Los cómics están apareciendo en las librerías
como novelas y en los museos como arte.
Chris Ware

Este ensayo trata sobre el desarrollo de una manera de expresión popular generalmente acusada de falta de seriedad como es el cómic, en una época donde ésta da a conocer temas que tienen una repercusión en la sociedad a través de una forma innovadora, fresca y válida. Tomando como ejemplo el caso de Maus de Art Spiegelman, podemos ver que si bien la aparición del cómic “underwround” estadounidense en la década de los sesenta y el premio Pulitzer otorgado a la anteriormente citada marcan una ruptura en cuanto a este formato se refiere, hoy en día es aún extraño considerar al cómic como una obra “seria” que pueda tratar temas que vayan más allá de los superhéroes y los villanos fantásticos. Es así que trataremos de exponer lo que, de manera personal, parece ser una forma de discriminación a los nuevos formatos de expresión y difusión de ideas.

La existencia de una contracultura exige por definición la diferencia y el deslinde de algo consolidado y que la mayoría considera insustituible casi llegando a la adoración dogmática. En este escenario, obtenemos que el cómic ha sido un formato cuyos principales objetivos habían sido el divertir a quienes se tomasen el tiempo de leer uno. Las tres escuelas principales de cómic son la Europea, representada por artistas franco-belgas y cuyos mayores exponentes son los cómics de Las aventuras de Tintín así como Asterix y Obelix; la japonesa, con su formato denominado anime y la estadounidense que se consolidó con las historias de superhéroes desde la publicación de Superman (1938) y muchos otros de esta misma línea.

Todo lo anterior cambió en los sesenta con el surgimiento del cómic underwround o comix en los Estados Unidos. En dicha época, jóvenes artistas comenzaron a distribuir sus propias viñetas alejados de las grandes editoriales, pero logrando una gran repercusión en la juventud. Hablaban sobre temas que les interesaban tanto a ellos como a su público pues formaban parte de él; desafiaban las reglas establecidas por las editoriales consolidadas y dibujaban sobre drogas, sexo, política y violencia. “Estábamos ayudando a una generación de jóvenes delincuentes, ofreciéndoles una contracultura”, dijo una vez el mismo Spiegelman en una conferencia de prensa.

Si tomamos esta emblemática frase, podemos encontrar que en un mundo donde rige el statu quo, los movimientos de contracultura dan voz a los que no la poseen, identifican a los que creen estar solos en el mundo y representan una forma de expresión para los que se piensan invisibles.

En este marco nace Maus, donde en una primera impresión Spiegelman parece contarnos la historia de sus padres en la Segunda Guerra Mundial y de cómo ellos pudieron superar las pruebas que se les atravesaban en el camino. Con dicho argumento, Maus pareciera seguir el ejemplo del cómic tradicional americano, pero Spiegelman añade varios aspectos que le hacen diferir de dicho formato creando uno nuevo.

El primero es que el artista utiliza varios métodos narrativos, principalmente la analepsis y la prolepsis para darnos en su obra tres líneas temporales diferentes que se complementan entre sí. La primera es, como ya se dijo, la de sus padres como judíos polacos en la Segunda Guerra Mundial y su experiencia desde que se conocieron, pasando por su estancia en Auschwitz y su escape por separado, hasta su reencuentro al terminar la guerra. Una segunda línea la encontramos en la interacción entre el autor y su padre Vladek; en ésta se narra el proceso de creación del libro mediante entrevistas donde además se deja entrever al Vladek resultado de la guerra y cómo ésta afecta la relación con su hijo. Por último, pero no menos importante, encontramos el meta discurso, donde Spiegelman reflexiona sobre el proceso de escribir el libro, critica sus decisiones y la manera en que ha decidido plantear la historia de sus padres y se pregunta cómo podrá hacer justicia a algo tan importante como es el holocausto.

La forma de representación de los personajes como animales es uno de los aspectos que ha dado más de qué hablar a los críticos de esta obra. Es así que encontramos a los judíos como ratones, los alemanes nazis como gatos y los polacos no judíos como cerdos; a éstos se les unen los americanos como perros y los franceses como ranas, entre otros.

