//El punto más sensible de esta historia […] fue el modo como Morelos es fusilado y muerto

En el segundo semestre del 2015 fue presentado al menos en tres ocasiones el libro de Ernesto Lemoine La última expedición de Morelos. Este libro cuenta con 331 páginas divididas en 12 apartados, reproducciones facsimilares, un apéndice documental y la copia a tamaño real de un plano sobre la citada ruta. Es un texto elegante y limpio en su diseño y variado en sus partes. Bien ilustrado y con muchas imágenes que dibujan al siervo de la nación. La empresa es el resultado de múltiples esfuerzos institucionales que pasaron por la voluntad de las autoridades de las instituciones culturales, continuaron por la creatividad de quienes lo formaron y diseñaron hasta quiénes los promueven y venden.

Es un libro que motivó el interés de la clase política y también de la académica. Lo primero que explica las intervenciones de Miguel Ángel Osorio Chong, Secretario de Gobernación, las palabras del gobernador Carlos Lozano de la Torre, y lo segundo da cuenta del texto explicativo elaborado por el historiador de Aguascalientes Adrián Gerardo Rodríguez, así como los apuntes biográficos sobre Ernesto Lemoine, procedentes de Ignacio Gonzáles Polo y Ma. José Villaseñor, dos puntos de vista que lo conciben al escritor del texto como un historiador incansable. 

La importancia de Morelos estimuló la necesidad de definirlo. El Secretario de Gobernación lo califica como un hombre esencial y reflejo fundamental de los valores de la Nación. A su juicio se trata de un personaje al que se deben convicciones vitales como la igualdad absoluta de los mexicanos, la instauración de leyes justas para una convivencia equitativa y la estricta separación de poderes. En tal sentido, concibe a Lemoine como un experto singular en la comprensión de la independencia, y a Morelos como un faro de ideas políticas esenciales.

El gobernador Lozano ve en Morelos un héroe que antepuso el deber colectivo antes que el bien personal. Lo percibe como un líder legítimo, coherente y tenaz. Al recordar que esta novedad editorial fue descubierta en el interior de México define al libro como una exquisita muestra de la riqueza patrimonial de Aguascalientes. Adrián Gerardo Rodríguez, el descubridor director del texto, cierra la parte introductoria del libro explicando los detalles de su hallazgo y las formas en que fue preparado para su publicación. Agrega a cada palabra el espíritu de un clionauta maduro que se nutre de amplia bibliografía y una importante referencia documental procedente del Archivo General de la Nación.    

En la última expedición de Morelos se exponen los detalles de una travesía que va de Uruapan a Tehuacán. La reconstrucción de este itinerario es realizada por el mejor biógrafo de Morelos. Ernesto Lemoine deambula por el texto dialogando siempre con las aportaciones de Lucas Alamán y Carlos María Bustamante. Hace investigación bibliográfica y documental, reconstruye el trayecto de Morelos con la mirada del abogado y del historiador, más del segundo que del primero. El libro refleja años de paciente reflexión que le permiten concebir al líder de la independencia  como ideólogo, estratega y cura rebelde, un caudillo que sorprende al historiador por carecer de antecedentes de movilizador. Para Lemoine  el párroco de  Carácuaro trascendió la condición de militar y los sentimientos de una región en tanto que expresó los deseos más profundos de los criollos americanos. 

Al avanzar en la lectura del texto, el contenido de pronto parece árido. No es así. La verdad se trata de una obra apasionante que estimula la curiosidad. La primera de ellas cuestiona las razones de Morelos para viajar de Uruapan a Tehuacán. Cuando Lemoine se pregunta los motivos que dieron lugar a la expedición iniciada en septiembre de 1815, encuentra una primera causa en los problemas de unidad que tenía en ese momento el movimiento insurgente. Morelos era fuerte pero la verdad es que había muchos caudillos que tenían sus propias formas de actuar, en ese concierto de líderes tenían que construirse a cuerdos  personajes como Vicente Guerreo, Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo, José María Lobato, solo por mencionar algunos.

Trasladarse a Tehuacán se explicaba también porque en ese lugar de Puebla se encontraba la fuerza militar más visible del movimiento con Mier y Terán al frente. El Congreso necesitaba seguridad para operar, y Puebla era más segura que Michoacán. Desde la derrota de Valladolid Calleja había recuperado posiciones entre 1814 y 1815, y su recuperación había sido devastadora. Apoyado en otros historiadores Lemoine concluye además de lo anterior, que el traslado de un lugar a otro se debió a tres razones básicas. Era necesario ir a Tehuacán para acercarse al golfo y facilitar recibir el auxilio franco de USA; por otra parte esta decisión permitiría cortar divisiones internas de insurgentes y unificarlos, y de ese modo habría mayor seguridad para efectuar los trabajos del Congreso.

