En el presente ensayo se pretende realizar un análisis de la obra Hasta no verte Jesús mío de Elena Poniatowska, a partir del cual podremos observar con mayor claridad los componentes de la misma y tener una visión más amplia de una de las novelas más icónicas –aunque a veces dejada de lado– de la literatura mexicana del siglo XX.
El análisis tendrá por objetivo contestar una pregunta principal surgida de la afirmación realizada en la breve reseña impresa en la cuarta de forros del libro.
Esta novela tiene dos narradoras: Jesusa Palancares, quien cuenta su vida, y Elena Poniatowska, quien recrea con oficio y sensibilidad excepcionales los avatares de una vida notable no sólo por su originalidad […] sino también por la luz que echa sobre momentos y costumbres cruciales de la sociedad mexicana.2
A partir de esta afirmación partimos de una hipótesis configurada a través de la lectura de la obra y trataremos de probar o descartar la narración no de dos personas, sino de una sola: Jesusa Palancares, la protagonista y siempre presente estrella de esta inolvidable y atrapante novela.
Para comenzar, dejaremos claras algunas cuestiones de forma. La novela fue publicada por primera vez en 1969 con el nombre de Hasta no verte Jesús mío y firmada por Elena Poniatowska bajo el sello de Editorial Era. Ha tenido numerosas reimpresiones, siendo la consultada para este trabajo la 40ª reimpresión correspondiente al año 2006. A su vez, ha sido traducida a diversos idiomas, entre ellos, inglés, francés e italiano.
La autora es conocida por sus escritos de corte periodístico y debe remarcarse que ésta fue su primera novela publicada. Tiene, además, numerosos trabajos de narrativa, ahondando en problemáticas y movimientos sociales; centrando también su trabajo en crónicas, biografías, cuentos y obras de teatro.
Influenciada por los meses que trabajó con Oscar Lewis en 1962, Poniatowska realizó una serie de entrevistas a una lavandera de la capital del país. Si bien el encuentro con dicho personaje fue totalmente fortuito, la autora tomó ventaja de la situación y decidió entrevistar a Josefina Bórquez circa 1964. En estas conversaciones, Josefina cuenta sus aventuras como una mujer, indígena, analfabeta y de pocos recursos a principios del siglo XX recorriendo lo largo y ancho de México durante el conflicto militar más cruento de dicha centuria: la Revolución Mexicana.
Aunque ésta es la etapa que más ha llamado la atención por su peculiar forma de describir su afinidad a viajar con la tropa, no sólo es este pasaje histórico el retratado en la novela. Podemos ver la lucha de facciones, pero también los sucesos posteriores: el gobierno de Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, así como fragmentos sobre la guerra cristera.
En estos testimonios se basó Poniatowska para la creación de Hasta no verte Jesús mío y, a su vez, en Josefina Bórquez se basó para traernos a uno de los personajes más interesantes, divertidos, elocuentes, desvergonzados e irónicos: Jesusa Palancares. Personaje que la misma autora admitió fue el que más ha marcado su carrera artística y el que recuerda con más cariño, tanto por lo que resultó ser Jesusa como por lo que era Josefina Bórquez.3
Debemos tener clara la diferenciación entre ambas. Josefina no es Jesusa, a pesar de que esta última esté basada en las experiencias y personalidad de la primera. Lo que encontramos en Hasta no verte Jesús mío no es una crónica, sino una compilación de memorias basadas en entrevistas a una persona real.
Generalmente, cuando nos encontramos con una novela testimonial como ésta, las alarmas saltan para defender si es en efecto perteneciente a un género literario de ficción. En el caso nacional, Poniatowska es siempre uno de los nombres que saltan en estos debates, por su gran trabajo en la narrativa y en la crónica. A nivel internacional, este debate se trajo a colación con la galardonada al Nobel de Literatura 2015, Svetlana Aleksiévich.
En el caso particular de esta obra, podemos decir que tiene diferencias perceptibles en la metodología de la escritura y que “La veracidad –como opuesto a la mentira– se maneja aquí con exigencias que no siempre están presentes en el discurso de ficción”.4 Sin embargo, esta característica no hace que deje de ser una novela, simplemente que sus parámetros tienen diferencias a una que se compone por elementos totalmente ficticios.
// Este precepto sobre la veracidad y su manejo en la obra de Poniatowska nos lleva a pensar en su intervención como autora al testimonio recabado por entrevistas. Esa compenetración con la información recibida y la convivencia con su fuente deja a Poniatowska como arquitecta directa de la historia que tenemos hoy en las páginas de esta obra.
