Las cantinas no han siempre han gozado de buena fama, sobre todo si se las compara con esos lugares que hemos denominado bares, aunque, en última instancia, ambos sitios sirvan al mismo fin: la ingesta de alcohol. Aún más si acaso las contrastamos con aquellos lugares que han optado por nombrarse Café Bar, Restaurant-Bar. Después de todo, el nombre con que designamos las entidades de la realidad importa mucho.

En un sentido u otro, las cantinas han sido catalogadas como lugares de mala muerte, en donde los seres humanos van al encuentro de la perdición; lugares en que las peleas están a la orden del día. Las cantinas fueron territorio exclusivo de los hombres, pero desde hace algunos años el acceso a estos establecimientos se ha extendido a las mujeres. Quizá este desconocimiento ha arraigado la mala reputación de las cantinas, pues parecería que son lugares destinados para los desmanes propios de los hombres, otra vez, donde sólo encontraremos vicio y perdición.

Contrario a estas suposiciones, las cantinas son lugares tradicionales en los que uno puede beber un buen trago y comer una botana aún mejor. Incluso si uno visita estos lugares durante la hora de la comida, podrá degustar las delicias que tenga a bien preparar el cantinero. Y, obviamente, por las mañanas –sobre todo, los fines de semana– uno puede ir a curar la resaca y, con suerte, acompañar el trago curativo con un menudo o una birria, alimentos sagrados, restablecedores de todo mal etílico.

// Aguascalientes aún cuenta con cantinas tradicionales, algunas de ellas muy antiguas. Mi Cantón es una de ellas. Este célebre lugar se ubica en la calle Poder Legislativo #210, a una cuadra de Francisco I. Madero, en pleno corazón del otrora Aguascalientes ferrocarrilero. Durante más de cincuenta años, Mi Cantón ha abrigado las penas y alegrías de los habitantes de nuestra ciudad y de allende sus fronteras.

Mi Cantón es una cantina de dos pisos. El primer piso está reservado para aquellos que no fuman; y el segundo, para quienes pueden ejercer aquel viejo tango cuya letra canta: “fumar es un placer genial, sensual”. Eso sí, sobran los lugares para beber y comer apaciblemente. Además, esta célebre cantina cuenta con mesas de billar para amenizar cada trago de dulce licor.

Es curioso, pero no muchas personas saben que en una cantina uno puede degustar una sabrosa comida. En Mi Cantón, según la fecha y los ingredientes que haya a disposición, es posible degustar desde mole rojo, acompañado de arroz y lechuga, cual fonda tradicional, hasta los infalibles burritos de guisado. Y si acaso le ofrecen un taco de moronga, para acompañar esa cerveza fría, permítame decirle que no tenga miedo usted de probarlo, pues no hay mejor chef que un cantinero para preparar este alimento, que al gusto de muchos puede parecer poco apetecible, pero ¿quiénes son ellos si no han degustado los alimentos de una Cantina? Son estos pequeños placeres los que uno agradece y disfruta cada vez que asiste a Mi Cantón. Eso sí, para degustar estos placeres es necesario acudir a la hora de la comida, es decir, entre las dos y las cuatro de la tarde. El resto de la tarde podrá acompañar la bebida espirituosa de su agrado con diversas botanas, como papas fritas, chicharrón de cerdo acompañado de su infaltable y picosa salsa mexicana, cueritos, frutas y verduras curtidas, además de una deliciosa diversidad de frituras de harina. E, insisto, todas las noches, Mi Cantón cierra con una orden de tacos o burritos de guisado. Ésos, parafraseando a Bertolt Brecht, son los imprescindibles.

En Mi Cantón, además, uno puede beber en alguno de los cubículos privados que se ubican en el segundo piso. Eso sí, es necesario apartarlos con anticipación, pues sólo hay dos de ellos. Estos cubículos son ideales para agendar una reunión de trabajo, al calor de un mezcal o bajo la frialdad de una cerveza oscura de barril. Incluso, uno puede disponer de estos espacios íntimos para invitar a una velada etílica, pero elegante, a alguna chica que acaso pueda llevarse nuestro amor. Ya después de algunos meses, Mi Cantón puede servir de recinto para celebrar la alegría del idilio, o bien, para llorar la tristeza del desengaño.

// Por otro lado, en Mi Cantón también se respira el ambiente bohemio, pues frecuentemente es visitada por mariachis, grupos norteños, tríos románticos, que por una módica cantidad amenizarán nuestra estancia.

Hay que decir, también, que las cantinas están sometidas a un estricto horario. Todas ellas deben estar cerradas en punto de la una de la mañana. Entonces, no nos sorprendamos si a las 12:30 empiezan a apresurarnos para que terminemos nuestro trago, o si a la 12:45 nos llevan la cuenta sin haberla solicitado. Esta celeridad se debe, justamente, al horario que las cantinas están obligadas a cumplir. Mi Cantón no es la excepción; sin embargo, esta peculiaridad es parte del encanto de toda cantina. Después de todo, siempre quedan los bares bulliciosos donde uno puede continuar el camino del trago.

Un corrido norteño canta en su letra que es una diosa, una reina, la gran cosa, pero aunque sigue tan divina será siempre una belleza de cantina. Mi Cantón es una de las bellezas de cantina que aún conserva Aguascalientes y, parafraseando el tango, “en su mezcla milagrosa de sabihondos y suicidas yo aprendí filosofía, dados, timba y la poesía cruel de no pensar en mí.”