A partir de la lectura del libro, sorprende saber que Félix María Calleja veía en esos momentos a Morelos como un peligro menor. Contrastaba con la percepción de algunos militares realistas, como Sesma Rosains, que exageraron la fuerza militar del caudillo para hacer más grande su empresa militar, tal vez para vestirse artificialmente de un ímpetu napoleónico. Como sea, Morelos transitó la ruta lentamente, y lo hizo con severa austeridad, según algunos historiadores, a tal grado fue su precariedad material que decidió financiar sus propósitos con el empeño de sus propios ropajes.  

Finalmente, parece que Calleja derrotó a Morelos porque supo con mucha anticipación y detalle que el cura militar realizaría la ruta Uruapan a Tehuacán, un secreto develado que le permitió planear el rechazo a los insurgentes. Aquí los datos se confunden. Algunas fuentes atribuyen a Morelos 1200 hombres y 500 fusiles. Según Lemoine el contingente no pasaba de 500. Esto es muy probable, ya que el hombre que logró apresarlo, Manuel de la Concha, sí tenía confiadamente 600 hombres a su cargo. Morelos es derrotado pese a sus habilidades como soldado y a la depurada técnica de la sorpresa que lo distinguía. Todas esas virtudes fueron anuladas por los informes que dieron al Virrey de Nueva España arrieros, comerciantes, frailes y sacerdotes, y sobre todo por los informes de los oficiales realistas.

El punto más sensible de esta historia, a juicio de quien escribe, fue el modo como Morelos es fusilado y muerto. Cuando fue detenido cargó con la degradación del Santo Oficio y unos días antes de morir midió su grandeza en el contexto de una clara adversidad. El libro narra la historia de un personaje que ha sido concebido como patriota, pero al mismo tiempo cuestiona al lector sobre la actitud que puede tener un hombre que se encuentra a punto de morir. En contra de la imagen nacionalista, algunos escritores han manifestado que Morelos tuvo un final decepcionante porque, supuestamente, trató de pactar un apoyo a la corona española para terminar con el movimiento insurgente. Esto, como ya se dijo, no hace juego con la historia oficial que siempre lo ha caracterizado como un hombre de temple.

Más allá de esta posible verdad, es necesaria la prudencia argumentativa. En el libro no queda claro exactamente qué pasó. Para entender el fin de una vida o estar a punto de perderla no hay jueces supremos sobre la debilidad humana. Lemoine ejemplifica este dilema con la vida de Napoleón, un soldado por excelencia, de quien nos recuerda la súplica que hizo para que lo perdonaran a cambio de no tomar nunca más las armas. Esto mismo pasó a muchos de los insurgentes que se retractaron de sus acciones. Fueron los casos de Abasolo, Hidalgo, Allende y Matamoros; héroes con pasajes decepcionantes e incomprensibles de aparente cobardía. Según el autor de la obra comentada, Morelos afirmó que si se pudiera escribiría y apoyaría un plan para que el gobierno pacificara el movimiento del sur y tierra caliente. Algunos vieron esta actitud, no como una debilidad y sí como una alternativa de persuasión para que se reformara el gobierno realista.

Finalmente el 22 de diciembre Morelos fue fusilado como un traidor, a espaldas de sus verdugos. En contraste, la historia gubernamental lo concibe como un héroe sin excepción. Lo cierto es que el tema del personaje y de los últimos días al frente del movimiento independiente sigue académicamente abiertos. Cuando Morelos salió de Uruapan nunca imaginó que era su última expedición militar. El historiador que narra esta aventura reconoce la variable militar, pero ve en ella más que una medida bélica una estrategia política para mantener vigente una aspiración libertadora. Entre la imagen del gran patriota y la debilidad probable de sus últimos momentos nada borra su convicción por verdades políticas todavía vigentes. Nadie ha cuestionado hasta ahora que Morelos exhortó al Congreso a trazar leyes para moderar la opulencia y la pobreza, y lograr así una mayor igualdad social. Las dudas sobre el papel de Morelos trae a la memoria que el fin último de la historia no es la nostalgia por lo que pasó, sino la curiosidad por saber qué hacen las personas para acomodar el presente.