Es a partir de esta idea que sostenemos, pues, que Josefina Bórquez no es Jesusa Palancares, aunque forma parte de ella, pues ayudó a crearla. Jesusa Palancares se distingue de Josefina Bórquez gracias a la intervención de Elena Poniatowska, pues la autora añade ese toque literario, crítico e inconfundible a la interesante mina de oro que le brinda Bórquez en sus entrevistas.
Planteamos pues, en contra de lo que nos dice la reseña incluida en el libro, que la única narradora de esta novela es Jesusa Palancares. Sin embargo, debe aclararse que la creación de Jesusa no es enteramente propia de Elena Poniatowska ni un reflejo exacto de Josefina Bórquez. Jesusa es una combinación de las experiencias biográficas de una y el enorme talento literario de la otra. Es un producto deseado de una convivencia, un proyecto nacido de una plática de sobremesa, es el relato obtenido de una lavandera oaxaqueña residente en la Ciudad de México mediante una entrevista y procesado por la entrevistadora. Jesusa Palancares es un personaje único que, como bien dicen, es más que la suma de sus partes, pero cuyas partes pueden distinguirse y nombrarse; éstas son: Josefina Bórquez –el mármol– y Elena Poniatowska –el cincel–.
Qué tanto tiene, pues, Jesusa de Elena y qué tanto de Josefina, personalmente creo difícil, pero no imposible, llevar a cabo una especie de prueba de ADN a la obra. Probablemente si se tuvieran a la mano las grabaciones de las entrevistas y haciendo un análisis de la autora, comparando su forma de redacción en otros escritos podríamos dar una especie de porcentaje, pero aun si lo hiciéramos, ¿qué tan importante es la determinación de un número cuando la obra en su totalidad nos muestra precisamente la misma conclusión?
Aun así, trataremos de hacer una simple comparación de dos párrafos en la novela que han llamado mi atención. Dos extractos que llegan a nosotros de la boca de Jesusa, pero donde se pueden ver rastros de esas dos mujeres que conforman gran parte de este personaje. Con intención de hacer la diferenciación entre los pasajes de la novela donde podemos encontrar una mayor intervención de la pluma de Poniatowska y aquellos que pueden interpretarse como un mayor traspaso de las palabras de Josefina Bórquez a los escritos, sin dejar de lado, por supuesto, el proceso de escritura de la autora.
El primero es el epígrafe del libro, un párrafo donde queda muy clara una conversación.
Algún día que venga ya no me va a encontrar; se topará nomás con el puro viento. Llegará ese día y cuando llegue no habrá ni quien le dé una razón. Y pensará que todo ha sido mentira. Es verdad, estamos aquí de a mentiras: lo que cuentan en la radio son mentiras, mentiras las que dicen los vecinos y mentira que me va a sentir. Si ya no les sirvo para nada, ¿qué carajos va a extrañar? Y en el taller tampoco, ¿quién quiere usted que me extrañe si ni adioses voy a mandar?
En éste, Jesusa le habla a su interlocutora. En este primer párrafo nos hace ver esa presencia de Elena, la cual se repite a lo largo de la novela de manera aleatoria y puede distinguirse gracias al modo discursivo de la narración. Este párrafo, al igual que otros pasajes donde Jesusa se dirige a alguien en particular es, según una visión personal, esas trasparencias hacia la voz de Josefina Bórquez. Conocemos que son textos escritos por Poniatowska, pero pareciera que ella misma dejase entrever a su entrevistada dejando algunas palabras y frases que nos remontan a una conversación, que nos muestran a esa otra persona contribuyendo en su escritura.
Un punto importante de estos textos y, por consecuencia, del modo narrativo de Poniatowska es que en efecto los escribe como si se tratara de una transcripción de los audios de su entrevista. Encontramos, pues, pasajes donde al tratar de describir cuánto medía algo, Jesusa nos dice “como así de grande”, algo que para un lector no le da ninguna pista, pero para el punto que quiere probar Poniatowska con su narrativa, aporta mucho.
// Cuando una persona de cierta edad decide que sus vivencias han tenido importancia para su ámbito local, cuando cree que su vida podría dar ejemplo a futuras generaciones o simplemente cuando quiere escribir sobre algo y decide hacerlo de sus propias experiencias, obtenemos ensayos de distintas longitudes denominados memorias.
Haciendo una generalización podemos identificar quiénes realizan estos proyectos: letrados, pertenecientes a una elite política o intelectual, con un considerable tiempo libre y una habilidad para la redacción.
Lo que obtenemos con Josefina Bórquez es totalmente lo opuesto. En primer lugar, sus memorias nunca habrían sido escritas por el simple hecho de ser analfabeta. De esta forma, entra Elena Poniatowska y mediante una entrevista obtiene dichas experiencias, con un lenguaje y carisma propio de una mujer perteneciente a las esferas marginadas de nuestro país. Las memorias de Josefina son los audios que pasarían a ser inmortalizados por la pluma de la autora en la novela.
