Arquitectura y religiosidad en el centro-norte novohispano (1775-1816). Artificio e historia en un espacio de culto es el último eslabón de una larga cadena de trabajos de Marco Alejandro Sifuentes que ahondan en la arquitectura pía aguascalentense representada de manera excelsa por el Camarín de la Virgen de la Inmaculada Concepción.

La amplitud del espectro de temas que convergen en el libro me llevan a estructurar mi participación en cinco breves partes para reseñar su contenido y exponer algunas reflexiones que el texto me ha inspirado. Esto va desde la construcción arquitectónica como actividad humana para ordenar el mundo, la creación de la ciudad como principio de civilización, la concepción novohispana de su mundo y su arquitectura, al artificio barroco y el advenimiento de la racionalidad contemporánea para rematar en la construcción intelectual que el Dr. Sifuentes ha ido creando con su obra, de la que este libro es una nueva pieza.

Siendo un libro de historia, el texto posee una estructura cronológica partiendo del caos primigenio mencionado en el Génesis, continuando con la fundación mítica de la civilización y la ciudad donde la arquitectura es fundamental, para luego abordar la racionalidad de los planteamientos modernos de composición, la naturaleza utópica de la creación original de la Nueva España y rematar con el regreso a la poesía y la música. Por ello la división en cinco partes, como un pentagrama.

Del caos al cosmos

Del aparente desorden de la naturaleza virgen primigenia nace la búsqueda humana de sentido; la relación arcaica de la religión y la arquitectura es, por tanto, una simbiosis de largo aliento. Sea un vínculo –como en los grandes templos griegos, las catedrales medievales o los mausoleos egipcios– o como un enfrentamiento –la torre de Babel–, la arquitectura y la divinidad son ambas experiencias que se unen en lo más profundo de la memoria colectiva.

Y es ahí donde la arquitectura es una de las experiencias humanas capaces de crear potentes significantes. La búsqueda de sentido es un fenómeno propio del hombre como depositario de una conciencia, generadora de la creación de una cosmovisión. “En el principio era el Caos” enuncia el Génesis. Y de ese caos, la buena arquitectura busca crear un pequeño cosmos (Juhani Pallasmaa, 1936-).

Urbi et Orbi

Una vez colocada una piedra se produce la tentativa de ciudad. La ciudad, como lo ha dicho Claude Levi Strauss, es la mayor invención del hombre. ¿Qué es la ciudad sino un objeto civilizatorio? La cultura cundió no en Arcadia, lugar mítico bucólico e idílico, sino en su antípoda, en la ciudad. En ese sentido, el mensaje de la civilización se transmite de la ciudad al mundo. La polis es origen de un imaginario colectivo, por ello las cosas de la polis, la política (desde su sentido original y más noble), requiere objetos significantes donde los edificios se manifiestan como sus principales creaciones. Cada edificio es un microcosmos que se relaciona con su contexto para componer un sistema.

Dentro de la polis, los edificios religiosos pueden llegar a ser “revelaciones” de lo inefable divino, algo sólo estructurado y explicado por el lenguaje de la arquitectura siempre sujeto a exégesis. Se sabe que el nacimiento de Roma fue marcado por la construcción del templo dedicado a Júpiter Óptimo Máximo. El mito dice que tras matar a su rival Eumolpo, hijo de Poseidón, Erécteo fue fulminado por el rayo de Zeus (en retribución por la muerte de su sobrino). En ese punto, se construyó el templo dedicado por los atenienses al dios de los océanos (como gesto de reparación y concordia entre los hombres y los dioses) y cuyo vestíbulo el “Erecteión” fue la piedra angular desde la que se constituyó Atenas.

Juan Bautista Villalpando, sacerdote jesuita, discípulo de Juan de Herrera, matemático, arquitecto, teólogo y polímata, comentó en el siglo XVI las profecías de Ezequiel desde el discurso epistemológico de la arquitectura. Para el profeta Ezequiel, después de la ruina de Jerusalén, la ciudad divina, y tras el posterior castigo a los enemigos del pueblo de Judá causantes de su destrucción, seguiría la restauración con la reconstrucción del Templo, principio motor del resurgimiento de la ciudad y, de ella, el resurgimiento del pueblo de Dios. El Templo de Jerusalén fue el paradigma para la construcción de San Lorenzo del Escorial para el rey Felipe II, considerado, por cierto, en el imperio hispánico, como un segundo Salomón.

