// “Lo que sea su voluntad, señor…”.
Niña con rasgos indígenas al solicitar una moneda en el crucero
de la Av. Universidad de la ciudad de Aguascalientes, México.

El retrato de una realidad

Es mediodía, te diriges en el transporte público, en tu auto o bicicleta, al trabajo o a la universidad. A lo lejos, empiezas a visualizar en el camino una intersección de dos calles; una estructura de metal sostiene una pequeña luz roja que aparece de forma difusa, en tu interior sabes lo que esto significa, un mensaje claro y contundente: ¡Alto!

Un poderoso mandato, un recuerdo de que vivimos en “sociedad” y, como tal, nos comanda a frenar nuestro camino para que otros lo puedan continuar. Controlador del tiempo y del espacio de quienes habitamos en las calles de cualquier ciudad del mundo, el semáforo también es el proclamador de un mundo que aparece instantes después de haber detenido el camino.

En ese nuevo mundo que aparece ante nuestros ojos viven miles de personas, día a día, esperando a esa luz roja para acercarse a los conductores para limpiar el parabrisas a cambio de una moneda, ofrecer algún producto chino, solicitar ayuda o una moneda; otros son artistas de la calle que con los segundos que le regala aquella luz comparten su talento. Este mundo lo conocemos como ‘economía informal’ o como la he nombrado: la ‘economía del semáforo’.

Pero, ¿quién domina a quién?, ¿qué relaciones de poder coexisten entre los grupos de personas que han hecho del espacio temporal del semáforo una fuente de ingreso? Éstas fueron mis primeras reflexiones al observar a las personas que conviven en los cruceros más importantes de la ciudad; vendían sus productos (ropa, parabrisas, dulces, etc.) o pedían alguna moneda. Particularmente era de notarse que mayormente eran niños y mujeres jóvenes. En uno de los cruceros, me percaté que el grupo de vendedores atendía al unísono la voz de un joven adulto que curiosamente sentado en la base de uno de los árboles del camellón giraba precisas instrucciones, indicando a través de señas, quienes de sus “trabajadoras” salían a la venta impetuosa cuando la luz del semáforo cambiaba a roja.

Mientras observaba la escena, me preguntaba ¿los niños y niñas asistirán a la escuela?, ¿cuántas horas permanecen aquí? La reflexión hubiese continuado de esa manera, hasta que por azar, un evento atrajo mi atención, un joven conductor llamaba a uno de los niños vendedores: –“¿cuánto es lo menos?”– preguntó, mientras señalaba una máscara de color rojo brillante, a lo que el pequeño sin titubear respondió: –“ya es lo menos, mi jefe, anímese está ‘bara’.”

Esta última escena dejó entrar un nuevo mundo de preguntas: ¿qué mensaje enviamos al comprar productos en el semáforo?, ¿cómo se protegen los derechos de los niños y niñas que viven en este mundo sin regulación?, ¿por qué siguen siendo ‘invisibles’ a los ojos de la ciudadanía y del Estado?, ¿qué ha ocurrido en nuestra conciencia para que las necesidades de otros seres humanos parezcan irrelevantes?

La economía informal: un poder dentro del poder

El poder se entiende como todo un acto de dominación entre personas y grupos, asumiéndose fundamental para la concreción de la acción comunitaria (Weber, 1964). Es decir, al existir relaciones de poder existen análogamente series de relaciones que atienden a constelaciones particulares de intereses y que dan forma a nuestra realidad. Explicaríamos, entonces, que las relaciones que establecen los grupos de la informalidad ejercen un cierto factor de poder sobre las relaciones económicas formales que regula el Estado. Si es así, ¿por qué el Estado parece negociar su poder?, ¿será acaso que es permisivo? O aún más grave, ¿será que es rebasado por la agenda de necesidades sociales y económicas de la población?

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2013a) en un intento por medir los impactos económicos del fenómeno, realizó un estudio acerca de la informalidad frente a la economía total.

Gráfico 1. Participación de la economía informal en el VAB. Serie 2003-2013.¹

Fuente: Adaptado del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Medición del Economía Informal. Disponible en la página web: http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/cn/informal/.

De acuerdo con el estudio, durante 10 años la economía informal ha representado en promedio casi 30% de la producción formal. Como dato curioso, la crisis de 2008 afectó negativamente el crecimiento del país, sin embargo, no fue así para la economía informal.
¿Nos afecta este escenario? Sin duda, es un tema controversial que va más allá del impacto económico. En esta realidad se encuentra otro tipo de fenómenos sociales preocupantes, entre ellos, el trabajo infantil.

En nuestro país, las cifras de trabajo infantil van en aumento, y de acuerdo a las proyecciones del INEGI (2013b), son poco esperanzadoras para el futuro. En 2013, 2.5 millones de niños y niñas trabajaban en el país; de los cuales sólo 45% recibía algún ingreso por su labor y 60% asistía a alguna escuela de Educación Básica mientras lo compaginaba con su trabajo; sin embargo, para el 40% restante la educación era un lujo al cual no tenía acceso, debido a que el tiempo de trabajo correspondía a más de 30 horas a la semana.

El crecimiento de la economía informal, el maltrato sistemático en el trabajo infantil, las carencias económicas y la precariedad del empleo digno son no sólo las consecuencias de un pobre esquema de desarrollo económico nacional, sino también los símbolos inequívocos de la pobreza de nuestras relaciones interpersonales, y del poco o nulo involucramiento en el diseño y ejercicio del poder público.

//Escenas sociales, como las descritas, donde se ha permitido que las necesidades de otras y otros parezcan invisibles para las autoridades y para la ciudadanía, deben ser erradicadas de nuestro acontecer diario. Debemos transitar a escenarios donde la suma de talentos y de visiones permitan construir un mejor entorno, una cobertura educativa de calidad y la consolidación de una economía orientada al conocimiento.

Con una última reflexión te invito a sumarte al debate de ideas: ¿consideras que las y los ciudadanos tenemos el poder de incidir en la construcción de una nueva realidad al transitar de una ‘economía del semáforo’ a una ‘economía orientada al conocimiento’?, ¿podemos hacer ‘visibles’ estas realidades? Si así fuera, ¿qué ideas vienen a ti para reducir los impactos de la informalidad económica y el trabajo infantil?