El pasado jueves 31 de agosto a las 20:00 horas se inauguró la exposición temporal “Reencuentro. Hallazgos arqueológicos en Aguascalientes”, del Museo de Historia Regional de esta ciudad. En el segundo patio de esta finca, sentado al frente de los asistentes se encontraba el director del Museo Regional, el Lic. César Darío Menchaca de la Torre, la Arqueóloga Ana María Pelz Marín, del centro INAH quien fuere la curadora de la exposición, el Arquitecto Héctor Castanedo Quirarte, delegado del Centro INAH y la actual directora del ICA, la Arquitecta Claudia Patricia Santa Ana Zaldívar.

Debo confesar que me sorprendió la cantidad de jóvenes que se encontraban en tal lugar. Hago referencia a esto respecto a ese tabú que se tiene sobre la juventud y su “falta de interés por temas que hacen ruido” dentro del campo cultural o histórico. Asistí al evento por motivo de una plática previa e invitación realizada por la restauradora del centro INAH, Laura Verónica Balandrán González, encontrándose siempre al tanto del montaje de la exposición.

Así, el recorrido por la exposición comenzó. Al principio se encuentra una vitrina con las herramientas de trabajo utilizadas por los arqueólogos. Ahí mismo se hace referencia a los procesos que son aplicados a los materiales arqueológicos localizados, poco más adelante se muestra un muro donde se señalan cuatro de los cien sitios arqueológicos de la región, siendo éstos El Ocote, Santiago, Cerro de en Medio y La Montesita.

La sala que continúa muestra un espacio que hace mención al tipo de fauna de Aguascalientes: “En El Ocote, Santiago y La Montesita se han registrado 33 especies de vertebrados que incluyen restos óseos de peces (bagre), anfibios y reptiles (ranas, tortugas y culebras), algunas aves (patos, garzas, palomas y codornices), así como 29 especies de mamíferos incluyendo algunos que hoy en día no se encuentran en la región como el venado bura, berrendo, lobo, borrego cimarrón y bisonte” (información en curaduría de exposición). En esa misma sala se observa la vida cotidiana de un grupo social que habitaría entre el periodo del 600 al 900 d.C. en Aguascalientes, demostrando que este asentamiento de pobladores no necesariamente corresponde al grupo chichimeca sino a pobladores de origen más antiguo.

Dentro de las vitrinas se contienen materiales como hachas de piedra, huesos de animales trabajados, dándole uso como instrumentos musicales, alfileres o agujas, instrumentos de piedra pulida y tallada, cerámica y finalmente semillas que consumían como alimento diario. Un punto a destacar en este tipo de cerámica localizada en los sitios arqueológicos demuestra una forma distinta a la cerámica trabajada por el grupo social de los chichimecas. Esta cerámica es de mayor dimensión y al mismo tiempo con detalles de minucioso cuidado, nos comenta la restauradora Verónica Balandrán. También se observan cuentas de concha. De estos materiales debemos hacer la observación que nuevamente nos compartió Balandrán: el contar con este tipo de materiales nos permite pensar en un intercambio establecido con pobladores del Pacífico y del Golfo con nuestros pobladores. Las demás vitrinas muestran una variedad de puntas de flecha, objetos ofrendados y figurillas de arcilla y piedra.

Otra de las salas presenta uno de los varios entierros que fueron encontrados por el equipo de trabajo a cargo de la arqueóloga Ana María Pelz Marín.

De las instalaciones que llamaron mi atención fueron la representación del abrigo rocoso de las pinturas rupestres de El Ocote, como también esa nota de prensa del día 8 de junio de 1955 de El Heraldo la cual hace referencia a este sitio y, por último, el discurso que se plantea al final de la exposición sobre el tema del saqueo en sitios arqueológicos en general. Así, el recorrido terminó, los asistentes a la inauguración salimos poco a poco de ese último pasillo del museo con un conocimiento de lo que “vive” en nuestro entorno, en nuestra ciudad, con comentarios en murmullos de admiración por las piezas expuestas, con ese sentimiento que deja en cada uno el hablar del pasado y poder observarlo de frente y con esa expresión en los rostros del equipo de trabajo detrás de la exposición transformando el agotamiento en complacencia.

La exposición muestra la riqueza prehispánica y arqueológica con la que contamos los “aguascalentenses”. Ofrece un recorrido por la historia, sí, esa historia que nos une con pobladores ancestrales que se asentaron en la región. Asimismo, nos presenta el trabajo realizado por la arqueóloga Ana María Pelz Marín quien cuenta con un gran conocimiento y pasión resultado de los 17 años de trabajo en estos sitios de la región, apoyada por un grupo de personas especializadas en la materia, como la restauradora Laura Verónica Balandrán González. Gracias a todos ellos es que se ha logrado presentar tan esperada exposición.

Quiero destacar mi agradecimiento a ellas por el tiempo dedicado a charlar y responder a cada una de las inquietudes que pasaban por mi mente, y al hecho de cómo y qué implica el trabajo realizado detrás de montar una exposición.

Sin duda, los logros alcanzados en el estudio de nuestros sitos arqueológicos representan un sinfín de investigaciones realizadas y otras más por concretar. Como historiadora creo en el entusiasmo que se genera en el público por cada uno de los trabajos (como dicha exposición) presentados, tratando temas de múltiples materias, en la responsabilidad de difundir la riqueza que nuestro suelo contiene, en poder contar con una visión un poco más amplia de lo que nos involucra como sociedad y en el hecho de no solamente guardar en la memoria lo que ha pasado en nuestra ciudad sino en poder comprender y valorar lo que se trata de comunicar.

Debo confesar que todo el tiempo desde que recibí la invitación a la exposición y al asistir a la inauguración, me intrigaba el título que se le dio, qué significaba para todos los integrantes del equipo de trabajo que estuvieron por varios meses realizando trabajo de campo, qué podían compartir desde su experiencia personal los responsables en los procesos de restauración o los del laboratorio al trabajar con los materiales encontrados, si realmente confiaban en lo que se pudo transmitir al público de su trabajo, si se había logrado esa idea inicial del proyecto. Así que no resistí hacer dicho comentario a la curadora y arqueóloga presentadora de este trabajo. Ella me respondió diciendo: “El título se eligió porque creemos que permite reconocer o enfrentar lo que existe, pero estaba olvidado”.

//Podría describir lo que observé en la exposición con detalles específicos, pero nada se compara al estar frente a una vitrina que presenta algún material guardando una esencia pura y una historia, ese mismo material carga con un largo ir y venir de horas de trabajo, de cuestionamientos, de encantos y desencantos.

Invito a cada lector apasionado –y desapasionado– por los temas relacionados con la historia y la arqueología a tener un acercamiento a “Reencuentro”. Considero que existe (quiero pensar) ese interés por apreciar estas materias con otros ojos, no me refiero a la juventud sino también a las personas adultas que están dentro y fuera de estas especialidades. La exposición no está dedicada solamente a un grupo específico de la sociedad, aquí es donde aparece el papel de las generaciones futuras: esos niños y niñas a quienes podemos nosotros compartir y transmitir la importancia de guardar respeto y valor por lo que nos identifica como grupo social de este instante de la historia.