Si bien el formato no es nuevo, pues se ha usado en las fábulas e incluso como crítica política por autores como George Orwell en Rebelión en la granja, representa algo inusual para un tema tan delicado como el holocausto. Inspirado en frases como: “Sin duda los judíos son una raza, pero no humana” de Adolf Hitler que precede a la primera parte de su obra, Spiegelman hace uso de los ratones para ejemplificar al pueblo judío oprimido.

// Cada uno de los personajes es despojado de su individualidad y lo único distinguible entre ellos es ser ratones o algún otro animal ahí dibujado.

Esto puede equivaler a la manera en que veían a las personas en ese tiempo: no importaba quién eras, lo que te distinguía era si te parecías a los ratones o a los otros, y esto es lo que decidía tu destino.

Sin embargo, a su vez, esta forma de plasmar a los personajes permite el acercamiento del lector a la historia, pues es más fácil para cada uno sin importar sus gustos, raza o creencias, identificarse con dichos personajes que, si bien están representados por animales, nunca pierden su condición humana.

Maus fue publicado en entregas a partir de 1980 en la revista Raw. La primera parte, “Mi padre sangra historia”, que narra los eventos desde que Vladek y Anja, padres del autor, se conocen hasta el invierno de 1944 cuando se encontraban en un ghetto judío en Polonia, fue publicada completa en una compilación en 1986 que se convirtió en un éxito de ventas. La segunda parte, “Y aquí comenzaron mis problemas” narra desde la llegada de Vladek y Anja a Auschwitz hasta su reencuentro después de la guerra. Una versión compilatoria de ambas partes fue publicada en 1991 y al siguiente año fue acreedora del premio Pulitzer.

// Lo anterior convirtió a Maus en la novela gráfica sobre el holocausto y, a su vez, abrió las puertas para otros artistas que trataban temas de no ficción en formato de cómic.

Entre los conocedores del tema ha habido un debate constante para definir la novela gráfica y sus características, a su vez que definir el tratar temas “serios” o, mejor dicho, de no ficción en dichos formatos. Si bien Maus merecidamente se convirtió en el primer y único cómic en hacerse acreedor del mencionado premio, “…podríamos decir que […] recibió tal distinción no por ser un cómic, sino a pesar de ser un cómic”.

La cita anterior dice mucho del ambiente que enfrentan los artistas provenientes de movimientos de contracultura que desean expresar su realidad mediante sus propios formatos. Generalmente son los medios académicos o “profesionales” los que dan una connotación inferior a expresiones que no siguen el canon establecido, y es debido a ello que la presentación de un tema interesante de una manera no considerada anteriormente como “seria” -aun si éste tenía una buena estructura narrativa- acarreó críticas e incluso la inseguridad del autor al preguntarse en el metadiscurso de la obra si le estaría haciendo justicia a la historia de sus padres, de los sobrevivientes y, en general, de los judíos en el holocausto mediante el ya mencionado formato.

La principal crítica al cómic fue que mediante él se alejaba a la juventud de los libros para arrojarlos a un sistema en que el esfuerzo crítico y mental venía digerido con imágenes y, por lo tanto, tenía un menor valor que un ensayo en toda regla. Personalmente creo que dicha afirmación carece de importancia al encontrar obras como Maus y las que siguieron este sistema de creación, pues contienen una estructura rica que permite analizar los hechos sin perder su dinamismo mediante las imágenes. Tal como lo dice García: “El cómic se lee, pero es una experiencia de lectura completamente distinta a la experiencia de la literatura”.

A partir de todo lo anterior puede señalarse que no debería de criticarse un formato como mejor que el otro, si no como diferentes, y comenzar a dejar las formas en un segundo plano para centrarnos principalmente en los contenidos y sus significados. Como ya se ha dicho, Spiegelman fue punta de lanza para llevar a los cómics a tratar temas históricos con una narrativa excepcional y metáforas apabullantes. Maus abrió las puertas a otros autores para tratar dichos temas desde una perspectiva diferente y rica, de la cual se puede aprovechar su dinámica para la difusión de temas complicados, ya sean históricos o no, de una manera a la vez amena y compleja que permiten entenderlos mejor.