// Como se ve, arquitectura, religión y Estado son los elementos constituyentes de un discurso mítico fundacional donde la ciudad se convierte en un ente colectivo orgánico

en que (desde la perspectiva de la arquitectura antigua, medieval y del inicio de la modernidad occidental) el Gran Arquitecto del Universo revela a través del arte de la arquitectura dimensiones de la conciencia inexpresables bajo otros medios. De la arquitectura a la ciudad y de la ciudad al mundo. Urbi et Orbi.

La cosmovisión novohispana y su arquitectura

La fundación de la Nueva España tuvo en el episodio violento de la conquista su inicio fáctico. Pero fue la conquista espiritual su batalla más efectiva, pues a partir de ideas milenaristas y quiliastas, los hermanos del clero regular que defendieron y convirtieron a la población indígena en cristianos y en súbditos de la Corona española pensaron en formar en tierras americanas un Nuevo Mundo a partir de las ideas de Tomás Moro y de Erasmo de Rotterdam. Ese proyecto eminentemente moderno fue domesticándose al calor de los estamentos de la tradición hispánica, pues aunque ya inmersa en el mundo moderno, la Nueva España tenía aún rasgos de la Edad Media tardía, no tanto en su instrumentalidad técnica sino en su manera de insertarse en el naciente orden mundial moderno.

En la modernidad, la disposición del hombre frente a su contexto, desde la lejanía de la percepción preponderantemente visual (Brunelleschi no hacía mucho que había fijado las reglas de la perspectiva cónica), se contrapone a la disposición del hombre de la tradición antigua y medieval donde, por lo contrario, se relacionaba con su contexto en una situación de inmersión. Ahí el ser humano “se vestía” con su mundo como si fuese un manto y no se “oponía” a él (Barfield).

De esa manera, con una idea moderna (la de la utopía) y con mecanismos de representación arraigados en el sincretismo medieval y mesoamericano,

// la Nueva España inicia su periplo hacia la fundación de nuestro actual México con la emergencia de la búsqueda de una identidad nueva, de una refundación de la Ciudad,

de la pertinencia de nuevos espacios que de la humildad formal de los grandes atrios del siglo XVI, descritos por Fray Diego de Valadés, emanarían los grandes proyectos constructivos que habrían de significar, por fin, un nuevo orden.

Los artificios conceptistas del Barroco y la racionalidad de los nuevos tiempos

Por su correspondencia en tiempo a la vida de la Nueva España, el Barroco fue el paradigma arquitectónico del virreinato. El Clasicismo, el latín de la arquitectura (de acuerdo a Summerson), es el parámetro desde donde se mide la extrañeza o el apego de la forma y la concepción arquitectónica occidental a una composición o a una concepción canónica. El Barroco, estilo deslumbrante y extraño en una sociedad (novohispana) surgida a su vez de la extrañeza suscitada por el choque / encuentro de dos concepciones del universo (Paz), lo es en la medida en que se ajusta o se aparta al y del canon clásico, pero en lo profundo de su creación, el Clasicismo se presenta de manera recurrente como una entelequia conceptista.

El Mundo como Teatro, premisa barroca como el horror al vacío o el Memento Mori, es parte no de una representación a la que se acudía como espectador: se actuaba al mismo tiempo, pues eran la ciudad y sus habitantes la representación misma.

//La arquitectura es, así, escenario, atuendo y sustancia de una sociedad profundamente heterogénea, unida, sin embargo, por el lazo de piedra de la religiosidad.

La religiosidad católica novohispana fue un rasgo salvaguardado del debate cismático de la Reforma, del liberalismo Ilustrado más radical y del disenso político merced a la fortaleza del estado hispánico y la lejanía de Europa, por ello las obras pías y el Barroco siguieron teniendo una salud increíble pese a la fuerza que cobraba en el mundo occidental la racionalidad neoclásica. Tal vez era sólo la calma que antecedía a la tempestad de la que nacería una nueva nación independiente.

