Hace unos días tuve el gusto de presentar el libro Homicidios y lesiones en el deporte, escrito por el Sr. Juez Francisco Herrera Lozano y editado por Tirant Lo Blanch, el Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Aguascalientes y la Universidad Autónoma de Aguascalientes. A petición de la maestra Martha Esparza, transcribo el texto que leí en aquella ocasión, con algunas adaptaciones de formato. Espero que sea de su agrado y, sobre todo, que despierte el interés por consultar el libro susodicho. Sin más preámbulo, dejo aquí mi texto:

Una forma posible de estimar la valía de un libro consiste en determinar qué aportes puede hacer en su campo de conocimiento y qué reflexiones es capaz de generar en sus lectores. Por supuesto, hay textos para diversos tipos de auditorios. Algunos suelen ser tan celosos de sus contenidos que se expresan sólo ante un limitado número de lectores especialistas en una materia determinada. Otros textos entregan su fruto a cualquiera que los lea, pero suelen ser de muy fácil digestión y de contenido poco nutritivo. Otros más –los menos tal vez– tienen una capacidad de adaptación tal, que lo mismo pueden dialogar de tú a tú con los especialistas del tema que trata, que comunicarse de forma clara y efectiva con lectores no iniciados en dicho tema.

Homicidio y lesiones en el deporte, libro que tengo el gusto de presentar, pertenece al último tipo, pues, aunque prefiere lectores especializados en el arte y la ciencia de la abogacía, su ductilidad lo hace capaz de abrirse a otro tipo de ojos, ajenos a la literatura, la jerga y las tipologías discursivas de los textos jurídicos. Es, en este sentido, un libro amable, hospitalario; pero también valioso y nutritivo, porque es capaz de plantar la semilla de su tesis en la mente de cualquier persona que lo lea con calma, inteligencia y atención.

Sumado a esto, tiene el tino de presentarse con un título de enorme poder mercadotécnico. Es difícil que el usuario de una biblioteca o librería no se detenga ante un ejemplar cuya primera palabra es “homicidio”, un sustantivo de uso, interés y conocimiento abierto para todos y, a la vez, una palabra importante dentro de la terminología del Derecho Penal. En este solo gesto, me parece, Francisco Lozano Herrera traza ya la doble vertiente de su libro: su apertura a lectores iniciados y también a los no iniciados en Derecho.

El trazo se cumple con rigor al interior del libro. Lozano nos lleva de lo general a lo particular; de la esencia y la historia del deporte como una actividad compartida por todos los pueblos y culturas, a propuestas específicas para la tipificación de las lesiones y homicidios concretados en el ejercicio de la actividad deportiva.

En la primera parte de este ejemplar, ahí donde nos habla de la historia y naturaleza de los deportes, el autor suscribe una afirmación interesante. Cito: “El deporte está muy cerca del arte [pero] se diferencia del último porque el primero presenta desde sus orígenes un carácter competitivo”. Lozano también nos muestra que la importancia del deporte es tal que organismos internacionales –entre ellos la UNESCO– han propuesto definiciones sobre el mismo, enfatizando en los valores humanos y sociales que implica, como la búsqueda constante de superación individual y colectiva, la competencia equitativa, el respeto y el acatamiento a normas y reglamentos.

La afirmación que hermana al arte y al deporte, pero que vuelve a separarlos por la naturaleza competitiva de este último, me hizo recordar un texto donde arte, deporte y competencia se enlazan. Me refiero a la Iliada. En uno de sus cantos, Homero cuenta cómo los aqueos comienzan a desesperarse por el prolongado sitio en que tenían a la ciudad de Troya que aún poseía fuerzas y provisiones para aguantar mucho tiempo más este asedio. Para vencer las tensiones generadas por la espera y mantener sus capacidades físicas en un estado óptimo para el combate, los aqueos organizaron competencias deportivas. La situación entera, así como la seriedad que le daban a estas justas, nos hacen ver la importancia social que tenía el deporte en la vida de los griegos.

Estoy seguro de que podríamos encontrar situaciones análogas en las diversas civilizaciones ancestrales y en las contemporáneas. Hasta donde sé, no hay comunidad o cultura que carezca de actividades deportivas, muchas veces fuertemente relacionadas a cuestiones políticas, ideológicas y religiosas. Recordemos, nada más para ejemplificar, el saludo Black Power de Tommie Smith y John Carlos en las Olimpiadas de México 1968. Con su puño levantado en todo lo alto tras ganar las medallas de oro y bronce, respectivamente, el par de afroamericanos hicieron frente a las políticas y medidas racistas, segregacionistas, de su propio país y de gran parte del mundo. Y qué decir de Jesse Owens en las Olimpiadas de Berlín 1936, quien con su destacada actuación y sin una sola muestra de violencia evidenció la falacia de la supremacía aria. Cabe destacar que el nacionalsocialismo hizo el esfuerzo por aprovechar, con fines políticos y propagandísticos, la justa deportiva más importante del orbe; mientras que Owens simplemente fue a competir para mostrar su capacidad física.

// Tal vez por su naturaleza competitiva pero pacífica (incluso en deportes como el box y las artes marciales), o tal vez por la nobleza, el compromiso y el respeto que exige, el deporte se ha erigido como un derecho en México.

Además, como bien expone Francisco Lozano: “La tendencia a la práctica del deporte ha sido tal que el Estado sostiene que también debe ser la base del sistema penitenciario y ha establecido en el artículo 18 constitucional que el deporte es un medio para lograr la reinserción del sentenciado”.

