//Se ha venido desarrollando, desde hace unos cuantos años, una orientación cuyo principal interés reside precisamente en la conexión entre micro motivos y macro conductas

Hasta hace relativamente poco tiempo, las ciencias sociales no habían encontrado una solución convincente a uno de sus problemas críticos: establecer una conexión satisfactoria entre las acciones individuales y sus efectos sociales. En Economía, por citar un ejemplo ilustrativo, no se habían conseguido resultados satisfactorios en la liga lógica entre micro y macroeconomía. Los intentos de explicar los fenómenos agregados a partir de las acciones individuales habían sido muy limitados, situación que prevaleció hasta fines de 1970, fecha en la que empezaron a observarse algunos resultados favorables.

En otros ámbitos de las ciencias sociales pueden señalarse situaciones similares. El estudio de la discriminación racial en áreas urbanas, por citar un caso conocido, debía explicarse a través de la interacción y las preferencias locacionales entre vecinos, y no se había ensayado, sino hasta 1978, un procedimiento para hacerlo en términos lógicamente aceptables. El problema de la liga entre micro motivos y macro conductas no ha sido aún resuelto para el conjunto de la ciencia social, pero hay una concepción de esta ciencia, relativamente reciente, que sugiere posibilidades de solución a esa dificultad.

El problema que nos ocupa fue identificado y comentado desde tiempo atrás. Una de esas aportaciones se debe a H. Theil, eminente economista y econometrista holandés, quien escribió que hay una grave separación entre el rigor teórico y la forma práctica en que se examinan las consideraciones de la teoría económica relativas a la separación de los conceptos micro y macro. Las teorías microeconómicas se refieren a individuos; en cambio, las descripciones empíricas de las acciones que emprenden en comunidades más o menos grandes casi siempre son en extremo globales: se confinan las acciones de grupos de individuos que se estiman representativos de la interacción “media” entre ellos.¹

Theil hace notar que la introducción de relaciones que pretenden describir las reacciones de grupos de individuos en lugar de sus conductas en lo particular, plantea problemas de importancia fundamental en la economía, no bien entendidos en los tiempos en que escribía esas líneas, e incluso en la actualidad. ¿Cuáles son las conexiones entre las relaciones funcionales postuladas por la teoría en el ámbito de los individuos y las relaciones para grupos que describen la investigación empírica? Ésta ha sido una pregunta difícil de contestar, pero empiezan a haber ya, como se dijo, algunos resultados.

Cabe señalar que el conflicto de la conexión lógica entre lo muy pequeño y lo muy grande, entre lo “micro” y lo “macro”, tampoco ha sido resuelto por la Física, ciencia reputada como la más avanzada y consolidada en el concierto de las disciplinas científicas. Dos de las teorías más respetadas en la materia, la relatividad general, que se ocupa de cuerpos, distancias y velocidades muy grandes, y el modelo estándar, que se interesa por el mundo de las partículas elementales en mecánica cuántica, son incompatibles e incluso contradictorias: si una es verdadera la otra es falsa y viceversa. La esperanza de unificación en este caso reside en la llamada teoría de las súper cuerdas.

Pero volvamos a las ciencias sociales. En este campo se ha venido desarrollando, desde hace unos cuantos años, una orientación cuyo principal interés reside precisamente en la conexión entre micro motivos y macro conductas. Este modo de abordar problemas propios de la sociedad humana suele denominarse “ciencia social generativa”. Joshua Epstein,² uno de sus más enérgicos constructores y promotores, indica que se propuso ese nombre siguiendo la denominación de gramática generativa de Chomsky, la cual, como es sabido, desarrolla los procedimientos lógico formales que permiten construir todas las expresiones de un lenguaje, a partir de las letras de un alfabeto y un conjunto de reglas. De modo análogo, la concepción generativa de la ciencia social procede a partir de una población de individuos en donde cada uno de ellos interactúa con sus vecinos inmediatos siguiendo reglas bien definidas en un espacio delimitado. A este conjunto de elementos, la ciencia social generativa lo llama una “sociedad artificial”, el objeto general en el que sustenta sus estudios. A partir de los componentes de una sociedad artificial se simulan en una computadora las interacciones entre individuos a través de un software que contiene las instrucciones que deben seguirse en las mismas. Después de un cierto número de iteraciones ‒por lo general se trata de un gran número de ellas‒ se constata si el proceso ha producido el resultado esperado.

