//Nuestros paseos de fines de semana terminaron cuando se presentó un accidente o una gran travesura: unos niños que jugaban con cerillos incendiaron el pasto seco del huerto de nopales y el fuego arrasó con todo a su paso; nuestros intentos por controlar el incendio fueron inútiles

En sus primeros años de vida, la UAA tenía pocos profesores de tiempo completo y muchas actividades por realizar en el área de la docencia y de la investigación. En efecto, en 1981 la Institución contaba con 524 profesores distribuidos de la siguiente manera: dedicación exclusiva (69), dedicación parcial (61), medio tiempo (28) y asignatura (366). De estos profesores, ocho tenían doctorado y 42 maestría (Memoria 1981, Dr. José Manuel Ramírez Isunza, Rector).

No obstante, a finales de la década de 1970 algunos profesores realizaban o concluían estudios de posgrado en el país o en el extranjero, como el ingeniero Roberto Amador Martínez (maestría en Ingeniería Civil, Austin, Texas), la licenciada Ma. de la Luz Pasillas Farfán (maestría en Tecnología Educativa, Montreal, Canadá), la ingeniero Martha Patricia Zavala Frías (especialidad en Reproducción Animal, Zaragoza, España) y el médico cirujano José Gerardo Alejo Lozada (maestría en Salud Pública, Guadalajara, Jal.). En este contexto, la UAA orientó sus esfuerzos de manera prioritaria al desarrollo y consolidación de la docencia a nivel de licenciatura, posponiendo el apoyo que hubiera sido deseable para el área de la investigación.

El reducido número de profesores permitió que muchos de ellos nos conociéramos, ya fuera en reuniones de trabajo (revisiones de Planes de Estudio, reuniones para analizar los Planes de Desarrollo de la UAA, etc.), en los torneos de futbol de salón en el Auditorio Morelos (los equipos a vencer eran el de la Prepa o el del Centro de Artes y Humanidades) o en las asambleas y festejos de la ACIUAA como la comida del día del maestro. Además, quienes trabajamos en el Centro Básico tuvimos la oportunidad de establecer relaciones de amistad con profesores y técnicos académicos de otros Centros, ya que impartíamos cursos en varias carreras (materias de apoyo).

De esta manera, subrayo algunas anécdotas del Centro Agropecuario por haber impartido el curso de Farmacología-I a los estudiantes de varias generaciones de la carrera de Médico Veterinario Zootecnista. Recuerdo que en ese Centro, los profesores y hermanos Cisneros Bosque (don Juan, Salvador y Luis Felipe “el gordo”), acompañados del T. A. Vicente Gallegos López, eran los campeones de la puntualidad, ya que siempre llegaban poco después de las seis de la mañana (o tal vez allí dormían). Luego de preparar su aromático café, se sentaban en los sillones del área administrativa, ubicados frente al reloj checador, para dar los buenos días a los profesores que checaban antes de las siete de la mañana y “aplaudir” a quienes lo hacían después de esa hora. Entre paréntesis, debo señalar que los hermanos Cisneros son maestros fundadores de la licenciatura en medicina veterinaria, y Luis Felipe fue el primer decano de ese Centro (1975-1977), así como presidente de la ACIUAA en los años de 1974 y 1975.

En ese Centro tuve la fortuna de conocer al MVZ César Enríquez González, profesor con amplios conocimientos sobre su área de trabajo y autor de los libros Caballos y Ganado vacuno. El maestro César, hombre muy serio pero de saludo cortés, siempre se distinguió por su puntualidad para entrar y salir de sus clases, en el horario que le correspondía. Así, en cierta ocasión, le robé cinco minutos de su clase lo cual fue motivo suficiente para que me hiciera un merecido y enérgico reclamo (en el Centro Básico estos problemas generaban discusiones acaloradas entre algunos profesores).

Conocí también en el Centro Agropecuario a jóvenes inquietos y talentosos cuando estudiaban la carrera de veterinaria; años más tarde algunos de ellos se incorporaron como profesores-investigadores de la UAA. Es el caso de los maestros Arturo Valdivia Flores, Armando Martínez de Anda (RIP), Raúl Ortiz Martínez y Teódulo Quezada Tristán a quienes el maestro César Enríquez les llamaba “los Supersabios”. Estos profesores realizaron estudios de Doctorado en Ciencias Pecuarias o en Farmacología, y tienen una reconocida trayectoria en la investigación sobre las aflatoxinas (sustancias altamente carcinógenas producidas por hongos que contaminan los granos como el maíz y el trigo).

Trabajar con las aflatoxinas requiere tomar muchas precauciones para evitar el daño que provocan a la salud. Con esta aclaración, comento que en unas vacaciones decembrinas y aprovechando la ausencia de estudiantes y personal administrativo, los pasillos del Edificio 23 del Centro Básico se abarrotaron de pollos cagones, ya que a los Supersabios les interesaba avanzar en su proyecto de investigación relacionado con el daño producido por las aflatoxinas sobre estas aves. Desde el primer día de trabajo, el edificio adquirió un olor nauseabundo y las plumas de los pollos las encontrábamos por todos lados. Esto se hizo así porque el equipo para cuantificar algunos parámetros bioquímicos se encontraba en ese edificio. Además, se debe recordar que en la primera semana del mes de enero, el Departamento de Apoyo a la Investigación solicita la entrega oportuna de los reportes de avances de las investigaciones en curso.

En otro orden de ideas, algunos profesores asistíamos con nuestras familias al área de convivencia de la ACIUAA (domingos en la Posta). Esa área campestre fue establecida con mucho entusiasmo y trabajo por los dirigentes de la ACIUAA en los años de 1984 a 1986 (licenciado Vicente Moreno Rincón-Presidente, doctor Arturo Amador Llamas, arquitecto Francisco Muro Cornejo, licenciado Francisco Javier Rosales Medina, T. L. Ma. Luisa Rodríguez Vázquez, ingeniero Jorge Pio Monsiváis Santoyo e ingeniero Abel Millán Serrano). La zona de convivencia tenía palapa, salón de usos múltiples, asadores para carne, zona arbolada, cancha de basquetbol y sanitarios. Entre los visitantes frecuentes señalo a los profesores José Manuel Guillé Pérez (RIP), Rigoberto Gómez Torres, Francisco Jaramillo González, Juan José Martínez Guerra y quien escribe estas líneas.

El cerro ubicado frente a la Posta era rico en flora y fauna silvestre. Por la tarde, antes de que se ocultara el sol y estimulados por el olor a carne asada, los coyotes (de cuatro patas o Canis latrans) comenzaban a aullar y sus atrevidos cachorros se aproximaban muy cerca de nosotros en espera de un hueso o de un pedazo de carne; sin embargo, nuestros paseos de fines de semana terminaron cuando se presentó un accidente o una gran travesura: unos niños que jugaban con cerillos incendiaron el pasto seco del huerto de nopales y el fuego arrasó con todo a su paso; nuestros intentos por controlar el incendio fueron inútiles. Como era su obligación, el maestro Mario Escartín Peña, decano en turno, pasó su reporte al rector y entendimos que ya no era prudente continuar con nuestras reuniones dominicales.

Por limitaciones de espacio, termino esta narración señalando que el Centro de Ciencias Agropecuarias ha tenido un gran desarrollo, y actualmente cuenta con una buena infraestructura de aulas, laboratorios y oficinas administrativas. Su personal académico y administrativo atiende tres licenciaturas, dos maestrías y un doctorado en ciencias.