Comentaba líneas arriba que el autor estructura su libro de tal manera que nos lleva de lo general, como la definición y esencia de los deportes, su importancia, sus tipos y su naturaleza competitiva… a lo particular; en este caso, el tema específico de las lesiones y homicidios que ocurren en la realización de actividades deportivas, sobre todo en las que permiten o exigen el contacto físico entre los competidores.

Llegados a este punto, Lozano Herrera hace gala de su conocimiento y rigor académico a través de un recorrido minucioso y exhaustivo por las diversas legislaciones y códigos penales estatales, para establecer cómo se conciben los conceptos de lesiones y homicidios, y cómo el Derecho ha ocupado un lugar marginal –por no decir nulo– en la resolución de percances de este tipo en contiendas deportivas.

El cuestionamiento que plantea el autor es éste: si la vida humana y la integridad física y mental de las personas son bienes tutelados por el Estado, ¿por qué los homicidios y lesiones ocasionadas en el ejercicio de actividades como el box, el taekwondo o el futbol no son acogidos por el Derecho Penal? Por supuesto, Lozano Herrera no omite señalar que el conflicto de fondo reside en que el artículo 4º de la Constitución establece que la práctica de los deportes es un derecho de todas las personas y que “corresponde al Estado su promoción, fomento y estímulo”.

¿Cómo resolver este aparente choque de intereses? ¿Cómo evitar que la naturaleza de algunos deportes permita que personas malintencionadas lo aprovechen para lastimar a sus oponentes, sabiendo que sus actos quedarán impunes (desde un punto de vista penal)?

Para deshacer el conflicto y proponer una solución viable que proteja la vida y la integridad física de las personas, pero también su derecho a realizar algún deporte, nuestro autor analiza y cuestiona las teorías jurídicas que justifican el homicidio y las lesiones que se presentan en las justas deportivas. A partir de ahí, Lozano propone que es posible justificar los percances susodichos bajo el entendido de que el Deporte es un derecho reconocido por el Estado y que, por otro lado, cada uno de los deportistas asume riesgos específicos posibles en la realización de su actividad. Por ejemplo, el futbolista asume el riesgo de ser golpeado por un balón o de tener fuertes contactos físicos en la disputa por el esférico, o el boxeador de ser lastimado por su adversario.

Como bien señala el autor, estas expectativas tienen límites y se basan tanto en la experiencia personal de los deportistas como en el conocimiento del reglamento del deporte que practican. Y es justo en este último concepto –las normas y reglamentos– donde Francisco Lozano Herrera encuentra la clave para distinguir cuándo puede y debe intervenir el Derecho Penal ante un caso de lesión u homicidio en contiendas o prácticas deportivas. Es cierto que el deporte es un bien reconocido por el Estado, pero también lo es que cada deporte se atiene a reglas específicas que deben ser acatadas por sus practicantes; por ejemplo, el pugilista sabe que tiene prohibido golpear a su adversario debajo de la cintura o en la nuca, bajo pena de que le resten puntos o lo descalifiquen.

Cuando el reglamento no se cumple, alevosamente o por descuido, y este hecho provoca una lesión o la muerte de una persona, no hay razones para eximir al deportista que generó la tragedia de supeditarse a un proceso legal, tal como sucedería con una persona que intencional o imprudencialmente atropellara a otra con su vehículo.

La propuesta del autor de tipificar este tipo de hechos permitiría que no quedaran impunes acciones de suyo violentas, ajenas a todo reglamento y presumiblemente dolosas, como la famosa patada que Ángel David Comizzo le dio en el rostro a Carlos Hermosillo cuando no estaban disputando el balón, o los codazos y patadas que algunos jugadores se propinan olvidándose del juego limpio. Si la propuesta fuera acogida en el plano internacional, se podrían castigar acciones como las de Mike Tyson que, a media pelea de box, arrancó de una mordida un pedazo de oreja a Evander Holyfield.

Quizás estos ejemplos –que he tomado del libro– no constituyen la norma, pero lo cierto es que, en la práctica diaria de deportes donde hay contacto, todo el tiempo suceden accidentes que causan lesiones, muchas veces irreparables, a distintos deportistas. Y es común que estos accidentes se deban a la imprudencia o la mala fe de otros deportistas o, en todo caso, a la no observación puntual de las reglas a las que están obligados. De ahí la pertinencia de lo que Francisco Lozano nos sugiere aquí, y de ahí también el valor del libro que, además, nos permite observar con mayor conciencia y juicio crítico una serie de acciones y sucesos que habíamos asumido como normales o, al menos, como parte natural de los riesgos a los que se enfrentan los deportistas, cuando no debiera ser así.

Quisiera cerrar aquí mi comentario, sabiendo que las cuestiones técnicas o jurídicas pueden ser mucho mejor abordadas por juristas y legisladores. Como lector no especializado en Derecho, puedo decir que Homicidios y lesiones en el deporte me ha parecido un libro valioso porque me permitió reflexionar sobre diversos temas, entre ellos la importancia que desde tiempos remotos ha tenido el deporte en nuestras sociedades, así como la necesidad de buscar, desde la vía penal, la protección de la vida y la integridad física de los deportistas, a partir de leyes y sanciones claras, que los disuadan de actuar imprudencial o malintencionadamente.