En uno de los trabajos pioneros en este tema, que sólo podemos describir de manera muy esquemática, Thomas Schelly³ se propuso estudiar los efectos de la discriminación racial en la distribución de la población en un área urbana. En este trabajo, Schelly no utilizó una computadora, se valió de fichas que movía sobre un papel cuadriculado. Para sus fines, empleó una regla de comportamiento muy simple: cada habitante debía observar a sus vecinos más próximos y si éstos no eran de su misma raza o no existía una combinación de razas que le pareciera aceptable, entonces debía buscar una nueva ubicación en donde sus vecinos fueran de su misma condición racial o formaran una combinación que éste no rechazara. Si encontraba un lugar que cumpliera esas condiciones, entonces debía moverse. Si no, debía permanecer en donde estaba. Hechas las iteraciones suficientes con esta regla, la representación visual del modelo mostraba que, dadas ciertas condiciones iniciales, el proceso simulado conducía a una segregación total, que era lo que se trataba de constatar; es decir, las interacciones locales entre vecinos eran capaces de generar una sociedad completamente segregada.

Hasta donde sé, los modelos de simulación computacional desarrollados a partir de la concepción generativa de la ciencia social han sido aplicados con éxito a diversos temas. Entre los que me vienen a la memoria están la propagación de epidemias, el origen y despliegue de la violencia civil, la evolución de las sociedades primitivas y la formación de normas no formales, entre muchos más. Al igual que un buen número de los planteamientos que se apartan de la ortodoxia generalmente aceptada en la materia, la concepción generativa de la ciencia social ha tenido sus críticos. En este sentido, el señalamiento más significativo ha sido quizá el que pone en duda la validez lógica de los resultados obtenidos por el uso de un algoritmo computacional; sin embargo, Epstein incluye en su libro un teorema que demuestra que los resultados de un algoritmo correcto son equivalentes a un proceso deductivo lógico de primer orden. En consecuencia, la concepción generativa de la ciencia social posee un estatus epistemológico similar al que tienen las ciencias naturales cuando emplean representaciones simbólicas como la matemática, la estadística y la lógica formal.

Ese hecho posiciona la concepción generativa de la ciencia social en el marco de la discusión, aún abierta, que se da entre quienes sostienen que las ciencias sociales deben adoptar los mismos métodos de la ciencia natural y quienes defienden el carácter propio de esta ciencia, esencialmente cualitativo, no formalizable, que debe tener su propio estatus epistemológico y su propio método. Se discute sobre el hecho de que las ciencias naturales buscan explicar y que las ciencias sociales tratan de comprender, lo cual las hace esencialmente distintas. En este contexto, la concepción de la ciencia social generativa introduce la noción de reconstrucción o de generación en este sentido: dada una población de individuos que interactúan localmente en un espacio bien delimitado, se reconstruye o genera, a partir de esas interacciones individuales, el comportamiento agregado al que dan lugar. En consecuencia, dice Epstein, “si no puedes generarlo, no puedes explicarlo”, y yo agregaría: ni comprenderlo.

Confío en que las consideraciones expuestas en esta nota proporcionen un panorama, aun esquemático y general, de este paradigma emergente en el dominio de la ciencia social. Por otra parte, no estaría de más tomar en consideración los requerimientos en materia de simulación por computadora, y sus prerrequisitos lógico-matemáticos, en la formación de los jóvenes científicos sociales que se interesen por esta rama de los estudios de la sociedad.