamos aquí en la corrupción como un antónimo de Estado de Derecho. Quizás fue su recomendación o advertencia, pero sin duda percibía esta acción como el escenario menos deseable, donde no hay más opciones. Estos son sólo dos de los varios componentes de la cultura de la corrupción:⁵ su perpetuidad y evolución en el tiempo, así como su contradicción de esencia –el fortalecimiento del Estado de Derecho–.

Entonces quedan las dudas: ¿Cómo pasar de la cultura de la corrupción a la cultura de la legalidad?, ¿qué implica?, ¿fortalecer al Estado o sólo a sus instituciones? ¿Dejar de lado al Estado debilitado y reducido y enfocarnos en modificar el comportamiento de los individuos?