El camarín de la virgen

De formas platónicas y geometría pitagórica, el Camarín de la Inmaculada Concepción hace referencia a la armonía del Universo que, de acuerdo a la escolástica tradicional, se concentra en las esferas celestes. Ello, sin embargo, reformulado a partir de las concepciones de autores como Copérnico en su De revolutionibus orbium coelestium (Sobre los giros de los orbes celestes) y de muchos otros matemáticos y astrónomos modernos anteriores o contemporáneos a él (Erasmo Reinhold, Joaquín Rheticus, Juan Müller llamado Regiomontano, etc.). A partir de la concepción heliocéntrica del universo entonces conocido, el Camarín recrea su composición en su trazo y configuración, auspiciado en el conocimiento de textos, como menciona el Dr. Sifuentes, corrientes en su momento, refiriéndose, por ejemplo, al Compendio Matemático de Tomás Vicente Tosca en su Libro I de la Arquitectura Recta.

Bajo encargo del capitán Don Juan Francisco Calera, el Camarín es un registro de concepciones formales, religiosas, políticas y económicas de su tiempo y lugar, pero, a la vez, posee la facultad de obrar como un recipiente de conocimientos, ideas, inquietudes y experiencias no del todo explicitados en la percepción somera del edificio.

Obras pías de esta envergadura fueron piezas que, configurando las referencias construidas de un asentamiento humano, fueron componiendo también la concepción de una ciudad, de un ámbito en que una comunidad podía basar su “ser y estar en el mundo” (Pallasmaa).

Marco Alejandro Sifuentes y el edificio de los libros

El Dr. Sifuentes nos lleva por el camino del conocimiento de aquello tangible y palpable, manifestando lo visible bajo el lente de su saber (como lo menciona él mismo con la frase de Luca Pacioli “el saber tuvo origen en la vista”); pero también nos presenta lo intangible, aquello que, fragmentado por el curso y la erosión del tiempo, va desdibujándose y desapareciendo, recomponiéndolo e insertándolo de nuevo en un sistema.

El libro Arquitectura y religiosidad en el centro-norte novohispano (1775- 1816). Artificio e historia de un espacio de culto de Marco Alejandro Sifuentes es un trabajo que de manera precisa va detallando la manera en que cada pieza de un gran friso va acudiendo a su sitio en la composición, cómo cada una va definiendo sus hallazgos documentales y, cómo el conocimiento pleno de libros y textos de diferentes procedencias va tejiendo ese manto cultural –al que aludí hace un momento– que es con el que el hombre novohispano se cubría.

En las páginas del libro podemos asomarnos a un mundo en que la argamasa de la religión unía las diferentes partes de la sociedad. Puede irse hilvanando también un tejido de rasgos diversos que van de la procedencia de los actores del hecho arquitectónico, al origen de elementos que a un primer vistazo pudiesen parecer accesorios, pero que bajo la mirada del autor se muestran como hipótesis sujetas a nuevas conjeturas. Tal como los azulejos del piso del edificio que presentan cuadrados cruzados, muy similares a los discos solares islámicos y que por ello pueden poseer alguna relación con el Urdi Lemma (cuya concepción racional tal vez tenga alguna relación velada con la Unicidad del movimiento sufí Malamiyya), del que se sirvió Copérnico para elaborar su modelo heliocéntrico. De la generalidad de un sistema majestuoso a los detalles que resaltan y reproducen esa majestuosidad, Marco Sifuentes ha construido con sus libros un edificio abstracto.

El poeta griego nacido en Alejandría, Constantino Kavafis, comentaba que la labor del historiador se sostiene en dos pilares: el registro y la interpretación. La investigación actual es acuciosa en el registro y por su parte, el “epos” griego era pródigo en la interpretación. El libro de Marco Sifuentes es resultado de una labor de documentación detallada, más la cultura libresca del autor y su sensibilidad cultivada por el cariño a su materia de estudio le permiten complementar su cuidadoso registro con interpretaciones que lanzan descubrimientos, preguntas y especulaciones que enriquecen el texto. En la línea de Juan Bautista Villalpando, Sifuentes expresa el fenómeno religioso y polisémico novohispano a través del estudio de un edificio.

De vuelta a la armonía de las esferas, principio del orden musical, esta vez bajo la concepción de Pitágoras, descubrimos de la mano del autor un edificio raro, híbrido de concepciones barrocas, pero de composición geométrica racional. Como Fedro, hablando del arquitecto Eupalinos de la ciudad de Megara a Sócrates en el texto de Paul Valéry (Eupalinos o el Arquitecto), Sifuentes nos va dando cuenta de una arquitectura que se encuentra no entre los edificios mudos o los que sólo hablan. El Camarín es uno de esos raros edificios que cantan.