CINE
La Intervención (The Intervention)
Pamela Ruiz Flores
Película del año 2016 escrita y dirigida por Clea DuVall, con las actuaciones de Melanie Lynskey, Jason Ritter, Natasha Lyonne, Clea DuVall, Ben Schwartz, Alia Shawkat, Vincent Piazza y Cobie Smulders.
Es casi un hecho. Los viajes de varios días con distintas parejas de amigos producen una porción significativa de drama. Confieso que eso fue lo que me arrastró a ver esta película de excelente reparto y corte independiente. En segundo lugar, me llamó la atención el reparto asombroso que en su mayoría no había visto en algún papel dramático, especialmente, la actuación de Jean Raphio (Ben Schwartz), a quien sólo conocía por su papel en la aclamada serie Parks and Recreation.
Temí, sin embargo, toparme con un filme sin pies ni cabeza, como puede pasar en los primeros trabajos de dirección (éste fue el segundo de DuVall); o bien, aprovechando lo independiente, con una película increíblemente cínica en lo correspondiente a las relaciones. Siempre he tenido un problema con los cineastas que sobrepasan el cinismo en las películas. Lo iconoclasta, lo representativo, lo oscuro, creo que me son más fáciles de digerir que un filme que básicamente se conforma en dejarnos con una idea inconclusa sobre su trama y personajes. Personajes sin arco y tramas redundantes, son lo que resulta de filmes así.
Esta película no es el caso anterior a pesar de la premisa, pues se trata de cuatro parejas de amigos de toda la vida que se reúnen en una casa de campo lujosa, en vistas de realizar una intervención a la pareja de casados, conformada por Smulders (conocida como Robyn por la serie How I met your mother) y Piazza, quienes evidentemente están en problemas. No se desarrolla entonces un drama demasiado desalentador, aunque sí inevitable, en ese fin de semana alejados de todo.
A partir de esta premisa, Annie (Lynskey) se empeña en idear con la ayuda de todos, un plan para básicamente sentar al matrimonio en problemas y convencerlos de que su relación dañada debe terminar y deben solicitar un divorcio. El afán de Annie de entrometerse en la vida de sus amigos raya en ocasiones en lo enfermizo; la vemos sonriendo ante la perspectiva de abordar a la pareja para informarles que son un desastre, mientras vacía uno tras otro vasos de cocteles y vino. Annie misma está ahí con su novio (Ritter), con quien se encuentra comprometida y ha pospuesto ya cuatro veces la boda. A la par, se encuentra la hermana de Smulders, interpretada por la misma DuVall, quien es parte de una pareja lésbica que lleva tres años de relación, sin que DuVall pueda finalmente sugerir el vivir juntas. La cuarta pareja en cuestión la conforman el deprimido Jack, interpretado por Schwartz, que ha llevado a alguien en pantalla considerablemente menor (Shawkat), y quien parece tener la función en la relación de un atractivo antidepresivo.
A medida que la película avanza, desde luego, algunas características de las parejas van quedando más a la vista, mas no se da ningún tipo de información oculta y revelada en el fin de semana. La película, a pesar de no poder escaparse de todos los lugares comunes de tramas similares, los aborda con candidez. Los personajes se desarrollan sin que sepamos tal vez todo de ellos, pero alcanzamos a ver el arco en ese corto tiempo; no el arco más significativo, pero el relevante para ese espacio de tiempo. Este elemento es el que en segundo lugar me agradó más de la película: no absolutamente todo se soluciona, o se dice, o se hace, en el fin de semana. Claro, hay epifanías y las cuatro parejas salen de esa casa de campo con una idea distinta de su pareja y de lo que desean de su relación, pero el dramatismo de estas decisiones no es sobreexplotado. Finalmente, son sólo dos noches y tres días los que pasan juntos; el drama de pareja no puede condensarse totalmente en ese tiempo sin que la trama tenga algo de forzado.
//No obstante lo anterior, lo que a mi parecer fue lo más agradable del filme fue una conclusión casi evidente, pero que puede ser fácilmente olvidada: las relaciones son compromiso.
Las parejas de la película que quieren lo mismo se orientan a lo que ambos quieren y, si hay conflicto, tratan de conciliar. Las parejas que no están dispuestas (destinadas) a conciliar, no lo hacen.
Se agradeció, además, el tono modesto en la dirección de la película, sin demasiadas escenas musicalizadas, o bien, una explotación del paisaje. Si había que fijarse en el paisaje, fue porque tenía relevancia en la trama. La dirección evidentemente se sentó enteramente en la historia y se dedicó a retratar sin mucha pretensión: pocas cámaras temblorosas y un sencillo filtro dejan ver a una directora que lleva los pies al camino de las llamadas películas de diálogo.
La sencilla pero esperanzadora conclusión de la película nos muestra que
//las conexiones profundas y significativas pueden ser reparadas con voluntad, mientras que los encuentros forzados son difíciles de seguir, o bien, fingir por siempre.
Así, las parejas se alejan de ese fin de semana viendo lo que pueden perder y lo que pueden ganar. Una visión demasiado orientada al romance propio de Disney, diría alguien por ahí: el final feliz. Esta película nos muestra que los finales felices requieren trabajo y voluntad, algo al parecer muy alejado del amor de cuento de hadas, de cuyas practicidades, en realidad, sabemos muy poco.
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