Esos pasajes que se han dejado como conversaciones son, desde una visión personal, esos reminiscentes que la autora nos ha brindado para dejar la firma de su entrevistada en la novela. Esos pequeños rasgos donde la fonética impera a la ortografía y nos hace leer con confusión un “pos” en lugar de un “pues” pueden interpretarse como una llamada de atención de que, en efecto, Josefina nos habla.
El segundo fragmento que ha llamado mi atención es el que encontramos al final del capítulo trece:
[...] desde entonces, todo fueron fábricas y fábricas y talleres y changarros y piqueras y pulquerías y cantinas y salones de baile y más fábricas y talleres y lavaderos y señoras fregonas y tortillas duras y dale y dale con la bebedera del pulque, tequila y hojas en la madrugada para las crudas. Y amigas y amigos que no servían para nada, y perros que me dejaban sola por andar siguiendo a sus perras. Y hombres peores que perros del mal y policías ladrones y pelados abusivos. Y yo siempre sola, y el muchacho que recogí de chiquito y que se fue y me dejó más sola y me saludas a nunca vuelvas y no es por ai María voltéate y yo como lazarina, encerrada en mi cazuela, y en la calle cada vez menos brava y menos peleonera porque me hice vieja y ya no se me calienta la sangre y se me acabaron las fuerzas y se me cayó el pelo y nomás me quedaron unas clavijas por dientes, rascándome con mis uñas, pero ya ni uñas tengo de tantos uñeros que me salieron en la lavadera. Y aquí estoy ya nomás esperando a que den las cinco de la mañana porque ni siquiera duermo y nomás se me revela todo lo que pasé desde chiquilla, cuando anduve de guacha y sin guarache, haciéndole a la revolución como jugando a la gallina ciega, recibiendo puros trancazos, cada vez más desmadejada en esta chingadera de vida.
En este hermoso pasaje podemos ver el impecable trabajo de una escritora como Elena Poniatowska. Encontramos un obvio testimonio, con un lenguaje coloquial y una redacción que desborda sentimientos, algo que no se deslinda de la personalidad y el carácter de un personaje como Jesusa Palancares, pero también encontramos una prosa tenaz casi poética, graciosa pero llena de pesares, cuya composición nos muestra la influencia de Poniatowska en la creación tanto del personaje como de la novela.
Es en este párrafo donde, a manera personal, puede identificarse más la redacción e influencia de la autora como quien teje y remata los distintos hilos proporcionados por Josefina Bórquez, para que la composición de estos quedase preciosamente ornamentada y nos brindara un cuadro único, pero conformado con aquello que ya se le había proporcionado.
Podemos observar, a partir de lo anterior, la confluencia de estas dos mujeres, cuyas realidades son totalmente diferentes, encaradas con un micrófono de por medio. A partir de dicho encuentro vemos cómo sus vivencias y habilidades fueron hechas presentes y plausibles dentro de la novela, donde se dosificaron y armonizaron para la creación de un personaje único en el cual se nos presenta la vida de una mujer olvidada del discurso oficial de la historia contemporánea de México. Jesusa Palancares, una indígena oaxaqueña que se pelea con los vivos y habla con los muertos, que hace “arguende” y lucha por su propia supervivencia en un país donde su invisibilidad es obvia, su marginalidad palpable y su vida un suspiro.
1 Universidad Autónoma de Aguascalientes, Licenciatura en Historia, noveno semestre. Correo: avvd.95@gmail.com.
2 Elena Poniatowska, Hasta no verte Jesús mío, Editorial Era, México, 2006.
3 “¿Qué personajes dejaron huella en Poniatowska?”, publicado por CNN México, 20 de noviembre 2013, https://www.youtube.com/watch?v=Bx1gG7dKaqM
4 Elena Uzandizaga, “La reconstrucción del espacio marginal en Hasta no verte Jesús mío de Elena Poniatowska” en Lectora, revista de dones i textualitat, Revistes Cientifiques de la Universitat de Barcelona, Núm. 1, 1995.
“¿Qué personajes dejaron huella en Poniatowska?”, publicado por CNN México, 20 de noviembre 2013, https://www.youtube.com/watch?v=Bx1gG7dKaqM
Poniatowska, Elena, Hasta no verte Jesús mío, Editorial Era, México, 2006.
Uzandizaga, Elena, “La reconstrucción del espacio marginal en Hasta no verte Jesús mío de Elena Poniatowska” en Lectora, revista de dones i textualitat, Revistes Cientifiques de la Universitat de Barcelona, Núm. 1, 1995.
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