E ighth Grade es escrita y dirigida por Bo Burnham, y protagonizada por Elsie Fisher y Josh Hamilton. Para los que conocemos a Bo Burnham de su tiempo de estrella de Youtube, donde además fue catalogado como la primera celebridad salida de este contexto, es difícil imaginar que pudiera hacer una película que en su hacer no fuera esencialmente obsesiva. Bo, en estado de comicidad, siempre tuvo una necesidad de expresarse a sí mismo como un ser angustioso de la manera más precisa que le fuera posible. De la misma manera, su primera película, altamente elogiada y fácil de relacionar con la realidad, muestra una construcción bastante lejos de lo accidental.

Eighth Grade es una película que, incluso quienes no hayan vivido exactamente el proceso de la protagonista, van a poder entender. En alguna entrevista, Bo describió que presentarse frente a una audiencia le causaba una ansiedad casi insoportable; y justo después de dicho espectáculo, niñas de edad secundaria lo alcanzaron para decirle que eso que habían visto era exactamente lo que sentían todos los días. Los niveles de estrés a los que se enfrentan las nuevas generaciones no son una cuestión fácil de dejar de lado, ni siquiera para nosotros, millenials, quienes pudimos disfrutar de unos cuantos años de no escrutinio en línea.

No obstante lo anterior, me parece que va a ser fácil para todas las generaciones verse en Kayla y, para los buenos padres, en Mark, padre de esta niña valiente. Kayla es una niña de trece años normal para esta época, a saber, una niña que independientemente del estado de su vida tiene un canal –aparentemente– en Youtube, donde con una iluminación correcta y varias notas reflexivas de su día a día pretende dar consejos a la generación que la acompaña sobre confianza en sí mismos y situaciones que pudieran causar estrés.

Corte a Kayla en la vida real, donde es la niña más tímida de su curso y en donde las interacciones básicas son un reto para ella, incluido el desafío casi insalvable de ser tomada como alguien que no es tímida. Porque ser tímido es malo, es ser callado, es tener algo sencillamente malo. Como nota personal, no creo que en algún momento haya caído en el espectro de la niña más tímida del curso durante la secundaria, más bien lo contrario, pero vaya si era un terror inmediato ponerse en los zapatos de aquél que fuera catalogado como tal. El niño tímido del curso va a ser eternamente señalado por no querer ser señalado.

Ese sentimiento, tan específico y terrorífico –veme para que pueda pasar desapercibido– es perfectamente retratado en Eighth Grade, en donde las grandes odiseas se convierten en una fiesta de alberca o en entablar una conversación con alguien que sabes que tiene tal status social que, independientemente de lo que te diga, saldrá ileso, mientras tú, vulnerable, caerás en desgracia a la primera equivocación. Kayla es una heroína de pies a cabeza por su nivel de valentía. Me parece que en el largo recorrido cinematográfico que he tenido, jamás había visto a una persona genuinamente tímida en la pantalla, más que a alguien que estaba actuando como alguien tímido.

El mar de elogios que han caído a manos de Elie Fisher, protagonista de la historia y caparazón de Kayla, no puede ser tomado en absoluto como un elogio para alguien que siendo demasiado joven da una actuación medianamente decente. Muy al contrario, Elie encarna en el sentido literal lo que es ser tímido, lo que es tener un cuerpo fuera de los estándares permitidos para esa edad –o de cualquier edad– una voz tal vez demasiado suave y baja, un gusto en muchachos demasiado cretinos para su propio bien y una ingenuidad que para el conocedor será encantadora, pero para el depravador resultará digna de abusarse.

El elemento más emotivo de la historia es, sin duda, el papel del papá de Kayla, personaje al que algunos han acusado de irreal y casi utópico, pero que otros podemos ver reflejado en nuestros propios padres, ansiosos de ayudarnos en la pubertad, pero yendo a ciegas en un mundo que alcanzan a ver y a la vez es tan lejano. Las escenas entre Mark y Kayla son las más emotivas de toda la película, y me tuvieron moqueando hasta el cansancio en un deseo de lograr ser tan buen padre alguna vez en mi vida.

//Así bien, todo el encanto de la película recae en su realismo y en sus actuaciones.

Sin embargo, Bo evidentemente iba a insertar algo de humor y genialidad en la historia, claramente reflejados en el soundtrack estilo techno de los ochenta y una sutil señalización de la vida digital de la que todos somos parte víctima/victimizador. La película entra en la categoría de feel good movie al darnos esperanza, no sólo a los que pudimos vivir situaciones en las que nos sentimos inadecuados, sino a cualquiera que haya tenido un obstáculo al parecer insalvable a primera vista, pero que dependía del todo de nosotros. Si Kayla puede superar una fiesta de alberca a los trece, ¿por qué no hemos de superar un día más en la oficina?, ¿una crítica más?, ¿nuestra propia y personal batalla?